Revista Literatura

La niña de Srebenica

Publicado el 10 mayo 2012 por Agora

Vive sola en una vieja casa del extrarradio. Trabaja duro en un hipermercado. No tiene amantes porque cree que todo cuerpo es un tirano salvaje. Perdió a su padre y a sus hermanos el día en que los bárbaros entraron en la ciudad en la que fue niña y soñó, la ciudad entregada a las fauces de la abominación, la ciudad de semblante borroso donde todo está como si nada hubiese sucedido. No ha renunciado a nada porque nada tiene salvo la vergüenza de los supervivientes y la necesidad de olvidar lo que todos han olvidado. Ni siquiera tiene palabras que puedan expresar lo que ocurre en su interior, sólo vocablos áridos, severos, hirientes, como el filo de su desamparo. Ningún manojo de palabras sirve para describir el naufragio y la condena de una conciencia malherida que ni siquiera sabe pedir venganza por los 8.000 hombres y niños asesinados en aquella ciudad que ya no es la suya. Aquello pasó hace quince años, la ciudad donde fue niña está lejos, muy lejos; pero algunas mañanas, muchas mañanas, cuando se dirige al trabajo, no ve paredes sino paredones, y las casas son guaridas y los árboles patíbulos y los puentes abismos. Pero algunas noches, muchas noches, cuando trata de dormir, oye los aullidos de las madres y el llanto de los niños y las súplicas de los padres y el motor de los camiones y las patadas en las puertas y las maldiciones y las amenazas y los libidinosos jadeos y siente garras en su piel y saliva en sus ojos. Aún es joven, muy joven y está exhausta en tierra extraña, pero seguir viviendo es su humilde desafío a la muerte.
José Luis Zerón Huguet

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