Revista Talentos
El grupo más numeroso y cohesionado; y hasta entonces el más callado; de los palestinos, entró en acción: los habitantes de los territorios ocupados. Gaza, Cisjordania y el sector oriental de Jerusalén, cuyos habitantes ascendían a cerca de 750.000, 700.000 y 125.000, respectivamente. Una encuesta decía que el 90% de ellos apoyaban a la O.L.P., un 71% era partidario de Yasser Arafat y la gran mayoría estaba de acuerdo con la lucha terrorista contra los intereses de Israel.
El 8 de diciembre de 1987, un camión de colonos israelíes embistió un coche cargado de trabajadores palestinos en la franja de Gaza. Murieron en el choque cuatro ocupantes del vehículo palestino. Los habitantes de Gaza descendieron a las calles para protestar. Las fuerzas de ocupación israelíes reaccionaron con dureza matando a varios manifestantes.
Así comenzó la "Intifada", "la rebelión de las piedras" o levantamiento popular de los palestinos en los territorios ocupados. Una sublevación sostenida por los niños palestinos, armados de piedras, contra uno de los mejores ejércitos del mundo. Israel carente de fuerzas anti-disturbios que pudieran controlar los tumultos callejeros de la "Intifada", recurrió a las represalias militares.
Con la "Intifada" los palestinos recuperaron su papel de actores históricos, portadores de un proyecto autónomo de renacimiento nacional.
La continuidad que supo dársele al movimiento, fue fruto de la coordinación del mismo dentro de los territorios ocupados por Israel, y fuera, a través del apoyo a la O.L.P. La "Intifada" fue el telón de fondo de una actividad política que llevó a la cúpula de la O.L.P. a hacer declaraciones contra las actividades terroristas e incluso al reconocimiento implícito del Estado de Israel; al rey Hussein de Jordania a renunciar a los lazos jurídicos y administrativos que unían Cisjordania con su reino, dejando así a los palestinos libres de tutelas impuestas que sólo fomentaban la ambigüedad de convertir a Jordania en el intermediario nato con los palestinos; y llevó también al Consejo Nacional Palestino, reunido en Argel en noviembre de 1988, a aceptar el reconocimiento del derecho de todos los Estados de la región a vivir en fronteras seguras, incluido el de Palestina, proclamado independiente en la misma reunión.
La "Intifada" no fue algo accidental ni una reacción espontánea, sino que tuvo sus raíces en la misma comunidad palestina.
La "Intifada" fue la culminación de un proceso que se inició el primer día de la ocupación militar de Cisjordania y Gaza. En este proceso se encontraban las que se consideran como causas lejanas de la "Intifada" y que consistían en la práctica por parte de Israel de una represión sistemática en todas sus formas, incluida la política, con el propósito de la integración de los territorios ocupados en el mercado israelí, unido a una política sistemática de implantación de colonias judías; por otro lado, se trató de una resistencia cotidiana incesante por parte de los palestinos. Tal fue el telón de fondo que enmarcó el estallido de la "Intifada" en diciembre de 1987.
A estas causas profundas se unieron una serie de causas inmediatas, a la vez regionales e internacionales. Las más significativas fueron:
1ª) El fracaso del gobierno bicéfalo israelí de coalición para formular una respuesta adecuada al Plan Árabe de Fez en 1982.
2ª) La joven generación palestina, nacida después de 1967, no tenía gran cosa que perder, teniendo ante sí un porvenir sombrío.
3ª) La cumbre árabe de Ammán en noviembre de 1987 estuvo esencialmente consagrada a la guerra irano-iraqui, perdiendo por primera vez la cuestión palestina el papel central en las preocupaciones de los jefes de Estado árabes.
4ª) Los palestinos de los territorios ocupados perdieron la esperanza de que el arreglo de las relaciones Este-Oeste fuera a llevar a las dos grandes potencias a ocuparse más activamente de la solución del conflicto árabe-israelí.
El 9 de diciembre de 1987 estalló la "Intifada" como una revuelta popular de los jóvenes palestinos que se enfrentaron en la calle a las tropas israelíes de ocupación. Los enfrentamientos, aparentemente espontáneos, fueron aumentando en intensidad y violencia entre jóvenes desarmados y la represión militar israelí consiguiente, extendiéndose por todo Gaza y Cisjordania. De las protestas en la calle y las manifestaciones se pasó a las huelgas generales y la desobediencia civil, así como la búsqueda de un proyecto político; a estas actitudes las tropas israelíes respondieron con las armas, provocando numerosas muertes entre los palestinos.
Israel usó otro medio de represión: la deportación de los líderes de la "Intifada" a los que conducían a la frontera con Líbano, sin permitirles el regreso. Por esto y por vez primera desde que fue creado el estado de Israel, los Estados Unidos votaron a favor de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra Tel-Aviv. El documento, aprobado por unanimidad por los 15 miembros del Consejo, reunido a petición de los países árabes, "exhortaba" a Israel a no deportar a 9 palestinos, acusados de instigar la revuelta en los territorios ocupados. Israel hizo caso omiso a la resolución y continuó con esta práctica.
La O.L.P. fletó un barco, el Sol Phryne, para repatriar a 135 deportados palestinos a Israel. Pero el 15 de febrero de 1988, una bomba hundió el barco antes de que pudiera zarpar del puerto chipriota de Limassol.
El grupo judío Liga de Defensa Judía y el grupo pro sirio Frente de Salvación de Palestina, contrario al viaje de propaganda, se responsabilizaron del atentado que no causó desgracias personales.
La acción se produjo un día después de que tres destacados dirigentes de la O.L.P. muriesen víctimas de un atentado, en la misma ciudad de Limassol, donde intentaban adquirir el Sol Phryne, al fracasar en sus tentativas de comprar un ferry en Atenas.
Miembros de la O.L.P., así como su líder, Arafat, acusaron al Mossad, el servicio secreto israelí, de cometer esta acción.
Un mes después el 27 de febrero de 1988, una cadena de televisión norteamericana, filmaría unas escenas escalofriantes, que darían a conocer al mundo la tragedia que vivían los palestinos de la "Intifada". Unos soldados israelíes, que habían capturado a manifestantes palestinos que les arrojaron piedras, les sometieron a sangre fría a la rotura de los brazos golpeándolos con otras piedras.
El 16 de abril de 1988, el responsable de dirigir con tanto éxito la "Intifada", el dirigente de la O.L.P. y lugarteniente de Arafat, Abu Jihad, fue asesinado en Túnez por un comando integrado por treinta personas, en una operación minuciosamente preparada por el Mossad israelí. La muerte de Abu Jihad, nombre de guerra de Khalil al-Wazir, y jefe militar más importante de la O.L.P. después de Arafat, supuso un duro golpe para la O.L.P. y su dirigente. El asesinato fue denunciado por Egipto, Túnez, Jordania, Líbano y el presidente de la Liga Árabe.
Esta muerte produjo violentas reacciones en los territorios ocupados, donde en un sólo día se registraron trece muertos y centenares de heridos.
La "Intifada" estuvo mejor organizada que otros levantamientos anteriores, y en este sentido ofreció dos importantes novedades: en primer lugar, el destacado papel jugado por los Comités de trabajo voluntario, de los Comités de las mujeres y de los sindicatos profesionales, que supieron transmitir a toda la sociedad palestina el sentido de convivencia, de solidaridad y de responsabilidad ante sí misma. En segundo lugar, el comunicado hecho público el 10 de enero de 1988 anunciando la formación de una Dirección Nacional Unificada del Levantamiento cuya tarea consistió no sólo en formular las reivindicaciones inmediatas de orden nacional sindical, sino también en fijar las técnicas de resistencia, demostrando esta Dirección una gran capacidad de movilización, y optando por el rechazo a la ocupación y la afirmación de los derechos nacionales, que fueron los dos principales mensajes de los lanzadores de piedras, de esta generación de la "Intifada".
La continuidad de la "Intifada", desde su comienzo, no sólo con su mantenimiento sino también su intensificación, rompió viejos mitos como el de la "ocupación suave" israelí, dejando al descubierto la naturaleza militar del régimen de ocupación impuesto por Israel.
Hasta mayo de 1990 se contaron ya 942 muertos desde que estalló la "Intifada": 896 palestinos y 46 israelíes, sin que la fuerza del Ejército israelí hubiera conseguido suprimir la revuelta palestina.
La "Intifada" vio también un fenómeno extraño y violento: el asesinato por parte de los radicales, de los palestinos más moderados, a los que acusaban de "colaboracionistas" con Israel.
El 15 de abril de 1988, Israel confirmó taxativamente la conexión entre la "Intifada" y la O.L.P. Esta organización dictaba las directrices a seguir desde Túnez, a un estado mayor clandestino situado en los territorios ocupados. Así se desmentían los comentarios y suspicacias sobre actitudes separadas o marginales de los palestinos. El levantamiento popular continuó y además fue el catalizador de la toma de conciencia de la O.L.P. sobre la trascendencia del momento histórico vivido en Gaza y Cisjordania.
Los efectos y consecuencias que provocó la "Intifada" fueron los siguientes:
1º) La consolidación definitiva de la O.L.P. como el único representante legítimo del pueblo palestino, y que llevó directamente a la proclamación de la declaración de independencia y la constitución del Estado Palestino.
2º) El logro de la unanimidad en torno a la cuestión palestina, con las excepciones habituales de Estados Unidos e Israel.
3º) Efectos sobre los países árabes que recuperaron sus esperanzas en la causa palestina, a la que habían de respetar, a sus motivaciones y a sus dirigentes.
4º) Efectos sobre la comunidad israelí, aunque no sobre su gobierno, con el surgimiento de minorías en favor de la paz con los palestinos..
La O.L.P. asumió el movimiento de la "Intifada", traduciendo sus logros en estrategia política. Esta acción de la O.L.P. se articuló en torno a varios ejes:
-El primero consistió en asegurar la intensificación del movimiento.
-El segundo residió en movilizar a la opinión palestina en torno a objetivos moderados, especialmente en el establecimiento de un Estado Palestino en los territorios ocupados, confederado a Jordania.
-El tercero tratar de llevar la cuestión palestina al centro de las preocupaciones del mundo árabe.
-El cuarto consistió en beneficiarse de esa gran corriente de simpatía hacia las aspiraciones nacionales palestinas en Europa y en los países del Tercer Mundo para llegar a la convocatoria de una Conferencia internacional en favor de la paz.
El movimiento de la "Intifada", no debe ser considerado como un simple episodio de una guerra que enfrenta a israelíes y palestinos desde hace más de cuarenta años, sino que constituyó una auténtica ruptura histórica, un giro decisivo en las relaciones palestino-israelíes cuyas consecuencias pueden ser de suma importancia.
La reactivación política de la O.L.P. fue apreciable desde 1987, como se manifestó con ocasión de la reunión en Argel, en abril de ese mismo año, del Congreso Nacional Palestino, donde se consiguió la unidad de todos los sectores y fuerzas palestinos. En septiembre de 1988 Yasser Arafat pidió en el Parlamento europeo que Europa tomara a iniciativa en la convocatoria de una Conferencia internacional para negociar la paz en Oriente Medio. A pesar de la aportación de algunos elementos innovadores en la propuesta palestina quedaban pendientes dos cuestiones importantes: el reconocimiento de la existencia de Israel como Estado y la renuncia al terrorismo como forma de actividad política.
No obstante, la impresión era que la O.L.P. estaba dispuesta a tomar iniciativas políticas, estimulada en parte por el movimiento de la "Intifada" que había estallado meses antes, y cuyos aspectos más favorecedores quería controlar la O.L.P.; también en octubre Arafat se reunió con el presidente de Egipto y con el rey de Jordania, que poco antes, en agosto, había declarado que dejaba de ser responsable de los territorios palestinos ocupados por Israel, tratando sobre la posibilidad de una confederación jordano-palestina. Al mismo tiempo, Arafat intentaba reafirmar su liderazgo en la organización palestina, disputado en los años anteriores por los grupos más extremistas del movimiento palestino.
En este contexto de expectativas, se reunió el Consejo Nacional Palestino en Argel, a la 1'35 horas del día 15 de noviembre de 1988, aprobando un acuerdo decisivo: la proclamación del Estado Palestino, con la declaración de su independencia y la formación de un gobierno provisional en el exilio. Esta declaración, de perfiles históricos, contenía todos los requisitos necesarios para iniciar el ansiado proceso negociador. Con ello la O.L.P. aprobaba el acuerdo de las Naciones Unidas de noviembre de 1947 que decidía la partición de Palestina en dos Estados: Israel y Palestina, y la resolución también de Naciones Unidas de noviembre de 1967 pidiendo la retirada israelí de los territorios ocupados, que implicaba el reconocimiento de Israel por los palestinos. Al mismo tiempo se pedía la convocatoria de una Conferencia internacional de paz para Oriente Medio, con la participación de todas las partes interesadas, incluida la O.L.P., basada en las citadas declaraciones de las Naciones Unidas, debiendo reconocerse el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y su renuncia al terrorismo como medio de acción política.
Esta actitud, en opinión de Yasser Arafat, reflejaba la moderación, la flexibilidad y el realismo de la O.L.P., que se mostraba dispuesta a negociar y al reconocimiento de Israel. Puede considerarse que ha sido la "Intifada" el factor decisivo que influyó en esta resolución y que cambió los términos básicos de la cuestión palestina. Prácticamente la mayoría de los países árabes reconocieron inmediatamente al nuevo Estado Palestino, mientras que Estados Unidos lo acogió con escepticismo e Israel lo rechazó. En diciembre de 1988 esta declaración de independencia fue explicada por Arafat ante la Asamblea General de la O.N.U. reunida en Ginebra; no se pudo realizar en Estados Unidos por serle negado a Arafat el visado de entrada a este país. También en esta fecha esa misma Asamblea General dio carta de identidad al nuevo Estado acordando la denominación de Palestina en lugar de la O.L.P., valorando positivamente tal declaración de independencia, al tiempo que pedía a Israel que finalizase su ocupación militar en Gaza y Cisjordania, e instaba a la celebración de la Conferencia de paz para llegar a un acuerdo pacífico, sobre la base del derecho palestino a la autodeterminación y el derecho de Israel a la existencia.
Continuando con esta acción política, el Comité Central de la O.L.P. reunido en Túnez en abril de 1989, nombró a Yasser Arafat presidente del recién creado Estado Palestino. Se culminaba así un proceso en el que Palestina aparece como una entidad política y nacional, y adquiere un papel de primera importancia en la situación de Oriente Medio, en especial debido a tres factores: la "Intifada", la proclamación del Estado Palestino y, en el contexto internacional, el aparente convencimiento de la nueva administración norteamericana del presidente George Bush de que el proceso de paz en Oriente Medio pasaba necesariamente por un entendimiento directo entre la O.L.P. y el gobierno israelí. Estos hechos se producían, además, en unos momentos en que parecía que una coyuntura de negociación más general estaba en marcha: Egipto estaba volviendo al seno del mundo árabe, reuniéndose su presidente, Hosni Mubarak, con el Rey Hussein y con Yasser Arafat, los dos primeros visitaron Washington, y también el primer ministro de Israel I. Shamir, que fue el más decidido opositor a negociar con los palestinos. Naturalmente, Tel-Aviv se negó a negociar con la O.L.P. y el acuerdo de Argel hubiera languidecido hasta el olvido si, desde los territorios ocupados, la "Intifada" no hubiera continuado aporreando la conciencia mundial con el testimonio de su sangre.
Yasser Arafat apareció así como el estadista palestino, superador de rivalidades y diferencias, que podía ser el interlocutor válido para una negociación de paz en la que Palestina debía jugar un papel de primer orden. Y esta fuerza de Palestina y de Arafat se fundamentaba, principalmente, en cuatro hechos. la "Intifada", la declaración del rey Hussein desentendiéndose de los territorios ocupados, la constitución del Estado Palestino y la decisión del gobierno norteamericano de entablar conversaciones directas con la O.L.P. que se iniciarían en Túnez en diciembre de 1988.
El conflicto de Oriente Medio, aunque estuvo inmerso durante años en la guerra fría, por su origen y carácter era anterior y ajeno a la misma, y así este conflicto continuó activo, con sus características propias, después del final de la guerra fría. Lejos de mejorar las perspectivas para encontrar soluciones políticas a esta cuestión, las rivalidades y enfrentamientos desembocaron en la continua reactivación de los conflictos existentes. Al mismo tiempo se intentaron poner en marcha procesos de negociación y pacificación, ya fueran bilaterales, como en el caso de Egipto, o de carácter internacional en favor de una pacificación global de toda la región de Oriente Medio, sin que hasta el momento se hallan obtenido soluciones definitivas.
En el marco general de la permanente confrontación entre Israel y los árabes, el conflicto de Oriente Medio se mantuvo latente durante los últimos años de la década de los ochenta en algunos puntos, donde se continuaron produciendo enfrentamientos bélicos que hicieron que se mantuviera una situación de agitación y guerra que afectó a toda la región. Estos focos centrales del conflicto en esta reciente fase fueron principalmente dos: la guerra civil de Líbano y el conflicto entre Israel y los palestinos.
A) Líbano, entre Siria e Israel. En unos momentos en que pareció que el resto de los conflictos de la región; excepto la "Intifada", que enfrentaba a palestinos e israelíes en los territorios ocupados; se encaminaron, aunque lenta y vagamente, hacia su pacificación, en Líbano se reactivó con toda violencia la guerra civil.
La rivalidad latente que existía en este país desde los últimos meses de 1988 entre sus dos gobiernos, el cristiano militar y el musulmán civil, estalló en marzo de 1989 provocando enfrentamientos bélicos en Beirut entre el ejército cristiano del general Aoun que propiciaba una "guerra de liberación" contra Siria, y las milicias musulmanas aliadas con los sirios que apoyaban al gobierno de S. Hoss. El conflicto se concentró principalmente en la capital libanesa, cuyos sectores musulmán y cristiano fueron sometidos a duros y destructivos bombardeos por los dos bandos en lucha, generalizándose a otras ciudades del resto del país. Beirut se encontró dividido en dos sectores enfrentados: el este cristiano y el oeste musulmán, ambos destruidos y reducidos a escombros por los continuos bombardeos, con numerosos muertos y desplazamientos de la población.
La guerra se prolongó a lo largo de varios meses, con una creciente participación de Siria contra el general Aoun, a pesar de los intentos de mediación acordados tanto por Naciones Unidas en agosto, como por una Comisión árabe tripartita. Otros países se vieron además implicados en el conflicto libanés: Irak apoyando a Aoun contra su rival sirio, Israel que ocupaba una franja en el sur del país, e Irán que ayudaba a los grupos shiies extremistas.
Por fin la comisión mediadora designada por la Liga Árabe, e integrada por Arabia Saudí, Argelia y Marruecos, consiguió que las distintas facciones libanesas representadas por sus parlamentarios llegaran a un acuerdo para poner fin a la guerra civil en la ciudad saudí de Taif en octubre de 1989. Tanto el general Aoun como Siria aceptaron la tregua. Las condiciones básicas para la pacificación de Líbano eran dos: que se modificase el equilibrio confesional establecido en el Pacto Nacional de 1943 para la distribución de los cargos públicos según los grupos socio-religiosos libaneses, y que se retirasen las "fuerzas protectoras y pacificadoras" de Siria e Israel.
Pero esta pacificación cada vez resultó más difícil de lograr, y los conflictos se extendieron durante 1990 al interior mismo de cada comunidad. A finales de enero, el general Aoun, que no aceptó la elección del presidente Haraui, con el propósito de dominar a todos los cristianos y tener más fuerza para oponerse a Siria, inició otra fase de la guerra civil luchando contra grupos cristianos libaneses, estableciéndose en febrero una tregua. Y entre los musulmanes se registró en julio otra lucha civil en el sur del país entre dos facciones chiitas: Hezbollah, apoyada por Irán, y Amal, cercana a Siria. En esta parte del país Israel disponía en la zona de seguridad de la milicia Ejército del Sur de Líbano, y vigilaba la situación. En noviembre, el Ejército israelí volvió a invadir el sur del territorio libanés para proteger su frontera norte.
B) El conflicto entre Israel y Palestina. El otro punto caliente de Oriente Medio se encontraba en el enfrentamiento entre Israel y los palestinos de la "Intifada" en los territorios ocupados por los israelíes de Gaza y Cisjordania.
Israel mantuvo su posición, tanto frente a los países árabes y los mismos palestinos por un lado, como frente a Estados Unidos por otro, del no reconocimiento en ningún sentido de la personalidad política palestina. Para Israel, la O.L.P. era un grupo terrorista y a lo más que podían aspirar los palestinos era a la integración con Jordania. Esta actitud se mantuvo inamovible a lo largo de los últimos años. En las elecciones generales celebradas en Israel en noviembre de 1988 la victoria fue para el partido Likud y el bloque de derechas, formándose un gobierno de coalición nacional entre el Likud y el Partido Laborista, que quedó muy igualado en los resultados electorales, que por otra parte no favorecieron una perspectiva de paz en Oriente Medio. El primer ministro I. Shamir declaró que rechazaba cualquier iniciativa de paz que no pasase por la perpetuación, sin excluir ningún medio a su alcance, del "Gran Israel".
La proclamación de la Independencia del Estado de Palestina, las conversaciones directas entre Estados Unidos y la O.L.P., las visitas de dirigentes tanto árabes como israelíes a Washington no sirvieron para modificar la posición israelí en el sentido de aceptar la celebración de una Conferencia de paz en la que figurara con nombre propio una delegación palestina, manteniendo su negativa oficial a las negociaciones directas con la O.L.P., mientras continuaba la represión contra la "Intifada". En mayo de 1989, el secretario de Estado norteamericano, James Baker, pidió públicamente a Israel que renunciase a la anexión de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, y que interrumpiese su colonización, abandonando de una vez por toda la visión idealista del "Gran Israel". Al mes siguiente, el ministro de Asuntos Exteriores egipcio Boutros Ghali visitó oficialmente Israel, en la primera visita de un ministro egipcio desde el inicio de la "Intifada".
Parecieron apreciarse, no obstante, disensiones internas en el gobierno israelí en torno al tratamiento del problema palestino, hacia julio de 1989. Desde meses antes, el gobierno presidido por el primer ministro I. Shamir pretendió que la solución pasase por convocar unas elecciones entre los palestinos de los territorios ocupados. A este proyecto electoral, por un lado, el ala intransigente del Likud impuso cuatro condiciones: que no fuera un paso previo a la idea de independencia palestina, que no implicara renuncia a la presencia israelí en los territorios ocupados, que la "Intifada" acabara antes de su celebración, y que Jerusalén quedara excluida del proceso. Y por otro lado, la reacción de los coligados gubernamentales, el Partido Laborista, fue hacer ver que las condiciones existentes hacían inviables las elecciones en Gaza y Cisjordania, que constituían una traba para la paz en la región, e imposibilitaban la continuación de su partido en el gobierno. Ante esta actitud Yasir Arafat expuso que la maniobra israelí desenmascaraba nuevamente las verdaderas intenciones del sionismo que no eran las de progresar en dirección a la solución pacífica del conflicto, y que se sustentaba en el apoyo incondicional de Estados Unidos, que por su parte se mostró a favor de la convocatoria de una Conferencia internacional de paz, en aplicación de la fórmula del intercambio de "tierra por paz".
En marzo de 1990 se rompió la coalición de gobierno a causa de la inclinación laborista a aceptar una negociación que fue rechazada por el Likud. Después de tres meses de crisis, en junio, I. Shamir formó un nuevo gobierno basado en una coalición del Likud con un grupo de pequeños partidos de extrema derecha y ultra-religiosos, constituyendo el gobierno más derechista de toda la historia de Israel, y perfilándose un fundamentalismo israelí. Este gobierno era claramente de orientación militarista, y en él figuraban grupos mucho más reaccionarios que el propio Likud, partidarios de expulsar en masa a los palestinos; representaba por lo tanto una línea diametralmente opuesta a la negociación: represión más dura contra los palestinos de la "Intifada", negativa total a negociar y aspiración al "Gran Israel", ensanchando sus fronteras actuales con la absorción de los territorios que ahora ocupa militarmente.
A finales de 1990 el conflicto palestino-israelí se agravó aún más: Israel endureció sus medidas represivas con acciones militares; como la matanza de palestinos en Jerusalén el 8 de octubre de 1990; confinamientos, control y detenciones de palestinos; y la resistencia de la "Intifada" pasó de la lucha con las piedras a los cuchillos, desde el mismo octubre de 1990.
Ante las citadas circunstancias políticas israelíes, la actitud de los palestinos, las pretensiones de los países de la Liga Árabe a la que se estaba reincorporando Egipto, y los teóricos planes norteamericanos de convocar una conferencia internacional de paz, no parecía que pudieran conseguir una solución negociada y definitiva del largo conflicto de Oriente Medio.
Durante estos últimos años, se fue produciendo una lenta pero progresiva aproximación entre los países árabes, y las conversaciones y negociaciones bilaterales fueron consiguiendo que Egipto se reincorporase a la Liga Árabe.
En la reunión de la Liga en Ammán en 1987 comenzó a difuminarse la marginación egipcia al acordarse que cada país árabe actuara como juzgara oportuno en sus relaciones con Egipto, reanudándose las relaciones diplomáticas con la mayoría de los países árabes. La nueva prueba de la buena voluntad egipcia fue el reconocimiento sin ambigüedad por El Cairo del Estado Palestino, lo que por otro lado motivó las acusaciones israelíes de haberse desvinculado de los acuerdos de Camp David. Y también se produjeron encuentros entre H. Mubarak y otros dirigentes árabes para tratar sobre el conflicto de Oriente Medio. Así en marzo de 1989 se reunió en Ismailia con el rey Hussein de Jordania y con Y. Arafat para considerar las futuras negociaciones de paz que se llevarían a cabo en Washington.
En mayo de 1989 se celebró una cumbre de la Liga Árabe en Casablanca a la que asistió H. Mubarak, consagrando así el retorno de Egipto después de diez años al seno del mundo árabe, lo que supuso el triunfo de sus tesis moderadas en relación con Israel, aunque con las reservas de Siria, aislada por su posición en el conflicto de Líbano. La Conferencia concluyó con la adopción de una serie de llamamientos y acuerdos: petición de convocatoria de una Conferencia internacional de paz sobre Oriente Medio, implicando el derecho a la existencia de Israel, cuyo plan de paz fue rechazado, y reafirmando el reconocimiento legítimo de la O.L.P.; apoyo económico y político a la "Intifada", y exigencia de retirada de Israel de los territorios ocupados; retirada israelí igualmente del sur de Líbano.
En octubre del mismo año H. Mubarak propuso un plan de diez puntos para resolver la cuestión palestina, girando su iniciativa en torno a la celebración de comicios en los territorios ocupados, a lo que se opuso el gobierno israelí.
En mayo de 1990, el presidente egipcio visitó oficialmente Damasco buscando conseguir la total reconciliación árabe, y coordinar las políticas de sus respectivos países en dos asuntos claves para el mundo árabe: la crisis libanesa y la cuestión palestina; así como la concreta reconciliación entre Siria e Irak.
El presidente sirio manifestó su aceptación de una posible paz negociada con Israel, y se declaró favorable al diálogo palestino-israelí, así como de que la base de un arreglo pacífico árabe-israelí había de estar basado en el principio de "paz a cambio de territorios", mostrándose dispuesto a entablar negociaciones con Israel si éste se retiraba de los altos del Golán, conquistados en 1967, y de la franja de seguridad establecida en el sur de Líbano en 1985, todo lo cual dio un nuevo sentido pragmático a una posible solución negociada del conflicto de Oriente Medio.
Paralelamente a esta compleja situación se realizaron intentos desde finales de 1988 para conseguir una negociación a nivel internacional que estableciera una paz global en Oriente Medio, mediante la gestión de las dos grandes potencias mundiales: Estados Unidos y la Unión Soviética.
Estados Unidos volvió a tomar la iniciativa cuando en diciembre de 1988 decidió la iniciación de conversaciones directas y oficiales con la O.L.P., que se celebraron en Túnez. Una simetría de negociaciones, que se dio entre la O.L.P. pidiendo la retirada de Israel de los territorios ocupados como pre-condición para la paz, y la del gobierno israelí, rechazando cualquier posibilidad de reconocimiento de la organización palestina, se rompió por primera vez con la aceptación palestina del derecho a la existencia del Estado de Israel.
Las conversaciones de Túnez, aunque decisivas por la novedad que suponían en la posición norteamericana y el giro que implicaron en su política hacia Oriente Medio, se limitaron a una toma de contacto y a un intercambio de informaciones y de opiniones. No obstante, el acercamiento norteamericano-palestino conllevó una doble actitud para la diplomacia norteamericana: por un lado, conocer y valorar las propuestas y deseos palestinos; y por otro, tratar de convencer a sus aliados israelíes de la necesidad de que adoptaran la misma actitud. Pero aunque Israel pareció así quedarse solo y sin argumentos para rechazar el diálogo con la O.L.P., el gobierno de I. Shamir se negó a emprender tal acción.
La Unión Soviética, por su parte, también actuó para no quedar excluida de esa posible negociación en favor de la paz y poder participar en ella como mediador. Para hacer valer su presencia en la cuestión de Oriente Medio, de la que nunca se había desentendido, en febrero de 1989 el ministro de Asuntos Exteriores soviético realizó sendas visitas a Siria, Jordania y Egipto, donde además se entrevistó con Y. Arafat.
Un nuevo intento de avanzar en estas negociaciones se registró también en los primeros meses de 1989 con la actividad política centrada en Washington. Mientras Estados Unidos mantenía su vía abierta con la O.L.P. en Túnez, el presidente G. Bush recibió en la capital norteamericana, sucesivamente, al presidente egipcio H. Mubarak y al rey Hussein de Jordania; y entre ambos, en abril , la visita más comprometida la del jefe del gobierno israelí I. Shamir.
Estados Unidos reconoció que existían tres condiciones ineludibles para la paz en Oriente Medio: que Israel pusiera fin a su ocupación, que se reconociera a los palestinos el derecho a tener su propio Estado, y que se negociase con la O.L.P. como única forma de preparar una solución al conflicto, basándose en el principio del intercambio de "territorios por paz". Pero estos tres puntos fueron rechazados sistemática y totalmente por I. Shamir, y de ahí la ambigüedad de su posición política ante el presidente Bush, manteniendo su plan de celebrar elecciones en los territorios ocupados, pero sin reconocer a la O.L.P., y reprimiendo la "Intifada" aplicando la fórmula del intercambio de "piedras por balas".
En el verano de 1989 el secretario de Estado norteamericano J. Baker expuso un llamado "Plan de Paz" de cinco puntos, que no constituyeron exactamente un plan, sino una relación de precisiones sobre las condiciones para la apertura de un diálogo entre la O.L.P. e Israel. El origen de esta oferta se encontraba en la reciente intensificación de los esfuerzos para salir del estancamiento a que llevó la propuesta israelí, hecha en mayo, de celebrar elecciones en los territorios ocupados, más conocida como Plan Shamir. La O.L.P. aceptó esta propuesta, pero con dos condiciones inaceptables para el gobierno israelí: retirada previa de las tropas de Israel y supervisión internacional. Pero tanto israelíes como palestinos rechazaron los puntos claves de este llamado Plan Baker.
A pesar de estos planteamientos e intenciones el proceso de paz no avanzó. La reunión cumbre con carácter extraordinario de la Liga Árabe celebrada en Bagdad en mayo de 1990 para tratar principalmente sobre los dos problemas que aquejaban a los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania: el continuado apoyo de Estados Unidos a Israel, y la permisividad de las grandes potencias hacia la política de emigración no restringida de los judíos soviéticos a Israel, responsabilizó a Estados Unidos de prolongar la crisis de Oriente Medio con su apoyo a Israel, constituyendo el problema de la ocupación israelí el núcleo central de la resolución adoptada, mientras que no se pronunció en contra de la Unión Soviética por el asunto de la emigración de sus judíos. Por el contrario, el gobierno de Israel pareció decidido a arreglar las cosas a su manera, es decir, preparando la anexión de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, para expulsar a los palestinos que vivían en esos territorios hacia Jordania, y siendo colonizadas tales tierras por los judíos soviéticos que fueran llegando a Israel, con lo que Gaza y Cisjordania se convertirían en un polvorín.
Otro hecho que contribuyó al agravamiento de la situación fue la decisión norteamericana, tomada en junio de 1990, de suspender las negociaciones con la O.L.P. mientras ésta no condenase un atentado fallido de una organización árabe extremista contra territorio israelí. Esta decisión estadounidense fue rechazada por la O.L.P. y por la Liga Árabe, y recibida satisfactoriamente por Israel y por las organizaciones árabes extremistas opuestas a las negociaciones de paz preconizadas por Y. Arafat. No obstante, y pese a la ruptura, J. Baker dejó la puerta abierta a la reanudación del diálogo con la organización palestina.
Pero a estas alturas de finales de 1990, cuando la "Intifada" parecía haberse encallado; aunque después se reactivó; y la amenaza fundamentalista se infiltró en las filas palestinas y en los Estados árabes con una larga trayectoria laica, se hizo más urgente encontrar una vía para la paz. La cuestión básica seguía siendo si Israel aceptaría o no el principio de paz por territorios, quedando claro que para el Likud la respuesta era negativa, aunque se podían entrever otros matices entre la sociedad israelí y en el Partido Laborista de Israel presidido por Simón Peres sobre esa postura de intransigencia que alejaba la paz.