La puerta-1

Publicado el 27 mayo 2013 por Xabelg


Amanda Kaplan era una mujer que llamaba la atención, no sólo por su metro ochenta y tres, también el fulgor de su rojizo cabello, y sus verdes ojos, que parecían brillar como los rubíes de los que tomaban su color, además de su forma de vestir, todo contribuía a reparar en su presencia, con sus 29 años y sus ilusiones intactas, abrazó, desde su origen la mentalidad hippie, estando presente en el cúlmen de su apogeo en 1967, en Frisco, en el comúnmente llamado verano del amor, habiendo participado en el Human-Be In. Después, vino Woodstock, que fue genial para ella, a pesar del barro y del agua. Con lo que había sucedido en  Altamont, el entusiasmo decayó un poco. Y con el fin de los 60, la cosa parecía ir algo peor, Jones, Joplin, Hendrix, y Morrison habían caído.
Con la nueva década, los 70, todo parecío empeorar, en marzo del 70, los Weathermen, detonaron por accidente una bomba que estaban fabricando, arrasando el edificio que les servía de guarida.
Pero lo peor fueron aquellos primeros días de mayo. Aquellos sucesos que la marcarían en más de un sentido. Fue la señal, al menos a su entender, de que el mundo se precipitaba a un pozo oscuro. Comenzó de la forma que siempre comenzaban esos sucesos, sin ningún indicio de que todo se iba a la garete, una protesta más contra el belicismo de su estado, belicismo que había vertido ríos de sangre en Vietnam.
Nixon anunció que daba comienzo la incursión en Camboya, y en el Kent State, de Ohío, Amanda y su compañero, uniéndose a los estudiantes, se concentraron en el campus, participando de sus mítines y protestas. Muchos de los estudiantes, llamaban a "llevar la guerra a casa". Mientras tanto, un grupo de motoristas, aprovechando la situación, para destrozar y saquear tiendas en el centro. La policía no tardo en acudir, y se encontraron con una multitud reunida en torno a varias hogueras. Las fuerzas de la ley fueron recibidas con gritos obscenos, y algunos les lanzaron botellas.
A partir de ahí, las cosas se tensaron. El alcalde de Kent, decretó el estado de emergencia, y el gobernador autorizó y envió un destacamento de personal de la Guardia Nacional. Amanda estaba un poco asustada, pero pensaba, por su experiencia en protestas anteriores, que las cosas no llegarían demasiado lejos.
La Guardia Nacional fue recibida con una gran manifestación compuesta por cientos de personas, quizá mas de mil, que habían venido de diversos lugares para unirse a la causa de los estudiantes de la universidad de Kent. Casi un millar de tropas de la Guardia Nacional se dedicaron a controlar el tránsito de estudiantes y otros manifestantes, auspiciados por el estado de emergencia decretado por el alcalde. El compañero de Amanda, olfateando peligro, optó por largarse de allí, y le sugirió a Amanda que le acompañara antes de que fuera demasiado tarde. Amanda optó por quedarse, aunque fuese sola, había decidido aguantar hasta el final.
En esas circunstancias conoció a una chica bajita y rubia, cuyo nombre era Allison, se cayeron bien enseguida. Vieron como las tropas intentaban dispersarlos con gases lacrimógenos. Los estudiantes, furiosos, lanzaban piedras a todo vehículo militar que veían, obligándoles a retirarse momentáneamente.
Mas tarde, como preveían los líderes estudiantiles volvieron a intentar dispersarles, pero los estudiantes, y todos los manifestantes que los apoyaban, estaban firmemente decididos a permanecer allí. Amanda empezaba a asustarse de verdad, pero Allison le tranquilizaba, diciéndole que no tendrían más remedio que retirarse y negociar sus demandas. Amanda se calmó un poco, esperando que así fuese. Pero las tropas avanzaron, decididas a poner orden, cargando contra estudiantes, profesorado, y todo aquel que no llevase uniforme. Los estudiantes, se defendían lanzando de vuelta los botes de humo, y tirándoles piedras, y todo lo que estuviese al alcance, para no sucumbir ante las brillantes bayonetas, y las armas de fuego que portaban los uniformados. En pocos instantes, se formó un terrible revuelo, provocando gran confusión a Amanda, que perdió de vista a Allison, a la que llamó infructuosamente. Amanda sufrió un ataque de pánico, y corrió sin saber a donde ir, corría todo lo que podía, mientras miraba los descontrolados disturbios, parecía que los estudiantes habían conseguido llevar la guerra a casa.
Sin ver bien a causa de los gases lacrimógenos que parecían estar omnipresentes, Amanda tropezó con algo y cayó al suelo. Se puso de rodillas, y trató de ver que era. Parecía un cuerpo. Lo miró más de cerca, y vio que era Allison, que había resultado muerta de un disparo en el pecho. A las lágrimas producidas por los gases, se les unieron las lágrimas por Allison, y por lo que estaba sucediendo en el campus. Se puso en pie, y cerró los ojos unos instantes. Los abrió, alertada por el sonido de los disturbios acercándose. Oyó disparos y sintió algo golpear su frente, y perdió el sentido.
Cuando despertó, se encontró acostada en una camilla, en un hospital, del que se dio a la fuga. No quería permanecer en esa población que tenía sangre en las manos. De repente echó de menos a su hermano Sonny, y a su mujer Kate, con quienes había vivido desde el 63, año en el que habían perdido a sus padres, hasta el 65, cuando voló por su cuenta. Sonny era capitán del ejercito, pero a pesar de sus opuestos modos de ver la vida, aún se trataban, aunque llevaran varios meses casi sin contacto. Iría a verlo a New York, lugar  en donde  residía, y estaba destinado. Así que se puso en marcha y sacó un billete con toda la rapidez de que era capaz.
Cuando llegó, no le gustó demasiado lo que vio, quizá aún influenciada por lo que había presenciado y experimentado en Ohío. mas tarde descubrió que además de Allison, tres chicos más habían muerto por disparos. Quería olvidarlo, pero no podía. Una marca en su ceja izquierda, en forma de cicatriz, le acompañaría siempre como testimonio físico de los horrores de Kent State. Fue efusivamente recibida por Sonny y Kate, que para ella, era como si hermana, y les contó los últimos sucesos vividos, gran parte de la causa del pesar que la acompañaba. Le intentaron tranquilizar, animándola, asegurándole que las cosas marcharían mejor de ahora en adelante.
Los ánimos de la gente de la gran manzana parecían un poco cabizbajos, o eso era lo que Amanda percibía. Quizá la gente de New York, en donde residía actualmente, era muy distinta a las personas que había conocido en San Francisco y California. Su actitud era más indiferente, más individualista. En Vietnam seguía muriendo gente, y Nixon seguía en su poltrona. Todo parecía más frío, sobre todo porque Amanda tenía en cuenta, que tan solo hace unos pocos años, el mundo, estaba a punto de convertirse en algo muy distinto de lo que había sido hasta ahora, en la Era de Acuario, en el apogeo del movimiento hippie, estuvieron a punto de cambiarlo todo, estuvieron en la antesala de un mundo de maravillas, pensaba.  Al poco tiempo de llegar a New York, presenció un asesinato y varios asaltos, lo que acrecentó su angustia.
  Amanda lamentaba la actitud insensible de la gente que le rodeaba, presenciando desde un puesto de camarera en una cafetería que había conseguido, veía la mezquindad de la gente. Tenía que haber algo que hiciera cambiar a la gente, al mundo. Algo, pero, el que?