La perdurabilidad de lo efímero

Christer Strömholm, Nana, 1960

Lo efímero.
Una fracción de segundo,
o un momento en el día.
Tu mirada que viaja
desde tu brillo de interrogación
hasta mi guiño cómplice;
y a los cinco minutos
desde tu gesto opaco
hasta el mío de resignación.
La transitoriedad desesperante
de la repetición,
mi cabeza que golpea la puerta.
¿O es tu puerta que al cerrarse
golpea mi cabeza?

El momento que,
una tarde cualquiera
de esas que no te cambió la vida,
se congeló en el relato
de esta escritora.
La cama que se vuelve a tender
con urgencia y sin vestigios de perfume
después del sexo sin amor.
La palabra no dicha
a la 1.00 pm
y que se te atragantó
en el esternón.
Tu llama que se enciende
y se extingue
cuando tu mano
busca lo sublime
en sitios equivocados,
eran kilómetros más arriba.
El deseo mutuo
cuando se sale de la banquina
y no sobrevive al accidente.
El accidente
al que trato de sobrevivir
mientras escribo sin nombrarte.
Las fotos que te saqué
y no llegamos a mostrar.
Tu boca que se cierra
a los besos que te quise regalar.
Mi nombre escrito
sobre el vidrio empañado del baño
que hubo que borrar
con el mismo toallón húmedo
con el que nos secamos.
Un nombre propio
inentendible para vos
ya que por lo visto
no sabés ni querés pronunciarlo.
Yo, siempre tan dedicada
y tan multifunción
que juego con estas palabras
para hacer de lo efímero
algo mínimamente perdurable.
Demasiados textos ya
para tan poca historia.

Patricia Lohin

“…sabíamos que esto iba a ser perdurable, es decir todo lo perdurable que admite lo transitorio”.
“La borra del café” – Mario Benedetti.
Imagen: Christer Strömholm, Nana, 1960
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