Tengo mil versos inspirados en la musa del hastío
y mil desearía que salieran de mi alma
escritos por la musa de la esperanza.
Versos brillantes y claros,
de colores de arco iris,
de sabor a nubes,
de tacto algodonado.
Cascabeles en el pelo tiene esta musa,
entretejidos en una diadema de azaleas.
Posee una voz que hace reír y vibrar,
tiene en sus alas pétalos de flores en vez de plumas
y su sonrisa brilla por la noche
pues entre su boca las luciérnagas vuelan
y por el día es añil
pues el cielo busca sus labios
y los tiñe de ese azul que tiene la calma.
Esta musa lleva un vestido de hermosos recuerdos
y los amargos los guarda en un baúl
que no busca ni reclama ni piensa ni menciona.
A esta musa le gusta desayunar capuchino acompañada.
Coge la taza con delicadeza
mientras mira a los ojos de quien inspira,
sopla su café caliente, sonríe y jamás tiene sombría su mirada.
Contagia con cada sorbo los versos y los besos
de aquel a quien invita a tomar capuchino
y toca con sus dedos que llevan magia.
Mil versos y mil besos que me dieras,
me darían las ganas de seguir que ahora no tengo.
Invítame a un café, que no he desayunado y lo necesito,
pido a la musa azul que ahora me mira.
Y ella se acerca lentamente y sonríe.
Trae una bandeja con dos tazas.
Café capuchino. El tuyo sin azúcar, dice.
Su pelo es rojo como ahora es el mío
y su mirada franca y serena.
y yo, sonrío agradecida
y ella sonríe ilusionada
pues sabe que mis mil versos
serán suyos y de nadie más.
porque a ella le debo la ilusión
que engalana mi alma
y mi esperanza.
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