La música y yo

Publicado el 03 junio 2011 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas

Interpretando una canción de George Moustaki fue como descubrí que no estaba hecha para la música, aunque lo peor fue que a esa conclusión no llegué en solitario, sino que mientras pensaba en lo poco afortunadas que eran las notas que salían de mi garganta, eran muchas las personas que el Salón de Actos del Colegio de La Salle de Turón contemplaban el fracaso de lo que podía haber sido una carrera musical en toda regla.

Mi primera actuación en público tuvo lugar en la Iglesia de la Felguera, no recuerdo quién, haciéndome entonar la escala musical, consideró que mi voz podría ser agradable a los oídos o que mi oído podría complementar a mi voz, no lo sé, pero el caso es que fui elegida para cantar en el coro, noticia que supuso para mí una enorme alegría puesto que es cierto que siempre me ha gustado cantar y escuchar música.

Recuerdo en este momento un día, en aquella época en la que Lolita, la hija de “la faraona” triunfaba con su canción “Amor”; me encontraba yo actuando para mí misma delante del espejo del comedor, cuando de repente apareció mi padre, y me pilló micrófono en mano, bueno, puro simulacro, puesto que mi mano era el propio micrófono. Mi padre seguro que no se acuerda de esa escena, pero yo recuerdo perfectamente la tremenda vergüenza que pasé al ser descubierta mi vocación más frustrada, la de tener una magnífica voz y ser cantante. Ahora ya sabéis que el paso de los ańos me ha hecho envidiar más las piernas de Julia Roberts que la voz de la mismísima Streisand, pero en aquello ańos las piernas no importaban, porque estaban espléndidas.

A las primeras actuaciones en el coro de la iglesia le sucedieron unos tímidos inicios en el mundo de la guitarra, otra de mis frustraciones, ya que a pesar de llegar a tener una, jamás conseguí sacar de ella ni una sola nota; con lo bien que quedaba una guitarra en nuestra pandilla, en la que además éramos tan cantarines. Menos mal que Marta, la de Baquero (de casta le viene al galgo) había heredado el talento musical de su familia, así que era ella la encargada de acompańar con las notas de su guitarra nuestras reuniones.

La flauta, como para todos en aquella época, también ocupó su lugar, y los famosos “patitos” sonaron en la mía en sus dos versiones, primeramente en la de plástico y una segunda, en aquella otra flauta mucho más sofisticada, de madera. No sé si podría haber sido una virtuosa de la flauta, simplemente no me gustaba nada.

En aquella actuación en el Colegio de La Salle mi amiga Maribel y yo nos subimos al escenario para deleitar a los presentes con una preciosa canción de Georges Moustaki, que ahora mismo estoy cantando y que dice así: “Il y avait un jardin qu'on appelait la terre…" Quienes la conozcáis reconoceréis que pasan los ańos y sigue siendo igual de hermosa, a quienes todavía no habéis tenido el placer de escucharla os animo a que lo hagáis.

Aquella fue mi primera y última actuación, no había nacido yo, es evidente, para la música.