Revista Talentos

La pobreza como forma de vida

Publicado el 12 diciembre 2011 por Alfredomilano

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(2) LA POBREZA COMO FORMA DE VIDA

“La pasión de la inacción, tiene, para triunfar,

una ventaja sobre las demás pasiones,

y es que no exige nada”.

Jaime Luciano Balmes (1810-1848)

Entre los años ‘50 y ’60 del pasado siglo 20 era común en Venezuela oir la expresión “pobre pero honrado”, y esa frase fue desapareciendo del léxico cotidiano, hasta ser sustituida por un desafiante “tengo derecho a que el Estado me dé”…

El advenimiento de una democracia conscientemente mal entendida por unos cuantos de los dirigentes del momento, quienes inauguraron y estimularon las invasiones de terrenos urbanos, trajo su carga de corrupción de las actitudes de la gente.

Esa última declaración de “tengo derecho”, sin asociarla a su necesaria contraparte “tengo deberes”, pone de manifiesto un cambio radical en lo que había sido la concepción del mundo por parte de la mayor parte de las personas pobres hasta esa época.

Generalmente, el pobre consideraba que si aplicaba sus mejores esfuerzos a trabajar, a prepararse, a estudiar, tendría la oportunidad de mejorar su nivel de vida y superar el estado de pobreza en el que estaba sumido.

Con el auspicio del clientelismo político vino aparejado el fomento del facilismo y, en muchas ocasiones, al pobre se le utilizó como bandera de partidos políticos de cualquier corriente (en unos casos era parte de unas llamadas “masas populares”, en otros era un representante del “proletariado explotado”) y se le acostumbró a recibir dádivas concedidas por un Estado gobernado por líderes que con frecuencia se auto-consideraban dueños del patrimonio público, y cuya visión de futuro del país a mediano y largo plazos distaba de ser la más apropiada para el sano desarrollo económico y moral de los habitantes del país.

Hubo una especie de “glorificación”, de “endiosamiento”, del hecho de ser pobre, que le otorgó un gran poder a esa circunstancia y, en lugar de que el cambio político hacia la democracia fuera un factor de desarrollo para los pobres, lo que hizo fue propiciar el hundimiento de algunas de esas capas de la población en una forma de vida caracterizada por la dependencia, el esperar pasivamente que el Estado se ocupe de ellas antes que dedicarse activamente a diseñar –en lo individual y lo colectivo- las estrategias positivas para ir saliendo de esa pobreza.

A porciones de esa población se les convirtió gradualmente en una especie de lumpen, continuamente esperando a que los mantengan “porque tienen derecho a eso”, ya que supuestamente “por muchos años se les despojó de la parte que les correspondía de la riqueza del país” y eso es suficiente para explicar su pobreza.

Este lenguaje muestra una actitud muy diferente a la que antes había caracterizado a la mayor parte de la población pobre, que decía que lo que le interesaba era “trabajar pa´ echar pa´lante”.

No sé si este fenómeno se habrá repetido en otros lugares de América Latina; probablemente sí, ya que pudiera decirse que las historias de nuestros países son similares.

Lo preocupante ahora es cómo lograr un cambio de esa actitud facilista, instaurada desde hace años en esa parte de la población que ya no percibe el esfuerzo propio y el trabajo como los vehículos para lograr algo positivo, sino que acude a las oficinas del partido político de turno a esperar que le den “algo” (llámese beca, ayuda, “cambur”, etc.) o atiende al llamado gubernamental a dirigirse a los entes oficiales para cobrar por taquilla la misión o el bono, y así ir pasando la vida, sobreviviendo con el regalo oficial y procreando hijos a los que transmite ese “estilo de vida” dependiente y parasitario, que no le hace responsable de sí mismo ni de sus hijos.


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