LA POS-MUJER FATAL: BANALIZACIÓN Y TRIVIALIZACIÓN DE UN MITO
Le sigue, pocos años después, Atracción fatal (Fatal Attraction, de Adrian Lyne, 1987)[6]. La protagonista (encarnada en el film por Glen Close) seduce fatalmente a un padre de familia (Michael Douglas), que ve cómo su mundo familiar se desmorona cuando ella se cruza en su camino. “Ella viste siempre de blanco, tiene una melena dorada y un cuerpo que pierde a los hombres. Seduce a uno de ellos, lo convierte en su amante, lo hechiza para que mate a su marido colgándole el muerto mientras ella disfruta de su dinero en el Caribe”[7]. Según Rosa María Rodríguez Magda, la protagonista representa una inversión de los roles tradicionales, mostrándonos a Michael Douglas en una situación habitualmente femenina, si bien es cierto que el film es ideológicamente ambiguo, pues a pesar de lo novedoso de esta situación, “no deja de estar anclado en la contraimagen de la mujer perversa según un imaginario androcéntrico habitual”[8]. Con Amistades peligrosas (de Stephen Frears, 1988), Glen Close, se convirtió en la actriz más malvada y perversa en la pantalla y en la más odiada fuera de ella. En su papel de la Marquesa de Merteuil crea a la mujer más sutilmente perversa, pérfida, intrigante y maquiavélica estratega. Paul Verhoeven reincidirá en el tema de la asesina devoradora en Instinto básico (Basic Instint, 1992), que significó la consagración de la actriz Sharon Stone. La protagonista, mujer inteligente y
En la famosa escena del interrogatorio, cuando ella mira desafiante a los hombres que la interpelan y descruza y vuelve a cruzar las piernas mostrando su sexo desnudo, en ningún momento abandona su posición de superioridad, es su aplomo transgresor el que los descoloca, en su desconcierto ellos son sólo marionetas con los que la protagonista juega, consiguiendo invertir el efecto de poder de la mirada. Aquí quien domina no es quien mira, sino la que se muestra y sabe a los otros atrapados en la atracción que, como objeto/sujeto, posee[9]. El cine, fábrica de sueños y productor y divulgador de mitos ha sido el último soporte de este estereotipo mítico de la femme fatale, un sueño de belleza y perdición[10], que, a través de los mitos de Pandora el mal amable, de Lilith la rebelde y libertaria, de Eva la tentadora, de la doncella venenosa y serpentina, de la bruja diabolizada y hechicera y de tantas figuras y estereotipos creados por el misógino imaginario masculino, hemos tratado en este ensayo de escudriñar y explicitar[11]. En todos ellos se nos ha mostrado la misma evidencia: todas estas figuras y representaciones de la mujer -como una especie de mantis religiosa rendida por el placer sexual, que utiliza para destruir a sus amantes todo tipo de estratagemas y medios arteros- no son sino representaciones culturalmente construidas, artefactos creados por el hombre-Pigmalión[12] y por tanto determinadas por uncódigo de expectativas esencialmente androcéntrico y patriarcal La famosa afirmación de Josef von Sternberg, Marlene no es Marlene, Marlene soy yo[13]encerraría entonces, como epítome, lo que hemos querido mostrar en este ensayo: todos esos mitos, estereotipos, arquetipos o modelos, representaciones e imágenes peyorativas y denigratorias de la mujer, que han atravesado la historia humana desde su origen, no han sido mas que un fatídico sueño masculino.
Tomás Moreno
[1] Ibid., p. 163.[2] Ibíd.[3] Ibid. [4]Un interesante análisis de películas representativas de este subgénero en: Eva Victoria Lema Trillo, "Los Modelos de Género Masculino y Femenino en el cine de Hollywood: 1990-2000", Tesis Doctoral presentada en la facultad de CC. de la Información, Universidad Complutense de Madrid, 2002. Sobre el tema de la mujer fatal en el cine de ésta época son interesantes: Lynda Hart, Fatal Women, Princeton University Press, 1994; Marta Belluscio, Les Fatales ¡Bang, Bang! Una mirada de mujer al mundo femenino del género negro, Editorial la Máscara, Valencia, 1996.[5] J. Batlló y X. Pérez, op. cit., pp. 87-88. [6] Director británico afincado en Estados Unidos que dirigó también Una proposición indecente(Indecent proposal, 1993) y Lolita (1997). En esta famosa película, inspirada en la novela homónima de Vladimir Nabokov, se analiza otro estereotipo femenino de larga trayectoria en el cine y la literatura contemporánea y, en parte relacionado con el estereotipo que analizamos aquí: el de la nínfula tentadora, (de nymphets en inglés): jovencita, preadolescente u adolescente (de entre nueve y catorce años) que establece relaciones sentimentales y sexuales con un hombre maduro, cuya pasión desenfrenada por la joven le causará su perdición. Cf. Roman Gubern, Máscaras de la ficción, op. cit., pp. 88-94). La mitología griega, afirma, Gubern, inventó su antecedente, las ninfas, divinidades femeninas, de condición núbil, que eran presas eróticas predilectas de los sátiros lascivos (Ibíd.., p. 89) [7] Rosa María Rodríguez Magda, El placer del simulacro. Mujer, razón y erotismo, Icaria, Barcelona, 2003, p. 139. [8] Ibíd., p. 120. [9] Ibíd. [10] Sueño que funde e integra dos simbologías y constelaciones míticas: una diurna o solar (la belleza y atractivo sexual irradiantes de la mujer fatal) y otra nocturna y lunar (la amenaza inherente a sus letales y diabólicos poderes). Cf. Gilbert Durand, Estructuras antropológicas de lo imaginario, op. cit.[11]Este microensayo es el último epígrafe del capítulo IX del ensayo inédito del autor: De Pandora a la Femme Fatale. Mitos, figuras y estereotipos de estigmatización femenina. [12] Según nos informa el poeta Ovidio (Metamorfosis X) el legendario rey de Creta talló en marfil la escultura de una mujer tan hermosa que quedó rendido ante ella. Tal fue la pasión que despertó en el propio autor su obra, que pidió a Afrodita le diera por esposa una mujer lo más parecida posible a la de la estatua. La diosa escuchó los ruegos del enamorado Pigmalión e hizo que la escultura se convirtiera en una mujer de verdad. Galatea fue el nombre elegido para ella. Sobre el Mito de Pigmalión, sus distintas variantes e influencias desde el Romanticismo en la literatura y las artes plásticas, el cine y la ciencia ficción de nuestra tradición cultural, véanse: Ana Rueda, Pigmalión y Galatea: Refracciones Modernas de un mito, Fundamentos, Madrid, 1998; Victor Stoichita, Simulacros. El efecto Pigmalión: de Ovidio a Hitchcock, Siruela, Madrid, 2006 y Fernándo Broncano y David H. de la Fuente (eds.), De Galatea a Barbie. Autómatas, robots y otras figuras de la construcción femenina, Lengua de Trapo, Madrid, 2010.[13]Que recuerda la que decía Flaubert de la protagonista de su más célebre novela: Madame Bovary, c’est moi.