Hace mucho tiempo que colecciono piedras. Las recojo de las ciudades a las que voy llegando. Las elijo, las clasifico según el color y la forma. Mis preferidas son las alargadas con forma de hoja. La punta de mi bota las golpea y las aparta, una forma de selección. En esta tarde caprichosa, ando con la cabeza baja examinando las piedras que dan forma a este paseo de los tristes. El sol decae sobre los muros de la Alhambra y juega entre los versos que habitan el sendero. Un perro va por delante, olisquea algún rastro que yo no sigo. Se mea entre unas matas y mis pies se encaminan hacia el pequeño río amarillo que brilla en la luz del atardecer. Ahí la veo. Me gusta: clara pero no blanca, algo estriada para que no resbale, el tamaño es bueno. Ésta es mi piedra. La cojo, está húmeda, con restos de orín. Ésta es la que quiero. La abrigo dentro de la mano. Saco el rotulador y escribo: Granada, otoño 2008.
Texto e imagen: María Jesús Silva