¿Nos damos cuenta de lo que está sucediendo actualmente en España? El Gobierno ha reiterado hasta la saciedad que no quiere hacer lo que hace pero que no hay otra opción que recortar a los ciudadanos y amparar a la banca. La mayoría asume indiferente este axioma falaz que justifica el empobrecimiento galopante y los recortes de los servicios públicos. El resto; una minoría conformada por ciudadanos inquietos e indignados, movidos por un ideal que persigue la justicia social y la implicación ciudadana, y que son señalados como terroristas o peligrosos izquierdistas por los palmeros del poder.
En tiempos difíciles y siempre, lo primero que se debería pedir a los gobernantes es que hagan las cosas bien; lo segundo, que no huyan de la realidad ni la manipulen. Por encima de todo esto: poco cabe esperar de ciudadanos nada interesados en lo que sucede a su alrededor. Las encuestas vaticinan el auge de opciones minoritarias y la reducción de apoyos a los partidos mayoritarios pero, ¿son creíbles las respuestas de individuos poco preocupados en sus intereses como ciudadanos? De las encuestas publicadas, algunos deducen que el bipartidismo se encuentra en vías de extinción y lo publicitan como un gran logro. Si estamos en el ocaso de la alternancia dual —ciertamente favorecida por la ley electoral y la simplificación de mensajes— o somos testigos y actores de un cambio profundo en la conducta electoral, lo sabremos cuando se recuenten los votos. En todo caso, lo relevante, más que poner fin al bipartidismo, sería profundizar en una democracia de ciudadanos al servicio de los ciudadanos. Está por comprobar que el hartazgo, ante una política incapaz de encontrar soluciones y el afloramiento de conductas obscenas de tanto político bajo sospecha, pueda mermar el predominio de PP y PSOE. No obstante, si de encuestas se trata, siempre hay que considerar las habilidades del chef que cocina cada sondeo y nunca olvida ingredientes tan sabrosos como la creatividad o la imaginación demoscópica al servicio de la parte contratante.
Tomando la última entrega del CIS, sus barómetros anteriores y otras encuestas, lo que se detecta no es tanto el final del bipartidismo como el deterioro de la política y de los partidos políticos. Todo alrededor de los partidos huele mal y provoca rechazo. Con una izquierda perdida y una derecha incapaz; con una sociedad que dice estar asqueada y a su vez afirma no afectarle ni la corrupción política ni el fraude, ¿hay alguna posibilidad? Resulta muy significativo que cuando se pregunta por el principal problema de España (pregunta 7) un 37.4% responde que “la corrupción y el fraude”, porcentaje que se reduce al 10% cuando se plantea (pregunta 8) si esa corrupción y fraude afecta personalmente al interrogado. “Los políticos en general, los partidos y la política” es un problema para el 27.6% pero solo un 8.2% reconoce que le afecta. Es decir, una parte considerable de los encuestados observan la corrupción, el fraude y la política como algo extraño, que no le afecta. Como algo que sale en los periódicos e incendia las tertulias pero que no le perjudica: tocamos fondo y actuamos como si fueran otros los hundidos. El pequeño porcentaje que sí se siente concernido, ¿puede alterar los resultados electorales? En un post anterior preguntaba por la posibilidad de que se estuviera forjando un cambio profundo en la actitud de la ciudadanía, estos datos del CIS no avalaría tal hipótesis.
Es cierto que el ambiente electoral es adverso para los partidos mayoritarios pero también es evidente el entusiasmo interesado de determinados sectores que atisban una gran oportunidad. En todo caso, a poco que comiencen a publicarse datos positivos, la maquinaria propagandística redoblará su acción. Aventurar un cambio sustancial se antoja complicado en un país que gusta tanto de la refriega dual: derecha o izquierda, república o monarquía, creyente o ateo, Barcelona o Madrid. Por otra parte, al acercarse la fecha de los comicios, es previsible cierta concentración utilitaria del voto. En todo caso, ¿cuál es el objetivo? Entendiendo que romper al alternancia en el poder (PSOE-PP) supondría una acción profiláctica, la pregunta es si el bipartidismo es el problema. Cuando en comunidades y ayuntamientos el bipartidismo fue derrotado, ¿mejoró la gestión de los asuntos públicos? ¿Hubo mayor transparencia y sintonía con los ciudadanos?
En otros blogs: La crisis del votante medio, por Juan; Vencedores y vencidos según el barómetro del CIS, por jlv84; Más del 85%de los españoles no confían ni en Rajoy ni en Rubalcaba, rmarquez; Un gobierno suspendido (fin de la cita), por José Arsenio Pérez Romero; texto