(foto REUTERS)
LA PROTESTA DE ayer contra José María Aznar en la Universidad de Oviedo y su falta de corrección, impropia de una persona de tanta experiencia política, me ha recordado un hecho parecido, aunque resuelto de una forma distinta. Doy por hecho que este tipo de situaciones nunca son fáciles de resolver, aunque no es menos cierto que tanto el ex presidente del gobierno como su equipo sabían perfectamente a lo que se enfrentaban. Comenzaré por decir que Aznar tiene derecho a dar una conferencia donde le plazca, pero las reglas del juego democrático también le obligan a mantener la compostura. Mal que le pese, tendrá que convivir con eso mientras viva.
Lo de ayer, como digo, me recordó a una visita de Gallardón como presidente de la Comunidad a una Facultad de la Complutense junto al entonces consejero de Educación Carlos Mayor Oreja. Debió ser en la primavera de 2003, en plena ebullición social por la guerra de Irak. Gallardón pudo haber anulado la visita, después de que sus escoltas le avisaran de que los ánimos estaban muy caldeados y de que los chicos le iban a reventar el acto. No sólo no lo hizo sino que le dio la vuelta tratando de sacar rédito político de una situación endiabladamente difícil. A su llegada, Gallardón le dijo a los suyos: "Aquí todo el mundo tranquilo y, sobre todo, no respondáis a ni una sola provocación". A la hora de los discursos, y como arreciaban los gritos e insultos en el salón de actos, Gallardón pidió a duras penas que le dejaran hablar con el compromiso de ceder el micro a uno de los más exaltados para que dijera lo que quisiera sobre el PP y la guerra. Aquello calmó algo la situación y, aunque no pudo evitar que los chicos le siguieran increpando durante todo el trayecto a pie por el campus, consiguió salir airoso dándole la vuelta a un episodio de máxima tensión. Gallardón evitó utilizar su coche oficial, para no permanecer bloqueado, se subió incluso a un autobús de la EMT, y salió de allí, creo recordar que en Metro, sin grandes complicaciones, más allá de la larga e imprevista caminata.
Aznar, en cambio, con su grosero gesto de ayer sacando el dedito a pasear nos recordó a Berlusconi, por más que los insultos de “fascista” y “criminal” le dolieran. Estaba en una Facultad, ¿qué esparaba, incienso y pétalos de rosa?
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