Revista Talentos

La Muerte

Publicado el 03 abril 2015 por Kevinmancojo

No sé si es que nos estamos haciendo demasiado mayores o es que la Muerte se está riendo de nosotros, pero… ¡ya basta! ¡Ya es suficiente! Ya hay demasiadas víctimas, demasiado dolor… un dolor que resulta como un puñetazo en la boca del estómago, el cual te deja sin aire, te asfixia, te oprime hasta el pecho. Te encoges por la agonía, sin poder articular una sola palabra…

Demasiadas lágrimas derramadas, demasiados llantos, gritos, golpes, silencios… Y todos ellos ahogados para sofocar el dolor que se siente a solas; una lucha interna que uno debe superar. Cada uno busca su modo de hacerlo: sonrisas frente al mundo que después, en casa, se convierten en lluvia que riegan nuestro rostro. Altares que mitigan el sufrimiento de un modo u otro. Hay quién necesita que el alcohol revuelva los recuerdos o mejor aún, que los haga olvidar. Hay tantas formas… Intentamos buscar una manera de matar a la Muerte, qué ironía…

Odio los “Lo siento”, detesto el pésame que solo se dice por educación. No sirve de nada, no alivia el dolor. Todo lo contrario, hace que ese vacío que se intenta aliviar se vuelva más grande todavía. No ayuda que semanas después recordemos lo que estábamos intentando “olvidar”, solo porque los modales se deban anteponer frente al dolor… ¿Qué tal una distracción? Unas bromas que conviertan la falsa sonrisa en una real, no en una que nos pintamos para aparentar ser fuertes. ¿No entendéis que realmente buscamos superar lo que tanto daño nos hizo? Nunca entenderé esa norma de educación y por mi parte, haré como que nunca la aprendí.

La Muerte tiene tantas formas de avecinarse… A veces, las noches se vuelven eternas en un sillón incómodo esperando a esa leve brisa que se lleva consigo el último aliento. Y otras… otras veces suena el teléfono y escuchas una voz que hubieras deseado no haber oído jamás…

Hace mucho comprendí que hacer el idiota, el bobo, el payaso o como lo queráis llamar, cose las heridas que nos dejaron abiertas porque cuando volvemos a estar solos, porque cuando volvemos a nuestro oscuro rincón, todo vuelve a doler…

Y lo peor es que esa angustia aparece por primera vez como un rayo que quema un árbol. Te atraviesa de la cabeza a los pies y arde, todo tu cuerpo arde y nunca dejará de hacerlo. Siempre quedará una leve llama que quemó toda una vida, solo con la intención de recordarnos lo que pasó. De lo que sucedió un día y lo que nos plantó ante nuestras narices: el miedo. Miedo al dolor que nunca podremos dejar atrás y que nos plantea tantos interrogantes, que al final ni siquiera les buscamos las respuestas.

Una vez escuché que no hay que huir de los miedos y que hay que mirarlos a los ojos para afrontarlos. Eso significa que solo hay que aprender a caminar de la mano del dolor, asumirlo. De ese modo, la llama que antes nos quemaba, solo nos dará calor y fuerza para volver a ver la luz que la Muerte un día nos arrebató.


La Muerte

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