La noche de la cremà

Publicado el 24 marzo 2014 por Elva
Pensaba comenzar la semana haciendo una crónica de las 132 horas intensivas pasadas con el piojo, es decir, los 5 días y medio de vacaciones fallariles. Sin embargo, voy a comenzar por el final de la historia. Final apoteósico, conocido por muchos de ustedes, y merecedor de este post. Al fin y al cabo, afortunadamente, se ha quedado en eso en una anécdota a contar, como me dijo un amigo el otro día "para contarle a tus nietos", je je je, eso espero que sea dentro de mucho, ja ja ja ja...Contemos:
Miércoles, casi  nueve y media de la noche, sentada en el sillón, papá piojo a mi izquierda, piojo recostado sobre mis piernas y el colega canino a los pies. Luz apagada, las noticias en la tele y sonido de petardos de fondo era la gran noche valenciana: la noche de la cremà, tocaba prenderle fuego a los monumentos falleros. Decirle adiós a las Fallas de este año alrededor del fuego mientras las falleras mayores, infantiles y adultas,  sueltan sus lagrimitas. De pronto el colega canino se levanta con prisas, corre rumbo a la puerta y comienza a ladrar. Lo llamamos. No viene. Lo llamamos. No viene. De pronto se oye un fuerte golpe en la puerta. Alguien llama con golpes exagerados. Gabo sigue ladrando. Todos nos sobresaltamos en el sofá. Papá Piojo corre a la puerta a ver qué pasa. Abre:
Desalojo. Todo el mundo fuera de casa con lo imprescindible. Un incendio.
Los gritos del policía llegan hasta el salón. Cojo al piojo corriendo. No pienso en nada más que en ponerle el abrigo y los zapatos mientras papá piojo se ocupa de Gabo. El corazón me va a cien por hora. Al salir veo mi bolso en la entrada pero no lo cojo. Todas las luces encendidas, las noticias en el salón. Cierro la puerta de mi casa sin saber dónde demonios era el incendio y si volvería a ver mi casa.
Papá Piojo arrastra a Gabo por las escaleras. No sabemos el motivo pero no le gustan, le asustan hasta el punto que prefiere estar 24 horas sin bajar a la calle aguantándose la meada antes que bajar por ellas. Sin embargo, baja y sube como un loco las escaleras en el parque. Es un misterio por resolver. Llevábamos 2 años diciendo que el día que fuera necesario no le quedaría otra que bajar por ellas. Nunca pensamos que un incendio sería el motivo.
Las escaleras están en la semioscuridad. La única iluminación es la luz de emergencia. Hay policías en cada tramo de las escaleras. Vivimos en el último piso, afortunadamente, sólo son 4. Yo en pijama, abrigo y zapatillas, ja ja ja, ahora me río al recordar que hace unas semanas bajaba así a mi perro, bueno, esa vez iba con zapatillas de deporte y la plaza estaba desierta por la lluvia. Ja, no me había parado ni a ponerme zapatos sólo pensaba en sacar de allí a mi piojo. Mi piojo baja a su ritmo. Lo cojo en brazos y corro por las escaleras con él. No me parto la crisma de milagro. No sé cómo pude correr con las zapatillas de andar por casa.
Llegamos a la plaza. Hay humo negro por todas partes. Los vecinos de los 4 portales en la calle. Muchos en pijama, no soy la única que va en traje de noche, je je je. Niños adormilados en bata, perros, gatos, cobayas, loros, pájaros... un nutrido número de animales se juntan en la plaza. 
La plaza se mezcla de falleros celebrando el fin de fiesta con los vecinos, que vivimos un fin de fiesta diferente. La policía acordona la zona. Gabo desesperado. Salimos de la zona, digamos de la zona cero. El parking acordonado y lleno de policía y bomberos. Las luces de las sirenas se juntan al espectáculo de luz y color de los castillos de fuegos artificiales.
Humo, humo y más humo. Un coche había explotado en el garaje, dos coches más por simpatía con el primero lo acompañan en su fiesta particular, varias motos, que no querían ser menos se unen a ellos. El garaje arde bajo las mangueras de los bomberos, quienes lo tienen complicado para llegar. 
Papá piojo y yo no comentamos nada de nada. No terminamos de creernos lo que está pasando. El piojo contento viendo tanto bombero y policía. El colega canino nervioso, desesperado...
Una hora y pico más tarde podemos subir a nuestra casa. Nuestro portal, el más lejano al incendio, no se ha visto afectado por el incendio. Sólo el olor a humo nos hace recordar el momento vivido. Bueno, eso y que seguimos con la luz de emergencia. 
De vuelta a casa. El piojo se duerme enseguida. Para él todo ha sido una aventura divertida. El colega canino sigue nervioso, asustado. Llora a su modo. No se separa de nosotros. Papá piojo y yo comenzamos a ser conscientes de lo que pudo haber pasado. De no haber sido esa hora, ese día... pero no, no vale la pena pensar en lo que pudo haber pasado sino en lo que no pasó.
Así que ya ven. Yo la que pasa de las Fallas. Cuando las celebro lo hago por todo lo grande. ¡Con una cremà por todo lo alto!
Besitos avainillados, que no chamuscados...