La muñeca

Publicado el 06 mayo 2024 por Netomancia @netomancia

Nos mudamos varias veces a lo largo de mi infancia y adolescencia, pero no fue hasta esa ocasión en la que nos íbamos a casa de la abuela, tras la muerte de papá, que vino a mi cabeza la muñeca.¿Qué muñeca? preguntó mamá, mientras trataba de hacer espacio en las maletas donde iría su ropa. Se la volví a describir según me lo permitían las pocas imágenes que venían a mi mente. Cabello rubio, ojos celestes... o café, no podía estar seguro, vestido verde o un rosa desgastado, sin zapatitos, aunque recordaba algo blanco que podían ser medias... ¡un lazo rojo en la cabeza! O no. Quizá no había ningún lazo. O algo rojo, pero no un lazo. Trataba de reunir sin éxito las piezas de un rompecabezas que llegaba desde alguna parte del pasado, casi a los tumbos como el andar de un borracho por las calles desoladas de la ciudad.Ella negaba con la cabeza, mientras metía zapatos en cajas de cartón. Insistí. Ella se detuvo y me miró: "Para qué ibas a tener vos, una muñeca, Enrique". Y era cierto, era hijo único y papá había sido un tipo rudo, malhumorado, cuyo único sueño para conmigo había sido que saliera futbolista. Pero el fútbol nunca había sido lo mío. Y el cariño, nunca lo suyo.Suspiré. ¿Por qué venía ahora a mi cabeza esa inquietud? De repente recordé algo más. Estaba en el sótano de aquella casa cerca del río, dije en voz alta. Y mamá, que parecía estar absorta en otras cosas más relevantes, entonces se detuvo.Vi en sus ojos los ojos de papá cuando me llamaba la atención. Vi dos dagas que clamaban silencio. Vi entonces más allá del velo del olvido. Me costó tragar. El aire se espesó como en una pesadilla, pero despierto. Mi cuerpo sintió el ardor de la fiebre, del malestar... de la comprensión.Tu papá, me dijo, era un hombre enfermo. Y ya está, ya se fue. Dejá esa muñeca dormir en paz. Y lo hice. Ahora, desde aquella conversación, el que no duerme soy yo.