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La parte de Guermantes

Publicado el 02 enero 2011 por Dukespeaks

La persona que yo aún era en aquel momento tal vez no estuviese condenada a una próxima destrucción. (p. 118)
Para empezar, ni una palabra sobre las muchachas en flor, las turistas púberes de Balbec (quizá sólo en la p. 337, cuando dice "Andrée compadecía demasiado a Albertine por quererla mucho"). ¿Cuántas veces, queridos amigos, hemos tenido que privarnos de una mujer que nos enloquece y superar las decepciones?.
"Aun así -después de haber visto que las calles de París, como las carreteras de Balbec, estaban adornadas con aquellas bellezas desconocidas que tantas veces había yo deseado ver surgir de los bosques de Méséglise y cada una de las cuales despertaba un deseo voluptuoso que sólo ella parecía poder saciar-, me sentía menos triste de estar enfermo, de no haber tenido aún jamás el valor de ponerme a trabajar, a comenzar un libro, la Tierra parecía una morada más agradable, la vida un recorrido más interesante". (pp. 62-63)
Desde un punto de vista balzaciano, es decir, completamente literario, el novelista sitúa al joven Marcel en uno de los departamentos anexos al palacete de Guermantes, de modo que puede ver casi a diario la salida de Oriane (en sus ojos estaba cautivo el azul de una tarde de Francia, Gloria a la marquesa de Guermantes), tía del suboficial Saint-Loup. Este chico tenía una amante, que el propio Marcel había visto ofrecerse por 20 francos (se entra al mundo de la prostitución precisamente por eso, por hambre).
La locura de hacer de una prostituta un ídolo inalcanzable Rachel era el nombre de guerra de Zezette en el burdel aquel (Cfr. p. 166). Y es inevitable asociar el nombre al éxito de Miguel Ríos: Raquel es un burdel.

Enfermedad, ocaso y muerte

En efecto, hasta las estrellas se consumen y se convierten en enanas blancas. ¡Pero qué difícil es aceptarlo para nuestro refinado cerebro!. Cámbiese todo el discurso de Marcel sobre su querida abuela materna, y póngase el propio nombre del autor, y se estará en posición de leer una de las mejores partes de todo este edificio narrativo: El autor de talento que se ve morir y batalla contra el tiempo antes del final. Es extraordinario, conmovedor, verdadero tour de force.
Muere la abuela. "Al retirarse, la vida acababa de llevarse las desilusiones de la vida. Una sonrisa parecía posada en los labios de mi abuela. En aquel lecho fúnebre, la muerte, como el escultor de la Edad Media, la había acostado bajo la apariencia de una muchacha". (p. 363)

Visita de Albertine

Tenemos que llegar al Cap. II para saber algo de la pandilla de Balbec. Pero el chico ha cambiado, ha mudado sus intereses afectivos por la nena de la playa. No sólo no sentía yo ya amor por ella, sino que, además, ni siquiera debía temer ya -como habría podido en Balbec- destruir en ella una amistad para conmigo que hubiera dejado de existir. (p. 377)
Albertine como encarnación de campesinita francesa cuyo modelo en piedra se encuentra en Saint-André-des-Champs.
Aquí, en palabras del propio autor, una clave que sostiene su universo narrativo: ¿Qué podemos afirmar, puesto que lo que habíamos creído probable al principio ha resultado falso a continuación y resulta en tercer lugar verdadero? (p. 382)
El rodeo de muchos años inútiles, antes de que se declarara la vocación invencible cuya historia es esta novela. (Cfr. p. 420) Es así como el artista abandona todo lo demás y se consagra al llamado de su corazón, amor verdadero si los hay. Morir por el libro (o error de cálculo en el Caso Rushdie, Los versos satánicos).

El incierto futuro

"Y parece que en una sociedad igualitaria la cortesía desaparecería -no, como se cree, por falta de educación, sino- porque en unos desaparecería la deferencia debida al prestigio, que debe ser imaginario para ser eficaz, y sobretodo en los otros la amabilidad que se prodiga y se aguza cuando sentimos que tiene, para quien la recibe, un valor infinito, que en un mundo basado en la igualdad decaería de súbito hasta quedar reducida a nada, como todo lo que tenía un simple valor fiduciario, pero esa desaparición de la cortesía en una sociedad nueva no es segura y a veces estamos demasiado dispuestos a creer que las condiciones actuales de un estado de cosas son las únicas posibles. Inteligencias muy poderosas han creído que una república no podría tener diplomacia y alianzas y que la clase campesina no soportaría la separación de la Iglesia y del Estado. Al fin y al cabo, la cortesía en una sociedad igualitaria no sería un milagro mayor que el éxito de los ferrocarriles y la utilización militar del aeroplano. Además, si hasta la cortesía desapareciera, nada demuestra que ello constituyese una desgracia. A fin de cuentas, ¿no estaría una sociedad secretamente jerarquizada a medida que fuera, de hecho, más democrática? Es muy posible. El poder político de los Papas ha aumentado mucho desde que han dejado de tener Estado y ejército, las catedrales tenían un prestigio mucho mayor para un devoto del siglo XVII que para un ateo del Siglo XX y, si la princesa de Parma hubiera sido soberana de un Estado, seguramente se me habría ocurrido hablar de ella más o menos como de un Presiden de la República, es decir, en absoluto". (p. 479) Y es que, luego de intentarlo de diversos modos, enamorado de Oriane, se ha decepcionado en seguida del más prestigioso salón de la decadente aristocracia francesa. Aunque le reconoce lo suyo, lo critica y supera. Lo que llegó a creer, no es real. Este es un modo de decirlo. Al final de cuentas, las obras de los grandes escritores están hechas de humillaciones y sufrimientos. Flaubert mismo carecía de facilidad para escribir, y se leen mejor sus cartas que sus novelas. Y es que en la época de Marcel joven, conocía más libros que personas, mejor la literatura que la alta sociedad.

El Sr. y la Sra. Guermantes En todo caso, la vida de los salones parisinos es el escenario de un joven soñador enamorado de una señora de mundo. "Su mentalidad [la de Oriane], de formación tan anterior a la mía, era para mí el equivalente de lo que me habían ofrecido los andares de las muchachas de la pandilla al borde del mar" ( p. 529)
El Señor Guermantes, de buena presencia física aunque no tan ingenioso como su mujer, le cogía la mano al padre del joven Marcel, un médico célebre colega de Cottard, y reteniéndola en la suya, se la acariciaba inlcuso para demostrarle con impudor de cortesana, que no le regateaba el contacto con su preciosa carne (Cfr. p. 35).
Por otra parte, es interesante como Proust maneja términos matemáticos con exactitud, muy al estilo de Tólstoi: coeficiente, acercarse a cero, la entidad inexistente de la cuadratura del círculo, etc. Se atreve, incluso, a comentar que Poncairé no estaba seguro de que las matemáticas fueran rigurosamente exactas.
La Costa Dorada de Pont-le-Duc
Pronunciación Île-de-France
Resulta difícil escribir el francés exquisito de Enrique IV
29.10.2010 Hace una tarde gris con viento aullador por el tercer frente frío de la temporada. Swann se está muriendo. Si acaso, sobreviva unos 4 meses, por lo que lamenta no poder acompañar a Los Guermantes a su próximo viaje a Venecia. Terminé de leer este volumen a las 17:32:29.

Todas las citas las he tomado de: Marcel Proust, En busca del tiempo perdido III: La parte de Guermantes, Trad. de Carlos Manzano. Editorial Lumen. Palabra en el Tiempo. Colección dirigida por Antonio Vilanova. Primera edición: 2002. Barcelona, España. 629 p.


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