Revista Diario

La nena y el manual

Publicado el 06 marzo 2014 por Kaktus

Soy una madre de manual. De manual de la madre desastre, se entiende. Para empezar, ya me he leído los dos libros: Duérmete niño y Bésame mucho. Error. Debería haberlo sabido, visto que los dos tienen títulos en imperativo. Soy de voluntad débil y tiendo a pensar que todo el mundo sabe más que yo. Los dos escritores (curiosamente, ambos dos hombres) te dan patrones bastante radicales –al menos desde mi punto de vista- sobre como criar a tu progenie. Ambos dos, como recordaba hace tiempo Madre de Marte, tienen legiones de seguidores y fans. Yo es que, desde que conseguí superar Beverly Hills 90210 (no por nada, pero eso ya era una serie, y ahora hay series bastante más basura), no he sido fan de nada. Los Backstreet Boys me pillaron un poquitín mayor, y a los One Direction no alcanzo ni a entenderles el pelo. A nivel nacional, Pereza me da eso, pereza, y el tío de El Canto del Loco me parece que tiene la expresividad de una piedra. Y que el pop-rock español cada vez me gusta menos. Como las series españolas.

Volviendo a los libros, ambos dos sugieren que, ante todo, la familia debe estar de acuerdo en el método a seguir. Y allí llego al primer problema. Yo, por mí, sería más bien Gonzalista. La Nena, en cambio, me ha salido Estivilista recalcitrante.

Empecé con Duérmete niño y, como ya dije, quedé bastante satisfecha. Gracias al orfanato, la Nena duerme como el bebé que es. Me deja siempre un par de horas libres después de comer y otra hora desde que ella se acuesta hasta que me acuesto yo. Así puedo dedicarme con calma a cosas que me satisfacen y me llenan como persona, como planchar. Para poderme apuntar a yoga o a pilates, la Nena debería dormir veinte horas al día y yo debería vestirla con sacos de plástico y darle de comer piedrecitas del recreo.

Luego me lancé con Bésame mucho y descubrí que mi Nena es profundamente desgraciada, porque ni la he amamantado, ni colechamos. Lo de dar el pecho (la biología me impediría amamantar eficazmente, salvo que la Nena se pasara semanas chupando ininterrumpidamente) hay quien lo propone como incentivo para el vínculo (se vinculará más mejor). La Nena ya tiene bastantes dientes, y cuando se emociona tiende a morder. Si la abrazo más de diez segundos, me muerde las orejas con pasión. Y ya en las orejas duele. Cuando le doy el bibe, que maneja de manera autónoma desde que la conozco, me sonríe con adoración.

Como soy madre primeriza, no quiero perderme nada de la experiencia maternal. Pero la Nena no piensa lo mismo, y rechaza dormir conmigo. Hemos mejorado, y ahora sí me soporta en la misma habitación. Las primeras semanas, si se despertaba por la noche, no se volvía a dormir hasta que yo me iba al sofá. Sí que me pide que la coja en brazos, pero, aunque estuviera diez horas con ella en brazos, no se dormiría. Quien viajó conmigo desde El Cairo hasta Madrid puede dar fe de ello. Para dormirse en mis brazos, primero tiene que pasar por todos los estadios posibles de frustración, estrés y enfado. Al final, como nada es eterno, se duerme exhausta.

Me consuelo pensando que Bésame mucho se basa en seguir las demandas de los niños. Si siempre tienen razón cuando solicitan dormir con los padres, supongo que no podemos contradecirlos cuando demandan dormir solos. Sé que el Dr. González me diría que es todo fruto de las rutinas del orfanato (donde, aunque no habían leído el libro, se ve que eran fanes de Estivill, lo cual te hace también reflexionar sobre la humanidad de este último método: es el que siguen en las instituciones, consciente o inconscientemente, luego es el más eficaz cuando no puedes atender como debieras a tu hijo), pero, siguiendo con el método del Dr. González, que compara frecuentemente la conducta infantil con la adulta, si a ti, de la noche a la mañana, una desconocida (simpaticona, pero desconocida) te forzara a dormir con ella sólo para satisfacer sus ansias de maternidad, igual te mosqueabas.

Así que la niña duerme en su cuna, a los pies de mi cama. A veces me tumbo al lado y, cuando se despierta, nos miramos a través de los barrotes y nos sonreímos. Como si estuviéramos en la cárcel. Mi Nena sonríe siempre por las mañanas. Yo no, pero estoy aprendiendo. Como a todo.


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