Un cartelito cutre y escrito a mano en una hoja cualquiera rezaba: "Cierre por jubilación". ¡No me jooodas! ¡¡¡No no no no no!!! ¡¿Y ahora qué hago?! ¡¡Si es el tío que me corta el pelo desde que tengo uso de razón!! ¡¡Fijo que otro no me sabe hacer lo que me hacía él!! (como si mi peinado fuera un recogido de Llongueras).
Sigo andando dirección a casa y la primera idea no exenta de gracia que me pasa por la cabeza es: "Pues me hago grunge y me dejo greñas rollo moderno". El muy gastado oxímoron: peinado despeinado. Y así pensativo y jodido me voy para casa.
Entro alterado en casa gritándole a mi madre: "¡¡¡Que me cierra el barbero mama!!!". Vosotros pensaréis: "Joder, se ahoga en un vaso de agua". Y ella con su espectacular habilidad para destrozarme cualquier teoría o pensamiento contesta: "Pues ve al de tu hermano". Resulta que el presumiblemente "nuevo barbero" está en otro pueblo y es bastante más caro. Este ya tiene estatus de "Peluquería".
"Macho, estás jodido", pensé yo. Acostumbrado a un barbero con un local cutre, con el típico estante lleno de colonias (el mayor arsenal mundial de Brummel), una tele de los 70 con el altavoz estropeado... Meterme en una peluquería me acojonaba. El ya sólo hecho de pagar más porque el sitio es de diseño ya me calentaba los - mmm... - dedos de los pies, digamos.
Mi preocupación va en aumento los días siguientes. Pregunto a la gente. "¿Y tú a cual vas? ¿Estás contento con él?". En un pueblo de 5000 habitantes tampoco hay muchas opciones y la posibilidad de tener que coger el coche para ir a un barbero foráneo la descarté totalmente (quién sabe porqué).
La primera decisión fue la negación. "Esto no está pasando, tío. Ya verás como dentro de 2 días el tío se aburre y vuelve a abrir". En esa espera, digamos que me tiré cerca de.... nada, unos ¡2 meses! Al final llegó el momento en que maldije al Xavi del pasado, por dejarle la decisión al Xavi del futuro. "Me ca la puta, algo hay que hacer, hay que decidir porqué con el afro que llevo me ficharán para hacer el musical de Jacksons 5".
Nueva discusión con mi madre y nada, decidimos (bueno, decidió) que fuera a su peluquería del pueblo, que era "unisex". Me la comí doblada, vamos. El hecho de que la señora peluquera también corte el pelo a hombres NO significa que sea unisex.
Total, llega el día y me presento superpuntual por indicación de mi madre: "Si no vas a la hora no coge a nadie! Vete ya para allá!". Pienso: "Bien, negocio serio". Nada más lejos de la realidad. Entro, saludo educado y me siento. Me siento observado. Observo yo. "Mmmm, pues anda que no es distinto esto. ¡¡Aquí no está la interviú!! ¡Y cuantos potingues! ¿Y qué cojones se oye todo rato?".
Ese ruido eran las 3 típicas señoras de pueblo en plan gallináceo, discutiendo sobre cualquier chisme: "¿Sabes lo que le ha pasado a la Paqui? pues resulta que su marido ha ido al baile y NO se la ha llevado. ¡Qué cabreo lleva!". Os podéis imaginar, creo. En MI barbero, lleno de jubilados y padres, pues coño, se hablaba de fútbol claro. Siempre recordaré una frase que para mí ya es mítica: "Lo que tenemos que hacer cuando venga el Mijatovic ese al Camp Nou es ponerlo en un pedestal y tirarle piedras". Y todo el mundo incluido yo jiji jaja a carcajada limpia. Aunque como tenía 14 años pensé: "Pues no son bestias". Ahí, ahí es donde la juventud se forja unos colores. A los vikingos y los pericos ni agua.
Volviendo a la peluquería, después de observar y callar me doy cuenta: "¡Señoooraa que ya son menos cuarto! ¡¡Llevo un cuarto de hora esperando!!". Como estoy en sitio nuevo, tampoco me voy a quejar. "Será un día malo" pienso, que está ella sola y lleva a tres gallinas. ¡Craso error! No era un día malo. Algo a lo que me acostumbraría más tarde.
Mi sorpresa inicial se convierte en desesperación: "Las 19:15 y aún estoy aquí sentado. ¡Pero qué miiierda es esto!". En MI barbero, en 20 minutos me había divertido un montón, había aprendido el arte de rajar y me había cortado el pelo.
19:20h y palabras mágicas: "Xavi, ya puedes pasar, siéntate aquí". "Ya era hora señora, que me ha crecido la barba ¡1 cm ya!". Nervios. A ver qué mierdas me hace en el pelo. Me prepara y me deja y se va a otra señora. Yo estupefacto: "¡¡Hostias, pero que ya había empezado conmigo!! ¿Pa qué coño se va para otro lado?". Flipo. Yo no genero conversación ninguna. Es la conocida sensación del pulpo en el garaje. Sonrío de vez en cuando en algún comentario.
A las 19:40 se aproxima y las palabras temidas: "Bien Xavi, qué te hago?". A mí se me escapa: "Lo de siemp...". ¡Mierda! Aquí no hay lo de siempre. "Mmmm... pues corto, no sé, bien corto. Que no pase mucho calor que estamos en verano, ¿no?". Ahí la señora hizo una pausa interminable en la que probablemente pensó: "Este se piensa que esto es como lo bolsos, que hay de temporada. Y con estas indicaciones le voy a hacer lo que me salga del pepe, total, ¡no se va a quejar!".
Finalmente quedamos que cortara como le pareciera con la premisa que fuera corto. Total, un cambio de look después de 20 años no me haría daño. Todas las señoras mirándome. Yo sudando debajo de la sábana de color púrpura. Me pulveriza agua por el pelo, de una magnífica botella de aluminio etiquetada con la fórmula H20. ¿Para qué? No lo sabré nunca, pero siempre lo hace. Coge la moto, de momento más o menos bien. Me corta por toda la parte lateral y trasera de la cocorota. Hay que decir que llevo gafas, que me quito cuando me cortan el pelo, así que cualquier intento de ver qué está haciendo a través del espejo es nulo.
Cuando las tijeras hicieron aparición ya me comencé a poner nervioso. Pregunta: ¿Y si en lugar del pelo para atrás, lo peinamos para delante? “Mmmm…mmmm…¡dále, dále!”. Y así en menos de 10 minutos había finalizado. Cabe decir que cuando terminó, aparte de estar sudando, me puse los ojos de nuevo y vi que no había quedado nada mal. Distinto, pero bien.
Salí por la puerta a las 19:55. Exactamente 1 hora y 25 minutos después. Tócate los cojones MariLoli. El pelo, después de tanto drama, pues bien. Mejor de lo que estaba después de 3 meses sin ir la verdad. Ayudó también el comentario de una de las gallinas, que habían seguido todo el proceso con inusitada curiosidad, diciéndome: “Mucho mejor ahora que antes, estás muy guapo”. Aseveración sin mucho fundamento, también soy el sex symbol de la residencia de abuelos dónde se encuentra mi abuela.
Al final, ¡prueba superada! Pero me adentré en un nuevo mundo, de cotilleo, chismes, esperas interminables... nada que una Nintendo DS o un iPhone y unos cascos no puedan arreglar.