Revista Talentos
El coche se detuvo. Cuatro portazos hicieron temblar las luces mortecinas del caserío. El abogado llevó su portafolios, el banquero, su maletín y el padrino, su estilográfica de plata. Cuatro palabras, cuatro minutos y la madama se hizo cargo de la pequeña pupila, heredera de una fortuna que nunca disfrutaría.