“Los mayores nos enseñaban a morir desde el nacimiento, ellos nos enseñaron que todo lo que vive merece morir.
A medida que iba creciendo, cada cual se preparaba para su muerte, la que había soñado, aquella que había previsto, la que había escogido. Nunca se sabía cuándo iba a llegar, pero si uno se preparaba como era debido podía tener la muerte que merecía”.
“Hijos de la muerte muerta”, Cuando el hombre es su palabra, Nicolás Buenaventura Vidal

