¿Pobres magos!
¡Qué penita me dan!
Ya nadie los respeta ni cree en ellos. Pero se lo tienen bien merecido. Siempre tan creídos, siempre tan arrogantes, siempre pidiendo más y más...
Mirad si no lo que han hecho conmigo: hace dosciendos años era un demonio todopoderoso; pero desde que conocí a Nathaniel todo me ha ido de mal en peor: primero me hizo robar el Amuleto de Samarkanda, después me las vi con un temible Golem y ahora me pide que descubra dónde se esconde un mago de tres al cuarto...
Por Satanás, ¡qué bajo he caído! Lo único que me consuela es que me ha jurado que, después de este trabajillo, me dejará descansar...
Lo que nadie sabe, ni siquiera Bartimeo, es que una conspiración, la más grande jamás pensada, se está tramando hace años y que el último acto está a punto de empezar...