Revista Diario

La muerte en una caja de galletas

Publicado el 24 enero 2011 por Nmartincantero

Esta semana falleció un amigo muy querido tras una larga y penosa enfermedad. Los libros de autoayuda a menudo se refieren con gran fanfarria a las enormes posibilidades de transformación que uno, con un poco de suerte, puede experimentar al final de sus días. Lo cierto es que mi amigo murió como había vivido: sin molestar, atento a los demás.

Austero, digno, fuerte, humilde, auténtico, pendiente en todo momento de los otros. Podría apilar más adjetivos pero bastante mosqueado le tengo ya. Me reprocha que le dedique estas líneas, y recuerda –nos lo recuerda a todos– que cada minuto mueren en el mundo 105 personas. Él es uno más.

Cosas que pasan.

Supimos de él por última vez en una caja de galletas de metal. La misma que, desde siempre, sacaban en su casa a la hora de desayunar. Desde esta modesta caja esparcimos sus cenizas por los aires, como era su deseo. "Si es un día de viento, mucho mejor", había explicado en las últimas semanas, cuando apenas le quedaba un hilo de voz.

Era el hombre para todo en la comarca donde vivía. Con frecuencia le llamaban a horas intempestivas para reparar un grifo, una gotera, una persiana. Raramente decía que no. Ya enfermo, él mismo arregló el radiador roto de su habitación de hospital. Nunca le oí quejarse de nada. Bueno, menos ahora, que me está poniendo verde.

Le recuerdo en la terraza, envuelto en varias mantas, con los prismáticos colgados al cuello. Conocía de memoria las costumbres de los caballos en el prado frente a su casa, de las rapaces surcando el cielo. En mi última visita, le intrigaba la existencia del bicho que aparece en la imagen de aquí abajo.

Nunca supimos muy bien lo que era; una mezcla de araña de cuatro patas, caballito de mar, minúsculo mono con sombrero, Marciano encogido. Pero este bichito me ayuda a reconocer que en el acto de observar, comprender y respetar lo pequeño y lo grande, de encarnar ambas cosas simultáneamente, se reconoce no sé si a los héroes pero desde luego sí a la buena gente.

Le explico a mi hija que Sisco ha muerto. Se ríe y responde: "¡Pero a lo mejor se ha muerto en casa!" Me digo que con sus cuatro años, claro, es incapaz de entender el alcance del asunto. Pero pasan los días y sus palabras no se me van de la cabeza. ¿Cómo iba a ser de otra manera?

Pues claro que te tenemos aquí, en casa, entre nosotros.

La muerte en una caja de galletas
Bicho palo, o lo que sea, en el balcón.

"...el hombre sabe que no puede abarcar el universo con su sol y sus estrellas. Lo que le parece mucho más insoportable es estar condenado a dejar pasar de largo también el otro infinito, el cercano, el que está al alcance de la mano..." (Milan Kundera, "El libro de la risa y el olvido").


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Nmartincantero 6 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Dossiers Paperblog

Revistas