Revista Literatura
La puerta-6
Publicado el 13 septiembre 2013 por XabelgCreía que le resultaría más difícil, que le llevaría mucho tiempo más el ir aclimatándose a su nueva condición, pero Amanda descubrió que aprendía muy rápido, como si siempre hubiera sabido que hacer. Como si todos los conocimientos de los que precisaba, estuvieran archivados y almacenados en su cabeza, siempre a punto para que pudiera hacer uso de ellos en el momento oportuno.
Al principio, contaba con la guía de Frank, que al igual que ella, no sabía por donde empezar, era un asunto que les era completamente desconocido hasta el momento. Con el paso de los días, Amanda, supo manejarse sola, como si poseyera una especie de instinto oculto, que no sabía que tenía.
Aprendió a utilizar la gran capacidad que había adquirido, comenzando por su habilidad telequinética, que iba ganando en fuerza, control, y precisión. Aprendió también a tocar todos los resortes del cerebro, no sólo de sí misma, si no de todos los demás también, siendo capaz de hacer cosas que el resto de las personas ni tan siquiera soñaban, cosas tales como leer mentes, inducir a otros la sensación de hambre, frío, sueño, felicidad, placer... Tenía el potencial de conectar con cualquiera, y descubrió la posibilidad de controlar, e incluso apagar la percepción sensorial de otras personas, siendo de esa manera capaz de no ser detectada, tanto ella, como cualquier persona u objeto que deseara.
Se sorprendió al pensar que todas esas cosas, junto al apoyo de Frank, y de su propia familia, estaban contribuyendo a llenar el angustioso vacío que sentía casi constantemente hasta no hacía mucho tiempo. Un vacío que poco a poco, iba llenándose de muchas pequeñas cosas que había en su vida.
Frank, observaba la evolución de Amanda con cierta perplejidad, nunca había visto algo semejante, los cambios eran rápidos y perceptibles, le daba la impresión de que todo eso siempre lo había llevado en su interior, y ella nunca lo había sabido. Aunque la medicación se había terminado el día anterior, por lo que Frank suponía que esas facultades tan excepcionales, de las que Amanda empezaba a disfrutar, remitiría hasta extinguirse.
A la semana siguiente, en una de sus sesiones, Amanda aún manifestaba aquellos inusuales atributos con toda su potencia, lo que sorprendió a Frank, pues contradijo su teoría de que gradualmente desaparecerían al haber pasado un tiempo si más fármacos. Aquello le causó gran curiosidad, y quiso saber las causas, lo que requería un examen físico.
-Amanda, me permitirías que te tomara una muestra de sangre?
-Si, claro, pero.. para que la necesitas?
-Hace unos días que el medicamento se terminó, pero sus efectos aun persisten, y aún sigues haciendo esas cosas tan... tan increíbles. Me gustaría analizar una muestra de tu sangre, que puede darnos pistas sobre los origenes de tan singular suceso.
-Hazlo, toma la muestra. Pero que no me duela mucho- Le respondió Amanda, extendiendo el brazo derecho.
Frank extrajo exitosamente, con una pequeña jeringa, una pequeña cantidad de sangre, que introdujo en un tubo de ensayo, etiquetándolo con una escueta letra A.
-Gracias, Amanda, esto permitirá arrojar algo de luz a todo esto, que podría ser un enigma médico. Espero que no te haya dolido.
-No, no te preocupes, casi ni lo he sentido. Ha sido muy suave.
Cuando terminó la sesión y ella se hubo ido, Frank se quedó mirando hacia el lugar en donde reposaba el tubo de ensayo con la muestra de sangre de Amanda. El no contaba con el equipo necesario para realizar un análisis en profundidad, pero sabía quien podía hacerlo. El doctor Bronson, el mismo que le había proporcionado aquella extraña sustancia que tan extraños efectos causó en Amanda.
Iba a llevárselo en ese mismo instante, no podía esperar, quería saber los resultados cuanto antes. Se puso el abrigo, y salió hacia la consulta de Bronson.
Afortunadamente para el, el doctor Bronson era un adicto al trabajo, siempre estaba indagando algo, intentando desentrañar cuantos enigmas médicos se le presentaran, y aquel era un reto que le gustaría. Bronson era un hombre alto, de unos cuarenta y cinco años, calvo, y con un frondoso bigote, que le hacía aparentar una mayor edad. Era soltero, tan sólo se había casado con su profesión. Frank lo encontró en su consulta, a pesar de la hora que era, y le pidió que realizara un minucioso análisis, a cambio de compartir sus resultados, pero Frank no le dijo a quien le pertenecía la sangre.
Bronson, aún estando en mitad de otra investigación, no se pudo resistir, y accedió. Parecía mas feliz, cuantas más cosas tenía que hacer. Le aseguró que obtendría los primeros resultados muy pronto, y le llamaría en cuanto eso sucediera. Frank, le preguntó por aquel medicamento, pero Bronson le dijo que aquella muestra era la única que existía, y que no podía revelarle la procedencia, era algo confidencial, su propio código deontologico no se lo permitía. Frank, no quiso presionarle con eso, comprendía su postura. En ese momento sólo le importaban los datos que podría extraer de la sangre de Amanda. Se despidieron cortésmente, prometiendo mantener un contacto regular, y Frank tomó el camino de regreso a casa.
Llegó a su piso rápidamente, un poco impaciente por saber los posibles resultados del análisis, y en su mente, construía mil y una inverosímiles teorías. Se tranquilizó un poco con un té, y un cigarrillo. Se sentía como si hubiera estado despierto durante años. Demasiadas tensiones inesperadas en tan poco tiempo le habían mantenido días despierto, pero ahora el cuerpo reclamaba el tributo adeudado. En el sofá, se debatía para mantenerse despierto un poco más, pero el sueño era poderoso, y estaba tan cansado, que no tardó en quedarse dormido, tendido en el sofá.