La primera imagen que recibí de la ciudad a la luz del día fue la Punta della Dogana, la punta de la aduana, con la Giudecca al fondo, bajo un cielo descolorido de finales de octubre.
Casi siempre asocio la primera imagen de una ciudad a su nombre. La memoria construye sus tesoros con imágenes, con fotografías mentales sin las cuales no sabríamos dar un paso detrás de otro forjando nuestro pasado, nuestro ser. Con imágenes, con palabras que, como resortes, las hacen aparecer. Tesoros plenos de libertad, únicos, personalísimos e ilimitados, que nadie sino uno mismo puede domeñar.
Por suerte, nadie puede enjaular la memoria, ni los libros.
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