Una imagen se me viene a la cabeza una y otra vez desde la segunda semana de confinamiento ( la primera fue un poco de prueba, incredulidad, asombro): Un coche se para en mitad de la calle entorpeciendo el tráfico. La gente del entorno, con muy buena voluntad y sin conocer de nada al conductor, se acerca para empujar y desatascar la situación. En la terraza del bar de la misma acera ha quedado un grupo sentado en una mesa que se limitan a contemplar la situación y criticarla sin aportar nada más que mala baba. Se ríen, llaman inútiles a los que empujan y se piden otra caña mientras se rascan los huevos.También me he acordado de Eric Cantona y aquella patada voladora que propinó a un espectador cuando se retiraba del terreno de juego tras ser expulsado.
En mis comienzos en el taller de “El Bofo”, la créme de la créme del ciclismo local del momento y glorias pasadas tenían montada su base de reuniones y tertulias en los locales de mi jefe. Mientras trabajábamos las motos y las bicis, las anécdotas de competiciones y entrenamientos llenaban el ambiente. El populacho asistía los domingos, ferias y fiestas de guardar a las competiciones que se celebraban en la pista municipal; muy abundantes en épocas pasadas. El ciclismo siempre ha tenido un seguimiento de masas en nuestro municipio; junto con el futbol siempre ha sido el deporte rey. Al igual que en el futbol, los aficionados se dejaban llevar por sus más bajas pasiones. Y era muy normal el insulto, a voz en grito, del espectador al ciclista de turno, igual que ocurre en las gradas de todos los campos de futbol.
- —¡Bribón, pero dale a los pedales, hijo de...!
- —¡A ver qué coño has hecho! ¡Tonto, si no sabes nadar para qué te acercas!
