Con la llegada del mes de diciembre, todos salimos más de lo habitual a almorzar y cenar a la calle, a reunirnos con los compañeros, amigos y familiares, a sentarnos alrededor de una mesa bien dispuesta… y se presentan más ocasiones para escuchar una expresión que la mayoría regala creyéndola útil, cuando debería estar prohibida por siempre jamás… Ésta es la consabida frase exclamativa: “¡Que aproveche! o ¡”Buen provecho”!
Poniéndonos exigentes y con el papel de fumar en la mano, está fuera del protocolo y las normas básicas de etiqueta, pero ajustándonos simplemente a la buena educación, también se encontraría fuera de lugar. Es una expresión tan antigua como la posguerra, en la que había que sacar partido (provecho) de la comida presente por si no había otra más adelante, y con ella se invitaba -de paso- al comensal a liberar el correspondiente gas procedente del tracto digestivo (eufemismo se llama la cosa), para que éste se quedara bien a gusto y relajado… Como veréis, toda una demostración de refinamiento y buenos modales.
Por otra parte, cada vez que alguien profiere el impertinente “que aproveche”, está obligando al personal que disfruta de su comida, a responder con un “gracias” que no siempre es de buen gusto contemplar, ya que muy probablemente sea pronunciado con la boca llena. A este respecto, puedo contar una anécdota personal, vivida hace bastantes años y que ya entonces, me hizo renegar de esas dos palabrejas con ínfulas de orden militar. Aún no sabía que era de mal gusto, pero ya lo iba sospechando…
Cuando yo trabajaba en P.Q.S. (ahora Brenntag Química), teníamos hora y media para almorzar, y los que no vivíamos en Dos Hermanas (donde se situaba la empresa), no podíamos sino quedarnos en la cocina de las instalaciones a comer, fiambrera en ristre. Allí nos íbamos reuniendo todos los de la capital a almorzar, pero no todos a un tiempo, sino cuando cada uno iba terminando su trabajo. Así, cada vez que un empleado entraba en la cocina, soltaba el obligado “que aproveche”, interrumpiendo el almuerzo a los que ya se encontraban tenedor en mano. Llegué a contar unos veinte aprovechamientos durante una de mis comidas… con sus consiguientes interrupciones, gracias y aproximaciones al atragantamiento. Y eso, cada día. De vez en cuando, si el bolsillo me lo permitía, cogía el coche y me acercaba a La Motilla (urbanización próxima a P.Q.S.) para ver si ingería más y aprovechaba menos…
Lo aconsejado y más razonable en estos casos sería que el camarero, o quien sirviera la comida le deseara un “que disfrute de su almuerzo” al interfecto, ANTES de empezar y cuando ya le ha servido el primer plato. Nada de ir preguntando “¿todo está bien?” al comensal cada quince minutos (eso ocurre en algunos sitios), que es tan impertinente como el “que aproveche” referido. Y si el “aprovechado” en cuestión responde con un “si gustas…”, apaga y vámonos. Entonces ninguno de los dos se sentirá molesto, porque habrán estudiado en la misma escuela.
Que vosotros disfrutéis de vuestras comidas navideñas, sin interrupciones superfluas y en paz. Os lo desea una amiga que se resiste a ser una comilona aprovechada… ;-)