Estaba tumbada con los brazos hacia arriba, semidesnuda, con los músculos agarrotados por la tensión. Intentaba mantener la calma pero su cuerpo temblaba, no por el frío, más bien por el miedo. Cerró fuerte los ojos creyendo que así despistaría a la claustrofobia. Intentó pensar en algo bonito como hacía cuando era niña y al despertar de madrugada veía fantasmas entre las sombras de la habitación dormida. Entonces una voz insistió en que se mantuviera quieta y comenzaron a sonar unos ruidos estridentes.
Campos magnéticos mapeaban su cerebro que en ese momento era una apacilble playa de color esperanza.
Con este microrrelato de 99 palabras, ni una más ni una menos, participé en un concurso del blog en99palabras.
Algo así podría haber sentido el primer paciente que se sometió a una resonancia magnética nuclear en el Hospital 12 de octubre en 1989.