La mujer que paseaba bajo la lluvia sin paraguas

Publicado el 18 septiembre 2015 por Aidadelpozo

Una mujer pasea bajo la lluvia sin paraguas. No lo ha olvidado, simplemente ha decidido no llevarlo al salir de su casa. De hecho, al escuchar la lluvia caer, ha salido a la calle llevando consigo solo las llaves que ha guardado en el bolsillo de su pantalón.

Camina despacio, inspirando el aire que se ha impregnado con el olor de la tierra mojada. Apenas dio los primeros pasos bajo la lluvia, su cabello se empapó y su ropa también. Su camiseta de algodón se ha pegado al cuerpo y el vaquero claro ha adquirido una tonalidad mucho más oscura. Apenas hay nadie por la calle, pero los pocos viandantes con los que se cruza en su caminar, han mirado a la mujer con extrañeza. Protegidos bajo sus paraguas, la mujer parece un bicho raro, salido de un anuncio de colonias donde todos sonríen. Pues la mujer lo hace, sonríe bajo la lluvia que se ha tornado en torrencial en apenas unos minutos. Aún así, ella sigue caminando como si fuera a un lugar concreto. Pero no va a ninguna parte, tan solo disfruta de un paseo bajo la lluvia.

Minutos más tarde da la vuelta y se dirige de nuevo a casa. Entra en el cuarto de baño y se mira al espejo. Se ve maravillosa, pese a que está empapada y tiene el maquillaje corrido. Se contempla y descubre que es mágicamente maravillosa. Se desnuda despacio frente al espejo y comprueba las cicatrices de su cuerpo. No habrá más operaciones. Ni una más.

Se pone un pijama de algodón y prepara una taza de colacao. Humeante. Se sienta en el sofá del salón y comienza a leer el informe que le dieron hace unos días. Pone la cadena de música con el mando a distancia y comienza a sonar un tema de Bruno Mars. Suena muy bajo, como un susurro. Toma conciencia de que ha perdido la cuenta de que las veces que ha leído ese informe desde que lo recibió y también de que, al contrario de lo que pensó que sucedería, ha tomado la noticia sin abatirse.

De pronto, un gato color crema se sube al sofá y se recuesta en su regazo. La mujer toca su cabeza y este ronronea. Ella sonríe, deja el informe en la mesita del salón y coge al gato con ambas manos, pega su nariz a la del felino y se frota contra ella. Sonríe y le da un beso en en la cabeza.

-Tengo que buscar quién cuidará de ti cuando yo falte. Te aseguro que buscaré a alguien que lo haga tan bien o mejor que yo. Eres importante para mi, amigo mío, no vas a quedarte solo.

Como si la entendiera, el gato se pega a la mujer y se pasea de un lado a otro sin apartarse de ella hasta que, de nuevo, se tumba a su lado y cierra los ojos.

La mujer acaba su cacao, enciende el portátil y busca en internet las previsiones meteorológicas para el día siguiente. De nuevo, pronostican lluvia. Sonríe. Desde que fue informada de que le queda poco tiempo, la mujer ha decidido vivir. Se siente afortunada porque, pese a que sabe aproximadamente cuándo llegará el final del camino, es consciente de que muchas personas parecen olvidar lo corto que es este y pasan sus días pensando en el pasado o haciendo planes de futuro, dejando así de vivir el ahora. Ella, desde hace unos días, ha dejado de recordar aquello que dolió, marcó e hizo sangrar. Las heridas que ve son solo aquellas que tiene su cuerpo después de tantas operaciones. Tomando conciencia de que su tiempo es limitado, agradece saberlo pues paladeará cada segundo, disfrutará de cada olor, sabor, sonido y paisaje como nunca lo hizo. Por eso sonríe, por eso saborea con deleite su taza de cacao, por eso pasea bajo la lluvia sin paraguas, por eso su única preocupación es encontrar un hogar confortable para su gato. Pues ella ha aprendido, en cuestión de unos días, a vivir. Y ha decidido empaparse, sonreír ante sus cicatrices y tomar tazas de cacao caliente con verdadero placer, sabiendo que una de ellas será, definitivamente, la que marcará el final de su camino.