y ahora, cuando releo despacio, veo reflejos de algo que deseo, que siento, pero vuelvo a leer y sólo veo sombras e incongruencia.
Te mande nuevamente, después de prometer bloquear la cuenta, un e-mail el viernes, que estúpida, nuevamente, con mi teléfono y mi correo. Te pedía confianza. Que tontería para un amigo que no se aún donde habita.
Palabras con doble sentido, que tal vez sólo dicen déjame en paz, vete. No urges en mis miedos, en mis recuerdos. Los míos tardaron mucho en naufragar pero las consecuencias aún quedan.
Entendí una invitación al regreso, pero tal vez sólo fue una prueba sometida, castigo por observar en la distancia, imprudente fui lo se, al pensar que permanece lo que fue hace ya un tiempo.
No se si creí ver algo que no existe, sólo se que mi camino siembro de estupideces, de impulsos sentidos en piel, para después volver a resguardarme.
Errores antes cometidos, pedí perdón, creí ser entendida.... creí ver una puerta abierta. Estúpida mente mía.
No se cual es el camino. No se que debo esperar. Tal vez disolverme en el silencio. Dejaré de leerte, será lo mejor.
No se si entiendo lo que leo o solo lo que yo quiero leer. En tus primeras letras asumí una cosa, en las últimas siembras la desconfianza, no crees que sea yo.
Entiendo que desconfíes por todo lo acontecido. Aquel Carlos desapareció para siempre de mi vida, de la de todos. Ya sólo es un fantasma que hizo muchos estragos, en mi vida, en la tuya, en la de muchos. Pero ni ha vuelto ni volverá nunca, tiene una denuncia en la comisaria de la policía, no se atreverá a volver. Puedes dejar a un lado esos miedos. No hay más. Debes saber que me costo mucho volver a escribirte, aunque tal vez no debí hacerlo.
Preguntas, pides identificación. Voy a decirte quién soy y ya me entraño en ti y me disuelvo en esos puntos suspensivos que nunca debí volver a atravesar a pesar de que te extraño y algo más que tu ya sabes.
Soy yo, nadie más, aquella que se metió en tu blog y borro los comentarios sentidos. Aquella a quien a través de un poema dejaste sin indiferencia, mientras con su hija preparaba un trabajo de los primeros aviones y tú cuidabas a tu madre. .
Aquel vestido de gasa rojo, era la historia de un amor gastado, ¿Recuerdas?. Te pedí lo cambiarás a Azul.
Aquella que te mando un mensaje diciendo "Te quiero".
Aquella piel gastada en un "Quédate un poco más, no te vayas aún, se que es tarde", después de sentirnos.
Aquella que llenaba su estúpido muro de mensajes de buenos días y buenas noches. Y esperaba desde tu lugar de trabajo tú música.
Aquella que antes de encerrarse en la oficina, en ese lugar cerrado, te mandaba un beso en un clickeo y sticker. Aquellos que yo no tenía y me encantaban, se enganchaba tu dedo y se enlazaban.
Aquella con la que hablabas cada día a veces, en el almuerzo, a veces en la tarde, cuya ropa interior te quedabas en la mano.
Aquella tienda en la que entrabas a comprar mientras hablábamos.
Aquella tarde en que tus compañeros te cerraron la puerta y se reían de ti, mientras hablábamos. Aquella otra en que salias del pabellón para hablar conmigo.
Aquella que habló contigo por messenger mientras esperaba en la sala del hospital la revisión de su operación. Aquella que te pidió miraras donde había sido aquel terremoto que sintió en el trayecto para paliar su preocupación. Si el de Lorca. Aquella que te dijo estar harta de esperar y me dijiste que si me ponía a bailar allí en medio lo grabará para tu diversión.
Aquella que mientras estaba de baja por la intervención quirúrgica, habló contigo por teléfono por primera vez, mientras su hija con fiebre dormía aún. Al despertar dejamos de hablar.
Aquella con la que comentabas los progresos y los agobios de aquel tu retoño, de la misma edad que mi hija. El de septiembre la mía de febrero. Aquella que te animaba. Aquella que una noche te deseo un buen paseo con tu Dama, pensando que era tu pareja.
Aquella a la que un día dejaste un mensaje, un sábado en la mañana en el contestador "Disculpa estoy preocupado" y ella te contesto con un muñeco de nieve y dos lindas muchachas.
Aquella que ocupaba tu sofá virtualmente para sentirte.
Aquella que cayo enferma y te agobio. Aquella de piel blanca con la que reías, en ratos que ambos sacábamos de la rutina.
Aquella que no era capaz de hablar por el teléfono contigo con los auriculares puestos. Aquella que buscaba lugares solitarios, aquellos parques tranquilos para charlar contigo.
Aquella que te pidió fotografías y después autorizaciones. Aquella que te enviaba portadas de su poemario para que le aconsejaras. Aquella que te envió formatos de libros e instrucciones para registrar tus letras.
Aquella a la que una noche pediste desnudar un tío bueno en un poema.
Aquella con la que hablaste una mañana, un 3 de marzo mientras paseaba por un parque en el almuerzo, y te envió una foto de un carrizal con patos y todo, con localización incluida, mientras pensaba que flores enviar a su madre por su cumpleaños y se despedía diciendo " Quiero besar tu nuca mientras suelto tu melena, sentir su roce en mi mejilla"
El último día que hablamos por teléfono, sí, el día del eclipse, antes me enviaste fotos. Eran malos días. Recuerdas lo que hablamos. Hablamos de mi primer marido, de mi valentía al divorciarme, hablamos de alguien de tu familia ya fallecido, después de una larga enfermedad, de años conviviendo en tu hogar. Hablamos de papeles que arreglar, de piso que vender en un pueblo de Madrid que comienza por F.
Podría decirte muchas otras cosas que sólo y tu yo sabemos, pero si con esta larga lista no es suficiente para restaurar tu confianza, para saber quien soy, no merece la pena más.
Siento, por qué duele haber creído que aún estaba viva en tu universo. Siento haber traspasado esos puntos suspensivos......... que ahora tras darme cuenta del error, alargo hasta el infinito.
Descanso en paz. Prometí..... pensé y volví a errar... lo siento.. te entraño aunque te extrañe y me disuelvo.
Marijose.-