La prueba
Publicado el 06 enero 2011 por Quiquec
Escondido en tierras vírgenes existe un valle donde se alza orgulloso un monasterio legendario, un lugar del cual solo se escucha por las historias que corren de boca en boca. Su localización está oculta a los intrusos, pero es posible descifrarla entre palabras de leyendas locales, quien sepa buscar encontrará el templo camuflado entre las hojas, la hierba y el follaje, y así, si lo desea, podrá ingresar a un lugar que ha sido olvidado por los hombres mucho tiempo atrás. A ese lugar se le conoce como “Templo de desafíos”, porque es allí donde los individuos, que por ventura hubiesen logrado acceder a las enseñanzas de un maestro, van a enfrentar a todo obstáculo imaginable para convertirse en mejores hombres y mujeres, se espera que estos sujetos den todo de su parte para llegar a ser personas en total control de sí mismos y tener la potestad de forjar sus propios destinos.Cualquier persona que de inicio a su entrenamiento en el monasterio, entiende que a partir de ese momento, tiene como única misión, llegar a alzar vuelo para emprender el viaje que le permita perfeccionarse como ser humano.El entrenamiento en el templo es duro y se dice que las pruebas que se presentan son cada vez más difíciles, no muchos lo logran. Sin embargo existen algunos aprendices sobresalientes que, destacándose por sus actos y siendo impulsados por su deseo de superación personal, llegan a encontrar que sus limitaciones cada vez van haciéndose menores, ellos van creciendo interiormente… y siempre les ronda la esperanza de, algún día, retirar todas las piedras de los senderos que transitaran a lo largo de sus vidas.Una vez superado todo el proceso de preparación, a cadauno de los aprendices que han logrado llegar al final se les desafía a superar una última prueba de voluntad y valor, se dice mucho acerca de este desafío, pero lo que es claro es que nunca es fácil, y solo unos pocos logran culminar esa prueba con éxito.Aquella noche, en el monasterio, un anciano tutor estaba a punto de darles una noticia a sus alumnos que, habiendo llegado a la cúspide de su desarrollo, esperaban ansiosos se llegue a dar la oportunidad de demostrar sus logros.El monje maestro se dirigió a sus discípulos con un ceremonioso saludo, sus entrecortadas palabras, nacientes de una garganta vieja y ronca, estaban dotadas de un ligero toque de orgullo y vanidad “Mis mejores estudiantes…han hecho cosas que nadie pudo hacer, me hacen sentir orgulloso… sin embargo debo advertirles… la prueba final se acerca, es la prueba más dura, la más difícil… no sé si todos puedan lograrlo… si uno solo lo consigue será suficiente para que me sienta complacido”Los cinco monjes sentados alrededor permanecieron impávidos ante las palabras de su maestro, no era fácil intimidarlos, ellos permanecían anímicamente indiferentes ante la advertencia, después de todo era justamente para eso que habían pasado tanto tiempo entrenando, para vencer la última prueba. El monje maestro les miró con cierta ternura y les dijo con suavidad “tienen una noche para prepararse, mañana deben mostrarme que han logrado hacer lo que les voy a pedir, una tarea diferente para cada uno, espero que estén a la altura”.A cada aprendiz se le delegó una labor distinta, al primer monje se le encargó la labor de hacer desaparecer la luna durante la prueba, al segundo monje le encargaron la misión de devolverle la vida a un fallecido, a la tercera aprendiz se le encargó la tarea de de transportarse de un lugar a otro con un simple parpadeo, a la cuarta aprendiz se le pidió que su cuerpo permanezca ígneo e incorrupto durante la prueba, al quinto aprendiz se le pidió conseguir que un relámpago caiga encima suyo y permanecer ileso después de realizado el acto. Los aprendices no hicieron el más leve movimiento o mueca de asombro ante semejantes instrucciones, al contrario, todos asintieron y, una vez dada la orden, sin decir más palabras cada uno se dirigió a preparar para su respectiva prueba.Durante esa noche cada uno de los aprendices pondría al límite su cuerpo y espíritu en buscando develar la clave que posibilite reproducir la hazaña solicitada. Los monjes que pronto serian puestos a prueba, estaban conscientes de que la única forma de obrar los milagros que se les pidieron era trabajar con fe en sí mismos, sin descanso, sin dudas y, principalmente, con la convicción de conseguir triunfar y no fallar.Llego el día siguiente y, después de largas horas llenas de expectativas y ansiedad, se hizo presente la tan esperada noche durante la cual se llevaría a cabo la prueba, para ese momento cada aprendiz debía tener lista su respectiva tarea, su última prueba. El maestro dio inicio a las pruebas sin decir muchas palabras, simplemente expreso “Aprendices, pueden empezar” y se situó de pie a una distancia prudente frente a sus cinco alumnos que permanecían sentados en la superficie rocosa de un gran patio al aire libre. Hubo un momento de silencio, todos entendían que había llegado la hora, una vez mas cada aprendiz debía demostrar, a sí mismo y a los demás, que podía dar lo mejor de sí frente a los vaivenes con los que se enfrentaría en la vida.El primer monje se levantó y haciendo una reverencia a su maestro dijo “He preparado mi prueba maestro, permítame demostrarle mi valía”, entonces se sentó a meditar, era notable su concentración, pasaron unos minutos y de repente, milagrosamente en una noche despejada, muchas nubes salieron de la nada y taparon la luna sumiendo al lugar en la oscuridad más profunda. El maestro asintió con la cabeza.El segundo monje se puso de pie, hizo una reverencia y expuso “He cumplido con la labor encomendada maestro”. Muy pronto llegó un soldado y se cuadró ante el monje, antes de que el hombre de armas pudiese decir palabra las veloces manos del monje le quebraron el cuello, el resultado fue una muerte instantánea. Después de haber hecho eso el monje se puso de rodillas a lado del cadáver, puso las dos manos encima de la cabeza del soldado y lanzo una plegaria al cielo, pasaron unos minutos en los cuales el monje parecía estar enfocando todo su ser en la tarea. De repente el hombre de armas abrió los párpados con un brusco movimiento, permanecía asustado, se levantó del piso como un resorte y miró espantado a todos, el soldado en ese momento tan solo atinó a salir corriendo del lugar sin entender exactamente qué había sucedido. El maestro asintióLa tercera aprendiz hizo una reverencia y habló “Maestro, permítame mostrarle mi valor mediante la prueba requerida”. Inmediatamente la aprendiz se sentó a meditar y después de unos instantes, ante la vigilante mirada de todos los presentes desapareció y apareció en otro lugar, justo al lado del maestro, todo eso sin mover un músculo. El maestro asintió muy complacido.La cuarta aprendiz se acercó al maestro e hizo una reverencia mientras decía “La prueba está lista maestro, permítame mostrársela”. Dicho esto se sentó en posición de meditación y pasados unos minutos empezaron asomarse tímidas llamas, pocos segundos después la mujer se convirtió en una hoguera ardiente y el fuego alcanzo gigantescas proporciones, sin embargo ella permanecía quieta, imperturbable, su cuerpo estaba intacto, quedo sano hasta el último cabello. Y así permaneció la mujer hasta que el maestro le dijo que era suficiente y asintió con la cabeza.Ya solo faltaba el quinto monje, quien se acercó al maestro, hizo una reverencia y dijo con cierta vergüenza en su voz “Maestro… discúlpeme, la prueba es demasiado para mí… simplemente no puedo… va mas allá de mis límites”. El maestro miró al joven con su rostro sereno y, reflejando en su tono la tranquilidad y alegría que le caracterizaban, le dijo a su aprendiz “Era una prueba difícil, sabía que no todos lo lograrían… ve con Dios y no temas lo que eres, puedes retirarte”.En ese momento, a pesar de que los cuatro monjes sentados allí permanecían estáticos y fácilmente podían confundirse con estatuas dada su quietud, de algún modo extraño era posible percibir que en el aire flotaba un sentimiento de respeto profundo, pero imbuido de tristeza, por el compañero que dejaban atrás. El quinto aprendiz hizo otra reverencia, en señal de obediencia y respeto a su maestro, inmediatamente después se dirigió a su aposento, debía descansar bien esa noche, además correspondía alistar todo para partir a la mañana siguiente. Algo muy en el fondo de su corazón le decía que esa noche sería la última que pasaría en el monasterio y que le esperaba una muy larga travesía.Los hados le indicaban que era necesario despedirse de su vida de monje, de sus amigos y del monasterio, sin embargo, más allá del destino cruel que le obligaba, un sentimiento profundo le impulsaba a salir de allí. Una sensación le empujaba a olvidar sus logros y volver a comenzar su recorrido desde el inicio, debía irse de allí tal como una vez hubo llegado al monasterio, con las manos vacías y sin nada que perder. Algo desconocido dentro de él le embriagaba en la sensación de que correspondía obrar de esa manera, era la única forma. Después de su partida nadie escucho noticias de él, no se supo nada acerca de a donde fue o que hacía, simplemente se esfumó y se perdió en medio de la gente, se mantuvo escondido entre sus semejantes, convirtiéndose así en un hombre difícil de encontrar,se perdió como se pierde una aguja en un pajar. Fue de ese modo como el quinto aprendiz abandonó el monasterio y emprendió rumbo por otros caminos, vivió una vida ordinaria y estuvo vagando por el mundo durante mucho tiempo, viviendo la vida como lo hace cualquier otro hombre.Muchos años después cuando el antiguo monje, que ahora era un viajero común y corriente, pasaba por una importante ciudad portuaria, se entero que se iba a dar un encuentro entre cuatro de las personas consideradas entre las más sabias del globo, no tardó en reconocer los rostros de sus antiguos camaradas.Ese iba a ser un gran evento, del cual mucha gente esperaba el pronunciamiento de las conclusiones a las que aquellos individuos, de quienes se decía que eran los mejores hombres y mujeres de la tierra, pudiesen llegar. Las expectativas de muchas personas respecto a los problemas de sus vidas y sus pueblos estaban puestas en cuatro personas que llevaban el estandarte de lo bueno y hermoso de la humanidad.Aquella era una reunión de cuatro sujetos que intentarían resolver los problemas de todo un mundo, al quinto monje esa le parecía una idea tan interesante como atrevida y se preguntaba constantemente si la sabiduría de unos pocos sería suficiente para resolver los problemas de muchos, quizás si o quizás no. Lo único que aquel viajero podía saber con certeza era que los hombros de sus antiguos camaradas cargaban demasiado peso encima, más del que realmente podían cargar.El paso de los años tuvo un efecto en todos, nada podía permanecer tal como era, y esa regla también se aplico a los grandes sabios que visitaban la ciudad esos días.El primer monje se convirtió en un general que con sus políticas pacifistas había salvado millones de vidas y hasta se decía que evitó el surgimiento guerras entre naciones, el segundo monje se convirtió en un hábil clérigo que aliviaba, con su sola presencia, la fatiga y sufrimiento de los corazones de sus fieles, la tercera aprendiz se convirtió en una reconocida maga, que enseñaba con maestría como despertar la magia dormida que todos tenían dentro de sí y, por último, la cuarta aprendiz se convirtió en una curandera famosa, que otorgaba la salud y la vida a quien fuera que recurriese a ella. Era una extraña coincidencia que a aquel viajero se le presente la oportunidad de volver a encontrarse con sus amigos después de tantos años, por un momento al quinto aprendiz se le ocurrió que podía ser el destino, pero para que el destino complete su labor él también tendría que poner un poco de su parte. El antiguo monje, al verse ayudado por la casualidad,decidió hacer una visita a sus viejos compañeros, todo el mundo sabía que ellos se iban a reunir en un templo cercano, solo debía ir allí y encontrarlos. Al quinto monje, ahora viajero errante, le costó trabajo ingresar, porque era poca la gente que podía creer que él fuese amigo de esos grandes hombres y mujeres, y no era la única persona que deseaba intercambiar unas palabras con ellos. Al final de las cosas nuevamente intervino la suerte, el primer aprendiz, ahora general, observaba de reojo en los alrededores del templo y entre la multitud reconoció al viajero, antiguo monje y compañero suyo, entonces le invitó a pasar un momento a encontrarse y platicar con sus viejos amigos.Los cinco antiguos compañeros estaban muy felices por encontrarse después de tanto tiempo, hablaron un rato acerca de sus vidas, cada uno de los cuatro invitados de honor contaba las más increíbles hazañas y los más grandes honores que recibieron por ellas, se expresaban con pasión pero no caían en la vanagloria, porque aun allí, siempre consideraban al quinto aprendiz como su igual y su amigo. En algún momento de la conversación la tercera aprendiz, ahora maga, se atrevió a preguntar a su antiguo camarada, el quinto aprendiz, porque no cumplió con la prueba que antaño le había dado el maestro, a lo que escuchó como respuesta un simple “no pude hacerlo amiga” ante esto ella tan solo dibujó una sonrisa en su rostro, gesto generoso, confiable y tierno, que decía sin decirlo “No importa que no lo hayas logrado, te queremos y apreciamos tal como eres”. El gran acontecimiento, la reunión de sabios, iba a dar inicio poco tiempo después, así que el quinto aprendiz tuvo que retirarse, con la promesa de que se reuniría con sus compañeros después, para conversar un poco más.El evento se llevó a cabo en la cima de un pequeño monte, en un templo al estilo romano, al cual le caracterizaba la peculiaridad de tener columnas pero no muros, estaba al aire libre y la gente podía observar desde lejosa los sabios deliberar, pero nadie se podía acercar, esa era la ley.Ahí, sentado en una grada relativamente cercana, mientras esperaba a sus antiguos compañeros, a quienes podía observar cómodamente desde su posición, descansaba el quinto aprendiz viendo a sus amigos hablar entre ellos.Sentado allí estaba el viajero, sin entender cómo es que las vidas de las personas terminaron en manos de seres prodigiosos, el pueblo le entregó su alma a cuatro criaturas divinas esperando que estas mismas los guarden de todo mal y los guíen por buen camino. Quizás ellos tomarían mejores decisiones que cualquier otro hombre en la tierra, pero serían las decisiones de ellos y no las de ese hombre en la tierra.Aquel viajante seguía reflexionando para sí, y se preguntaba cómo es posible que cuatro personas puedan saber que es mejor para todos los demás, más aun, cómo es posible que en el mundo exista una sola persona que sepa que es mejor para otra… dos actos idénticos, diferenciados solamente por cantidades. En ese lapso un niño y una niña se acercaron al quinto aprendiz y le miraron con curiosidad, cuando el aprendiz noto su presencia y les devolvió la mirada, el niño le preguntó con cierta vergüenza, “¿señor, es cierto que usted fue amigo de esos hombres y mujeres?”. El viajero respondió, “si es cierto”.Entonces la niña exclamó con emoción mientras señalaba en dirección a los sabios, “Wooow… todo lo que quisiera es llegar a ser como ellas…” ante esa exclamación el viajero hizo hacer silencio, miró a ambos niños por un momento, y después les habló con mucha seriedad. —Niños, ustedes dos son más personas que cualquiera de esos cuatro, ellos hace mucho dejaron de ser hombres y mujeres, trataron de forrar su vida con un papel de regalo y un día su vida se terminó convirtiéndose en el bello empaque de una caja vacía —El antiguo monje hizo una pausa en su discurso, para ver si los niños le habían seguido hasta allí, como no escuchó consulta alguna continuó—, ellos tenían tanto miedo a fallar que evitaron hacerlo por todos los medios, ahora no se equivocan, y ya nunca lo lo harán… trataron de convertirse en criaturas perfectas para escapar de sus errores, y lo consiguieron… ellos ya no son personas, son medallas, diplomas, símbolos y logros que tratan de disfrazarse de personas… El niño, ofendido ante esas palabras, ya no pudo soportar más y respondió cortante, con indignación “Usted dice eso, porque no pudo pasar la prueba, dicen es una prueba muy difícil que ellos lograron vencer… y usted no pudo”.Ante esa acusación el viajero se puso a reír muy fuerte, para después responderle al niño aun entre risas y sonrisas “Que cosas dices niño… es una prueba muy difícil, de eso no cabe duda, pero te equivocas en algo… niños, en realidad yo fui el único que pasó la prueba…”