Revista Literatura
La puerta-4
Publicado el 07 junio 2013 por XabelgEn la jornada de aquel día, cinco días después de la experiencia en la consulta de Frank, Amanda se notaba algo tensa, un poco más de lo habitual, pues si en condiciones normales lograba disimularlo, en esta ocasión no le era posible mantenerlo bajo control. Podía deberse al hecho de que pensaba que se había precipitado al confiarse a otra persona, como lo había hecho con Frank.
Ahora intentaba analizar si la ayuda de Frank sería útil, o si por el contrario, no podría desprenderse nunca de aquel dolor, ese dolor que siempre iba asido a ella, un dolor sordo, pero siempre perceptible. Sonny y Kate, tenían sus propias preocupaciones, y no quería añadirles más. Pero si Frank no podía hacer nada por ella, tendría que vivir siempre de esa manera, temiendo al mundo en el que vivía, y padeciendo la herida, la marca, que ese mundo había dejado en ella.
La idea le pesaba, tanto, que tuvo la sensación de encontrarse sin aire, oprimida por una gran losa invisible, que pesaba demasiado. Y también estaba el extraño zumbido de su cabeza, que aparecía y desaparecía sin motivo aparente, algo que en parte atribuyó a la ansiedad, pero no ayudaba a calmarla.
Con la mente alejada del trabajo que estaba realizando, pasaba la bayeta por la última mesa que quedaba por limpiar, el último esfuerzo antes de cerrar el local, en el que se encontraba sola, dio un mal golpe a una jarra en la que no había reparado, y la vio caer, asustada. De repente quiso que no sucediera, ya había roto demasiadas cosas allí, y la jarra detuvo su descenso, quedando a medio camino entre la mesa y el suelo. La miró unos instantes, incrédula, y se acercó para tocarla, pero la jarra no se movía.
Dejó la bayeta que estaba usando dentro de la barra, y fue a sentarse en la mesa de la jarra petrificada. Mirándola, deseó que volviera a su sitio, y la jarra, como un animal adiestrado y obediente, invirtió su trayectoria. Amanda se quedó maravillada, ante lo que estaba presenciando, y lo que presumiblemente ella misma estaba haciendo.
Sería cosa de magia? Quizá, pensaba, era una hechicera y aún no lo sabía, la idea era algo alocada, pero no se le ocurría que otra cosa podría ser. Una vez más, miró hacia la jarra y la llamó, la jarra, mansamente, se desplazó por la mesa hasta su mano, agarrándola Amanda por el asa.
Amanda examinó la jarra, la miro por todas partes y le dio vueltas y más vueltas, pero no parecía haber truco alguno, lo estaba haciendo ella, y lo estaba haciendo de verdad. Le pareció un prodigio el hallazgo sobre sí misma, y dejó la jarra en el fregadero.
Cerró, y se marchó, mientras caminaba a su casa, pensó en compartir el descubrimiento con alguien, el guardarse las cosas y encerrarlas en ella misma no le conducía a nada, eso lo sabía. Pero a quien decírselo? Sonny y Kate no lo entenderían, eran personas profundamente enraizadas en lo tangible, pensarían que estaba loca, pero Amanda había descubierto que no, que había cosas más allá de los sentidos humanos, como acababa de ver, o quizá no, alguien tendría alguna explicación a aquello, pero quien?
Entrando en casa, decidió que se lo contaría a Frank, quizá el encontraría una explicación, al ser un hombre de ciencia. Se sentó en la mecedora que tenía junto al teléfono, y sacó la tarjeta profesional de Frank. Mirando al teléfono, el auricular se desplazó en el aire hasta su mano, lo había hecho otra vez! Marcó el número y esperó a que descolgara:
-Si? Digame.
-Hola Frank, soy Amanda, disculpa que te moleste a esta hora.
-Hola Amanda, no te preocupes, dime.
-Verás, mañana me gustaría ir a tu consulta, si no hay inconveniente. Tengo un asunto que debo consultarte, y sólo puedes resolver tu.
-Si, mañana tengo la agenda libre de pacientes, serás mi prioridad en los asuntos del día. Yo también he de comentarte algo. Ven a la hora que quieras.
-Muchas gracias, Frank, hasta mañana.
-Buenas noches.
Se marchó a su habitación, y se sentó en su cama, atrayendo el despertador hasta su mano. Pensó en la capacidad que había descubierto de sí misma, y le dio la bienvenida. Por fin un cambio en su vida que no le resultaba doloroso.
Al día siguiente, se levantó con una sensación poco habitual en ella, al menos en los últimos tiempos,sin saber bien el porqué, se encontraba menos agobiada, casi aliviada, aunque no supo explicarse a sí misma de que manera, ni que era lo que le generaba aquella sensación, el hecho de que ese día fuera el de su descanso laboral, no le pareció relevante, por haber tenido muchos días libres en el trabajo, y nunca experimentar aquello. Casi podía atreverse a afirmar que se encontraba bien, lo que la sorprendía enormemente, incluso se estaba acostumbrando al recurrente zumbido de su cabeza, que ya no encontraba molesto.
Saltó de la cama, y se vistió a toda prisa, ya se tomaría un café de camino, o después de ver a Frank, ardía en deseos de contarle la experiencia del día anterior, y que el arrojara luz sobre ello, quería saber el porqué de las cosas que le sucedían.
Por vez primera en meses, al andar por la calle, miraba a las personas con las que se cruzaba, no como monstruos crueles ,si no como lo que eran, personas con anhelos, sueños, sentimientos, casi podía sentirlo en cada uno de ellos. Fué algo impactante ver el mundo de otro modo, ver que no solo era un mundo de horrores, si no también de maravillas. Otra cosa que Frank tendría que explicarle.
No tardó demasiado tiempo en alcanzar el edificio de Frank, en donde tenía su consulta, y que también le servía como domicilio. Sin titubear, pulsó el timbre, y a los pocos segundos oyó el cerrojo, Frank le abrió la puerta, con el pelo algo revuelto, la barba de un día, y sin sus habituales gafas puestas. Así tenía aspecto de adolescente.
-Hola Amanda, te esperaba, pasa.
-Hola Frank, espero no ser inoportuna, no quisiera interrumpirte en tu trabajo.
-No te preocupes por ello, hoy no tengo compromisos pendientes, los he aplazado. Tengo todo el día a tu disposición.
-Muchas gracias, eres muy amable.
-Me habías dicho por teléfono que tenías que consultarme algo, y resulta que yo también tengo algo que decirte, sentémonos.
-Si? Espera, lo que yo tengo que contarte, Frank te puede causar una gran impresión, resulta que yo...
-Que puedes hacer que los objetos vengan a ti, no?
-Como sabes que...
-Tranquila, a mi también me ha ocurrido. Mi agenda de citas de pacientes, me ha perseguido por la sala.
Amanda no pudo evitar el sonreír al imaginarselo.
-Pero Frank... como es posible que esté ocurriendo eso? Parece cosa de magia.
-Nada más lejos. Lo que ha sucedido lo ha originado el fármaco que nos tomamos, como yo sospechaba. Le pedí a mi colega psicólogo que recabara información sobre el medicamento que me facilitó, el que tu y yo probamos, cuyo uso original no estaba concebido para lo que lo utilizamos. Era un excedente de 1969, sintetizado en un laboratorio de algún departamento biotecnológico clandestino de la CIA, cuya función verdadera consistía en activar y potenciar las capacidades durmientes del cerebro. Efectos que hemos comprobado.
-Entonces ha sido aquella pastilla la que ha hecho esto?
-En realidad no, el fármaco sólo activa los cerebros con esa capacidad potencial, de modo que a muchas personas, con un nivel medio no les afectaría de ningún modo.
-Quieres decir que siempre he podido mover cosas mágicamente?
-No es magia, repito, es una capacidad natural de algunos individuos entre toda su especie, y eso de mover cosas, tan sólo es una pequeña parte de todo lo que puedes hacer.
-Oh, pero... hay más todavía?
-Si, mucho más. Esto es tan sólo el comienzo.
Aunque le faltaban datos, Frank le explicó a Amanda todo aquello que le habían contado, que con tan sólo un tratamiento de 20-30 días con ese fármaco, según el potencial del sujeto, sus aptitudes cerebrales podían llegar a un incremento de hasta el 700%, y con efectos permanentes.
Si lo hacía, Amanda podía desprenderse por completo de las secuelas de sus pasadas experiencia, sabría mitigar el dolor hasta difuminarlo. Y no sólo eso, también podría desarrollar otras capacidades muy por encima de todas las personas que le rodeaban. Mover objetos por telequinesis, leer pensamientos, y quien sabe que más cosas podría lograr.
Amanda estaba completamente impactada, con todo lo que se desplegaba ante ella. No esperaba una respuesta semejante, no sabía que esperar, pero desde luego algo más sencillo que ese inabarcable mundo de posibilidades que le ponían frente a ella. Según le decía Frank, aquella era una oportunidad única, que a nadie más se le brindaría.
En esos momentos se encontraba un poco aturdida, casi mareada ante lo que estaba escuchando, si viniera de otra persona, quizá no lo creería, pero Frank, era muy recto en cuanto a su profesión en particular, y la ciencia en general.
-Bueno, Amanda, que te parece, que opinas de este descubrimiento con el que nos hemos topado?
-Es algo... increíble, Frank, no se que decir... es algo tan enorme que... no se si puedo asimilarlo.
-Lo comprendo perfectamente, se que no debe ser algo fácil de encajar, y aún menos de esta forma , pero ten en cuenta que este asunto que aquí tenemos es algo... algo sin parangón, uno de los grandes deseos de la humanidad, ambicionado por mucho tiempo, y cumplido a través de ti. Para ti, además, supone despojarte de todo lo malo, de todo lo que te hace daño.
-De verdad crees que todo esto me beneficiará de algún modo, Frank?
-No sólo lo creo, estoy totalmente convencido de ello. Y nos vendrá muy bien a los dos.
-A los dos? De que forma?
-Si, a los dos, porque a mi también me afecta, como parte de todo ello que soy, en calidad de psicólogo. Será un gran avance para mi, en mi campo profesional, y más allá, será un gran paso hacia adelante para toda la comunidad científica, y para toda la sociedad en general, en consecuencia. Esto, Amanda, es lo que queríamos, esto es de lo que hablamos en las sesiones, encontrar la forma de ayudarnos a nosotros mismos, para pasar a ayudar a los demás. Convertirnos en una fuerza activa que sirva como bien social. Ahora, aquí tenemos la ocasión de poder llevarlo a cabo. Ante nosotros, al alcance de nuestra mano.
Amanda se quedó en silencio, dirigiendo la mirada hacia el suelo durante unos minutos, asimilando las palabras de Frank, palabras que eran verdad, en más de una ocasión se habían planteado que hacer por otros, además de hacer por ellos mismos. Sabía, en su interior, que tenía razón, y de esa forma podría hacer algo activamente, dejar de ser simple ser espectadora de su propia vida, y asir el protagonismo, hacer las cosas que siempre había dicho que podían hacerse. Convertir sus proclamas en realidad tangible. Seguir como hasta ahora sólo la mantendría en el callejón sin salida en el que estaba. Salir de ese atolladero en el que se asfixiaba. Ahora, le tocaba mover ficha a ella, si, ya estaba, eso era.
Levantó la mirada hacia Frank, ya había tomado una decisión.
-De acuerdo Frank, lo haré, seguiré ese tratamiento.