La música y el cine dialogan de forma mística y con un matiz poético en Waiting in Saigon, capítulo introductorio de Apocalypse Now (Coppola, 1979). La psicodelia de Jim Morrison, de la cual me cansé hace unos años atrás, habla de la sombra jungiana, que también se poetiza en el cine contemporáneo ( Black Swan, Antichrist, entre otras).
Aunque pretendemos esconder debajo de la alfombra del subconsciente nuestras pulsiones, aún se percibe el relieve de un fálico sable. No podemos tapar el cielo con una mano. Es casi imposible reprimir el hecho de que la muerte y la guerra, muchas veces, son la materia prima de la mejor ficción, de nuestros sueños y ansiedades.
Puse la película después de jugar gotcha en Carolina. La Torre de Font, a lo lejos, se veía fálicamente erguida mientras docenas de hombres (y niños) comparaban las dimensiones de sus piti-yankees y burgueses gónadas (el 'deporte' de gotcha es carísimo). Muchos de ellos con películas de Rambo e imágenes de Black Ops en sus mentes. Yo entré al field con mi visión romántica de la guerra, con imágenes de Deer Hunter y Apocalypse Now. Nunca he sido muy optimista con mis habilidades lúdico-bélicas (deportes), sin embargo, todavía quedan vestigios adolescentes de comparar dimensiones genitales.
En el juego imitamos la guerra aún cuando nos estremecemos con su posibilidad a escala global. ¿Por qué? La gloria y su aprehensión, hipérbole emotiva de lo épico, son el motor detrás de un riesgo, a veces voluntario, a morir.
Siempre hemos estado en guerra aunque la cartografía geo-política se actualice cual imagen de la Tierra en Google Earth. El texto ha dado cuenta de esto. La ficción, ya sea literaria (comics, SF, literatura universal) o cinematográfica, romántica o naturalista, está disponible como documento que podemos re-visitar. Documentos que re-cuentan como lo haría corresponsal o un reportero bélico: "I believe in The Last Son of Krypton. And no story rings more true than the one in All-Star Superman. This comic book, here collected in a gorgeous hardcover edition, saved my life. It taught me that because someting is fiction doesn't mean it's a lie."* - Marlo D. Cruz-Pagán (@Arturo_Ulises en twitter)
Podemos examinar nuestra obsesión milenaria con la guerra, y los síntomas que a veces identificamos como la condición humana, a través de la ficción. El cine y la literatura cuentan con una amplia gama de posibles estudios de caso, aunque la historia "[...] en aras de legitimarse como "científica", ha perdido de vista su íntima conexión con la imaginación literaria."**
Los textos siguen dando cuenta del persistente amorío entre la poesía y la guerra, aunque el naturalismo salte de las pantallas, o las páginas, y le grite al expectador-lector: "La Guerra es una mierda, te acerca a La Muerte." El sabor de la gloria y la condición biológica se funden en nuestra apreciación estética de la guerra. Estamos dispuestos a ignorar su fea cara.
El hedor de un cuerpo humano, podrido, y con un agujero del tamaño de un puño en la cara, pocos lo conocen. Sin embargo, mórbidamente jugamos Call Of Duty, vemos vídeos de WikiLeaks, jugamos gotcha, escuchamos Holiday in Cambodia e idolatramos a Marlon Brando.
Todavía insistimos en conservar el espíritu bélico y épico. Creemos en los Campos Elíseos, en el triunfo.
Waiting in Saigon es un poema de nihil, fuego y detritus. Un poema de mierda y sangre. La ficción audiovisual nos presenta, poéticamente, la verdad de la guerra. Pero, seducidos mórbidamente, seguimos viendo la película. Sabemos que nos espera un réquiem de la nada. Jim Morrison nos dice irónicamente: "This is The End." Sin embargo la película apenas comienza.
Con esta introducción, una de las mejores en la historia del cine, no podemos esperar a ver el sacrificio del toro, imagen que vierte sangre y mierda.
Referencias:** Carlos Pabón | Nación Postmortem: Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad. | 2002, Ediciones Callejón, San Juan, P.R., pp. 181.