Revista Literatura
Luego, si se fijan, acaban arrancando esa hilacha de su pantalón, sin suponer siquiera que ese acto tan nimio pueda desencadenar la profecía.
Estaba escrito que un hombre y una mujer descubrirían la tumba.
El hombre inspeccionaría las arcas y cofres con que enterraron al difunto, mientras ella haría inventario, bocetando la disposición del hallazgo. Escrito estaba que sería la mujer quién distinguiría el pequeño hilo desprendido de la tela. Lo arrancaría, embolsaría y se lo entregaría a él. En ese momento, el hombre caería desplomado sobre el finado pasando a ocupar, irremediablemente, su sitio. Ella se llevaría las manos al vientre y comenzarían las primeras náuseas...
Eso también estaba escrito.
******