La primera novela publicada de Alvaro Enrigue, La muerte de un instalador (Premio Joaquín Mortiz 1996) es verdaderamente perversa: se trata de la cacería de un artista, Sebastián Vaca, a manos de su mecenas; el juego del joven millonario Aristóteles Brumell.
La mejor parte, es decir, la parte que me ha encantado, es cuando el millonario describe la manera en que los licores le ceden sus espíritus: inevitable el referente facilón a las bebidas espirituosas (Memoria de la disipación, pp. 107-109).
Alvaro Enrigue, La muerte de un instalador. Literatura Mondadori. Random House Mondadori. Primera edición: febrero, 2008. El Marqués, Querétaro. México. 170 pp.