Se me ocurrió grabar todo el proceso, y, la verdad, fue bastante curiosa la experiencia, y es muy probable que siga haciéndolo. He acelerado el ritmo porque el original duraba en torno a los 40 minutos, pero para ver el proceso, a cámara rápida es suficiente.
Decidí abordar una de las clases de un workshop de Art Journaling, con los elementos que tenía a mi disposición, que no eran los más indicados. Y aún así dieron juego. Y pude aprovecharlos, pese a que en otra ocasión lo mismo hubiera decidido tirarlos a la basura.
Unos cuántos botes de témpera ya seca, que estuve humedeciendo y con los que todavía pude pintar (más mal que bien), pinceles viejos a los que se les caían algunos pelos o un viejo cuaderno de pintar, que no era el más recomendado para el tipo de pintura que quería usar.
¿Por qué te cuento esto? Para que puedas ver como a veces no hace falta tener lo mejor de lo mejor, ni buscar la perfección. La verdad es que pese a todo, pasé un rato agradable, me relajé pintando y el resultado me agradó.
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