Revista Literatura

La ondina de lago azul

Publicado el 27 febrero 2012 por Tula @LaDivinaTula
Un prólogo necesario“La ondina del lago azul es una lindísima leyenda que parece escrita por Walter Scott, tan alada y vaporosa y, a la vez, tan interesante nos la ofrece la autora (…) Ni Pushkin, en su Rusalla, ni Hoffman, igualan a nuestra escritora en esta preciosa leyenda”Emilio Cotarelo y Mori (1857 - 1936)Escritor, musicólogo, bibliógrafo, cervantista, crítico e historiador literario español, miembro de la Real Academia de la Lengua y Senador del Reino
LA ONDINA DE LAGO AZUL
La ondina del lago azul, fue escrita durante mi última excursión por los pirineos que realicé junto a mi marido Domingo Verdugo, allá por el año 1859 y poco antes de mi viaje a Cuba en donde salió publicada al año siguiente por “El diario de La Marina
Mucho se ha escrito sobre ella desde entonces y ha sido tema de varias tesis doctorales, coloquios internacionales de literatura fantástica, y hasta eje de compendios y tratados universitarios… Lo curioso es que han llegado a enfrentar a Gustavo Adolfo Bécquer conmigo ¡después de nuestras muertes físicas!, y todo por culpa de la 'Homérica' similitud entre mi leyenda, como fuente primaria de inspiración para Los ojos verdes y como fuente secundaria de inspiración para El rayo de luna de Gustavo Adolfo. Algunos han llegado, incluso, a infundar comentarios acerca de un supuesto ¡plagio literario! por parte del joven Bécquer… (nada más lejos de la realidad)
La Avellaneda vs BécquerYa en 1930, Emilio Cotarelo y Mori, defensor y amante de mi obra, en su libro La Avellaneda y sus obras. Ensayo biográfico y crítico, hablaba al respecto, cuestionando no solamente el tema, sino, la tremenda similitud entre las leyendas citadas…
LA ONDINA DE LAGO AZUL
Benito Varela Jácome en su Asedios a la literatura cubana: textos y contextos, defiende mi novela frente a las mencionadas anteriormente y escritas por Bécquer. Por otra parte, la famosa investigadora Evelyn Picon Garfield en su Poder y sexualidad: El discurso de Gertrudis Gómez de Avellaneda, también cuestiona, aunque con cierta discreción, los hechos. Igualmente lo hace, de alguna manera, la ensayista e historiadora Iris M. Zavala en su artículo “Romanticismo y realismo” que aparece publicado en Historia y crítica de la literatura española de Francisco Rico… Pero el que ha trascendido fronteras, armando el tremendo revuelo mundial, pero aproximándose a la “secreta realidad inexplorada”, ha sido el hispanista canadiense Joseph Gulsoy con su libro La fuente común de los ojos verdes y el rayo de luna de G. A. Bécquer
Gulsoy se propuso demostrar que las obras de “mi amigo” Bécquer eran una reelaboración de mi leyenda, haciendo una comparación a través de un modelo propuesto por él mismo, en el que pone de relieve ciertos rasgos del arte narrativo y la originalidad creadora que nos caracterizaba tanto a Bécquer como a mí misma.
Según Gulsoy, “los críticos de la época daban noticias de los influjos míos sobre Bécquer, el cual debió conocer muy bien mi extensa obra, y que como autora de novelas, piezas teatrales, poesías y leyendas, era yo una de las figuras más destacadas de España” (y lo fui en gran medida…) Gulsoy llegó a plantear en su obra que ambos colaboramos en el periódico “La América”, el mismo que contribuyó a la formación literaria del joven Bécquer... (¿Solamente en "La América?)
Joseph Gulsoy no estaba errado, ¡para nada!
Pero la verdad va mucho más allá de lo escrito y cuestionado por Gulsoy... Bécquer participó, además, en la solemne coronación de Quintana en 1855, donde mi presencia y lectura dramatizada de la Oda al maestro, ha sido recordada a través de los tiempos... (ver óleo de Luís López en el Senado) Dice Gulsoy que era probable existiera entre nosotros “relaciones” por nuestras actividades literarias, a pesar de la diferencia de edades, ¡y tenía mucha razón! (Investigadores, historiadores y curiosos han estado tras varias pistas sabiamente disimuladas)
Aproximación a una verdad histórica…Conocí a Bécquer en el café El Parnasillo nada más llegar a Madrid procedente de su Sevilla natal en 1852, días antes del apoteósico estreno de mi drama La hija de las flores, al que asistió invitada por mí, me lo presentó mí gran amigo José Zorrilla a quién había yo dedicado la obra… El escuálido Bécquer contaba tan solo con dieciséis años y tenía un talento arrollador, pintaba casi como su hermano Valeriano y escribía, me atrevo a decir, como Cervantes… ¡Nos electrizamos! (Literariamente hablando…)
No voy a contar mi historia con el joven Bécquer, mucho menos las circunstancias dadas –sospechas más que fundadas de la conocidísima historiadora Rosario Rexach que es la que en realidad más acertada ha estado acerca de nuestras relaciones- porque no es el tema que nos ocupa hoy (ya dije que las pistas al respecto fueron sabiamente borradas), pero sí que voy a dar las claves de las similitudes entre nuestras leyendas:
La verdad entre La ondina del lago azul y Los ojos verdes, radica en el entendimiento, en el misterio y en la atracción que yo proyectaba sobre el joven Bécquer (nada más conocerme, quedó prendido de mí a pesar de los veinte años de diferencia, El Parnasillo fue testigo…¡y juro que no colaboré!)La clave real está en los ojos, en las negrísimas pestañas, en el brillo y en las pupilas que él tenía gravada en su mente... No por casualidad en ambas leyendas se escuchan los mismos murmullos y los mismos arpegios musicales… “Te amaría como te amo, como es mi destino amarte hasta más allá de esta vida…” me dijo el joven Bécquer una noche de tertulia a dos, mientras desesperadamente, aguardaba yo por mi amante de entonces, Antonio Romero Ortiz.
Aquella noche fue demasiado infausta, ¡Antonio se celó en extremo de Bécquer!, y… Y pasaron los años, y se hizo el silencio público, como era costumbre entre los románticos...Yo publiqué mi leyenda y Bécquer me contestó con la suya, pero eso solo lo supimos él y yo.
Gertrudis Gómez de Avellaneda
[email protected]__________
Nota: La ondina del lago azul será publicada por capítulos a partir del 1 de marzo

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