Dicen que actualmente el mejor cine norteamericano viene en capítulos o episodios.
¿Quién es esta pelirroja?, rutilante Eva expulsada acaso del Edén más gris y casto, una especie de Venus voluptuosa de Botticelli, nacida entre las aguas mas bravías de la naturaleza. ¿Será la estética glamorosa de la serie?, ¿el lujo y grandilocuencia de la moda sesentera? que tan bien le sientan a Joan Holloway (Christina Hendricks). En cada capítulo de la serie, pareciera que asistimos a un spot publicitario permanente, por lo cuidadas y artísticas que son sus escenas. Y entre los largos silencios y el humo eterno de los cigarrillos de los jefes, la secretaria pellirroja se contonea, sabiéndose hermosamente perniciosa, por los pasillos de las oficinas como en ralentí, casi rozando los cuerpos masculinos en arrebatadora provocación. Por todos lados este personaje rezuma sensualidad: el pelo recogido, la forma de hablar, la manera de usar el pintalabios, la cadencia al bailar, el codo apoyado en la cintura al fumar. No falta el siempre llamativo y sensual vestido rojo que portado por algunas mujeres es elevado a la categoría de mito, tanto que es fuente de inspiración para canciones y películas. En los pletóricos labios de coral de esta mujer, hasta el horrible acto de fumar es elevado a la categoría de arte. Y no me digan que Megan Fox es despampanante- no me jodan-, si está más delgada que un churro. Si acaso, a ratos Mónica Bellucci (Malena), Scarlett Johansson(Break Point) o Eva Mendes. Mejor terminemos de una vez, parafraseando la voz quebrada de Roger Sterling -jefe y amante de Joan Holloway-, todavía convaleciente después de haber sufrido un infarto: “Quiero que sepas que te lo diré desde el fondo de mi averiado corazón. Eres la mejor mujer que tuve y no me importa quién se entere. Me alegro de haber recorrido esas curvas”. Sí, y mis ojos también.