Revista Talentos

“la princesa no se ve”, de dolors lópez

Publicado el 29 marzo 2016 por Aidadelpozo
Hoy os traigo el pequeño cuento infantil, "LA PRINCESA NO SE VE", que mi amiga, la escritora Dolors López, escribió para el Día Mundial de la Salud Mental. Habla sobre la anorexia y forma parte de la obra "Mi pensar en poesía", disponible en Amazon.

Érase una princesa joven, esbelta y de buen corazón, en una palabra, una bella princesa. Dormía la princesa una noche otoñal y tuvo un sueño. Mas fue un sueño tormentoso, oscuro y doloroso. En una palabra, una pesadilla. ¡Qué pesadilla!

La princesa soñó reflejándose en el espejo del salón de su hermoso palacio. Un espejo enmarcado en oro y con voz. Tenía vida propia. Se miró en él y vio a una jovencita totalmente diferente. No parecía ella y dijo:

    Oh! ¡Qué cara! ¡Qué cuerpo!...

El espejo le dijo:

    Eres tú, gorda con ojeras, con el corazón triste y sola, muy sola.

Voces y seres pequeños la señalaban y le decían: gorda, fea, no te queremos....

La princesa creyó aquello que estaba viendo, aquello que le decía aquel espejo maléfico y aquellos seres que vivían en su interior.

Huyó en la noche oscura y profunda en sus sueños hacia un bosque misterioso, donde nadie pudiese contemplar en lo que se había convertido. En una monstruosa persona indigna de todos. Quería desaparecer, no ser encontrada, lloraba lágrimas de dolor, de confusión. No podía dejar de llorar, era un mar que se expandía en su alma.

La princesa dejó de comer, de beber. Poco a poco se marchitaba como una rosa en la oscuridad. El frío recorría su cuerpo como cuchillo que abría su piel. Miedo de comer, miedo de beber, miedo de hablar, miedo de sentir tanto y tan profundo. MIEDO DE VIVIR.

Todos estaban preocupados por la princesa y se preguntaban: - qué tendrá la princesa?

Sus padres, muy tristes y preocupados, no sabían que hacer. Ellos siempre tan ocupados, tan exigentes con ella, lloraban desesperados por temor a perder aquella hija que tanto amaban y que tan poco abrazaban. Aquellos llamados amigos dejaron de visitarla, no querían hablar ni ver aquel espectro que era la princesa. La princesa seguía huyendo de todos, vivía encerrada en su fabulosa habitación. Entre lágrimas y voces se apagaba aquella vida que en otro tiempo era alegría, bondad e inteligencia. Ella seguía mirándose en aquel espejo malvado y aquella imagen monstruosa que le devolvía, la perseguía.

Los médicos no sabían qué hacer con la princesa pues se negaba a todo: a comer, a beber, a tomar las pastillas. Lo intentaron todo con ella, pero no conseguían resultados.

En la oscuridad de sus sueños la princesa se precipitaba en un abismo de confusión y de miedos. Miedos que rompían su corazón en mil pedazos, escampados en un mar de sentimientos de profunda tristeza.

Miedo a estar gorda, miedo a no gustar, miedo a no ser aceptada, miedo a no saber querer, miedo a decepcionar, miedo a fracasar. Tantos miedos...

En su sueño la princesa se precipitó al abismo, caía tan rápido que no podía ni respirar, pero de repente chocó. Aturdida, se puso en pie y miró alrededor, pero todo era oscuro. Buscaba tanteando algo que la guiase en aquella negrura. De repente, sintió el contacto de una mano y una voz susurrante que le decía:

    No tengas miedo, coge mi mano. Te guiaré en tu camino hacia la Luz y la Verdad.

Quien le hablaba era un hombrecillo pequeño y extraño, pero a la vez simpático, irradiaba energía positiva.

Se presentó ante la princesa cogiendo su pequeña mano y besándola.

    Me llamo Amor y soy quien te guiará en este camino de oscuridad, que es tu Alma hacia la Luz y la Verdad. Te enseñaré cómo el Espejo Maléfico no te dice la verdad.

Desconfiada y temblorosa, la princesa cogió su mano y empezaron a caminar en aquella negrura. Amor en un momento del camino se paró y sacando una bolita de luz le dijo:

    Mira, esta luz te está diciendo que quieres salir de aquí, de la profundidad de las tinieblas. Para ello primero has de confiar en ti y también en mí, que vivo en un rincón de tu corazón.

La princesa contempló la Luz y sintió un calorcito que le recorría el cuerpecito frágil. Supo en aquel instante que debía confiar.

Avanzaron por el camino cogidos de la mano. De repente, la princesa sintió que algo rozaba su brazo. Se giró y pudo contemplar a un hombre alto con un sombrero de cowboy. Se miraron con cierta desconfianza y Amor al detectarlo empujó a la princesa hacia él, y le dijo:

    ¡Ah, Bob, tú por aquí! Te presento a la princesa, le acompaño en su camino hacia la Luz y la Verdad. Ya sabes, el Espejo Maléfico hizo de las suyas.

Se dieron la mano la princesa y Bob, y el duendecillo le explicó a esta que era el informático del mundo. Su trabajo consistía en conectar todos los cables de las mentes para que pudiesen trabajar correctamente en equilibrio y armonía.

Bob tenía una función muy importante en el camino de la princesa. Consistía en reestablecer las neuronas de la mente de la joven. Para que le fuese más fácil volver a ser aquella jovencita bella y tan bondadosa.

La princesa necesitaba descansar y Amor la hizo sentar en un lado del camino y pensó que era el momento para que Bob le enseñase algo.

Bob sacó del maletín que llevaba un ordenador. Lo encendió y la primera imagen que salió de aquella pantalla era la de la princesa con una sonrisa enorme, iluminada por un sol radiante mientras ella corría detrás de mariposas. A la princesa le cayó una lágrima, recordaba aquel día, en el campo, con sus padres y amigos celebrando sus quince años. Desde entonces no volvió a reír, a disfrutar de los suyos pues apareció por entonces el Espejo Maléfico.

La imagen desapareció y, de repente, aparecieron sus padres en pantalla. Tenían un mensaje para ella. Bob dio al play y el padre empezó a hablar:

    Hola, querida hija. Sé que estás perdida, por eso Amor te acompaña en tu camino a la Luz. Tu madre y yo le llamamos urgentemente, porque estábamos desesperados. Te consumes por no comer. Lloras desesperadamente, no hablas y te encierras en tu habitación. Sufrimos querida hija. Te amamos tanto que queremos comprender y ayudarte. Te trajimos al mundo para darte Amor y ser correspondidos.

Su madre gimoteaba, y entre lágrimas le dijo

    Cariño, eres la luz de mi vida, si tú te apagas yo también. No lo permitas. Tienes mucho que ofrecer tu inteligencia, tu bondad, tu belleza....Y mucho que recibir Amor, Amistad .....

La princesa se emocionó ante el mensaje de sus padres desesperados y destrozados. Ella nunca los había visto así. Eran una familia feliz. Con sus cosas como todas las familias pero, en el fondo, felices.

Sus padres desaparecieron de la pantalla, y en su lugar aparecieron sus mejores amigos, Ana, Jan y Luna.

Estos también tenían un mensaje para ella. Primero habló Jan:

    Hola, princesa, estamos aquí junto a ti. También queremos acompañarte en tu camino hacía la Luz.

Después fue Ana la que continuó hablando:

    Queremos que sepas que te queremos aquí con nosotros. Para seguir creciendo todos juntos, compartiendo risas, lágrimas, amores y sobretodo nuestra Amistad.

Por último fue Luna, su mejor amiga, la que habló:

    Te echo de menos, princesa, solo quiero decirte eso. VIVE, no huyas tus amigos de verdad siempre estaremos a tu lado. Y aquellos que aparentan serlo han marchado en el momento en que Tú dejaste de brillar. Pero nuestras manos están entrelazadas con la tuya para no dejarte caer.

Emocionada, la princesa lloraba, pero no de tristeza sino de alegría, al comprobar cómo sus mejores amigos, los verdaderos, estaban a su lado, la acompañaban, compartían con ella su tristeza y dolor. Pero a la vez luchaban con ella para volver a la Luz.

La pantalla volvió a cambiar de imagen y apareció un joven, moreno, guapetón y risueño. Lo reconoció, era Marc, el chico que le gustaba, el motivo de sus males. Sí, el motivo de sus males. Se enamoró de Marc, pero este no le hacía caso, tonteaba con otras y ella pensó que no era lo suficientemente guapa y delgada para que él se fijara. Fue cuando dejó de comer pues quería que él la viese y llamar su atención. Sí, su atención.

Marc habló a través de la pantalla: - Hola, princesa, ¿me ves?, soy yo. ¿Creías que no te había visto? Te vi el primer día y me enamoré de ti al momento, pero pensaba que no estaba a tu altura. Tan bonita, tan inteligente... ¡tan perfecta! No supe decirte nada. Pero ahora al comprobar que no ibas al instituto, me preocupé y pregunté por ti. Quiero que sepas que te quiero, eres un rayo de sol que ilumina mi corazón. No solo por tu belleza física, porque al final de todo, esta es efímera. Te quiero por tu belleza interior, tu gran corazón, tu alegría y tu optimismo. Pero ahora, así, no eres tú sino un fantasma que transita por las tinieblas. Mi amor por ti es tan grande que te acompañaré en tu camino, lloraré contigo y reiremos juntos. Porque como alguien dijo " la felicidad es la certeza de no sentirse perdido". Y tú, si quieres, no estas perdida.

Aquello emocionó tanto a la princesa que le dijo al duende Amor:

    Quiero ver la Luz y la Verdad, he visto todo el sufrimiento que hago a todos los que me quieren y a quienes quiero. He visto que no somos imprescindibles pero sí necesarios. Dejamos algo de nosotros en todos aquellos a quienes les importamos. Quiero vivir el presente porque el pasado pasado está y el futuro no se conoce. Quiero sentir, saltar, reír, llorar y amar, pero por encima de todo, VIVIR.

El duende Amor señaló el camino, este se iluminó y la princesa caminó hacia la Luz. Despertó de su pesadilla, se dirigió al salón donde estaba el Espejo Maléfico, se contempló y por fin se vio tal como era: bella por fuera y más bella por dentro. Así, dijo al Espejo:

    Me engañaste con tu magia pero una guerrera siempre lucha hasta el final, gane o pierda; yo luché y he ganado.

Porque en la Vida si luchas puedes perder pero si no luchas, estás perdido.


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