La puesta de sol de las 100.000 fotografías

Publicado el 18 diciembre 2012 por Bloggermam

El primer abrazo que alguien da a Ibiza debería ser desde un barco con la popa despidiendo a Formentera. Acercarte a la isla con leves cabeceos para dejarte embaucar por la gran Pitiusa. Observar sus montañas en forma de dientes de sierra rumbo a las Salinas y comprender que todos esos picos perfectamente intercalados están mordiendo tus vínculos con la rutina, con el estrés y con una vida que ya apenas consigues recordar.

Tus sentidos se empiezan a acoplar a la luz ibicenca, pero todavía no estás preparado. Tienes que respirar la noche de Ibiza al menos una vez, besar su cristalino mar con toda tu piel y entregarte a su tórrido sol hasta gozar de la derrota. ¿Te comprometes a este delicioso abandono? No te puedes negar, sólo tienes que escuchar el eco de tu interior y en cada paso avanzarás por esta iniciación.

Tu cuerpo comenzará a percibir diferente a lo que te tenía acostumbrado. Ahora es tu guía, y tú obedeces. ¿Por qué? No importa, las valoraciones son aburridas y los sentidos son pasión.

Sigues las huellas de tus pies sin importarte hacia dónde van, porque estás aprendiendo a disfrutar de cada paso. El destino del camino eres tú.

Sólo retienes vagos indicios: San Antonio, blancura cegadora, el protector frescor de una sombra cuesta arriba, luz fulminante calle abajo. Café del Mar, música en armonía con tus latidos, muchas lenguas y sólo un idioma.

Te fundes entre una multitud de rostros amigables que lucen la emoción de saber que van a disfrutar de la mágica sencillez de una puesta de sol espectacular.

Sólo tienes que sentarte a esperar, disfrutar de tu bebida favorita, de la compañía que has escogido y de la que te prestan las miradas cómplices de miles de desconocidos. No te importa formar parte del álbum de recuerdos de personas que jamás volverás a ver, ni ser el fondo necesario de reportajes de VIPs completamente anónimos para ti. Todos sois iguales: subditos iniciados a la espera de que la puesta de sol os libere de todas las presiones y poder disfrutar de una puesta de sol espectacular. Única. Irrepetible, y todos los días la más bella nunca vista.

Tú crees que el sol está anclado al infierno sobre tu cabeza, pero no te importa porque la ilusión lo envuelve todo. La música, el mar, las risas, alargan cada segundo hasta detenerlo todo y transportarte a una dimensión diferente, en la que sólo disfrutas de tus sentidos sin importarte nada más que esa deliciosa catarsis.

El astro se mueve a pesar de tus deseos de eternidad y cientos, miles, cien mil fotografías son testigos de una puesta de sol distinta y mágica.

La muchedumbre de adoradores del dios del atardecer acribillan a fotografías cada milímetro del avance de un sol que se encamina a un refrescante baño en el horizonte, tras el cual se vestirá de blanco, o se travestirá en Luna para ayudarte a disfrutar de la noche. Pero todavía no es el momento, la puesta de sol de las 100.000 fotografías es la puerta que hay que franquear primero.

Ya sólo queda despedir al protagonista agotado por tantas miradas atónitas. El mar lo engulle. Los aplausos, los aullidos, la brisa, te despiertan de la hipnosis. Ya se hicieron las 100.000 fotografías, o no, no importa, contar fotografías es tan absurdo como descontar latidos.

Ahora estás perdido, tus sentidos, tus anhelos y tus emociones han quedado atrapados en este tiempo mágico, mientras miras una y otra vez las fotos robadas a lo increíble; piezas hurtadas a un puzle de 100.000 fotografías, incompleto ahora, porque tienes tus pedacitos rectangulares de magia, como testimonio mudo del lugar al que quieres regresar.