Te cuento una nueva historia de la vida real y vivida en primera persona de una relación que tuvo un mal comienzo pero un buen final y siento un fino y delicado hilo de complacencia que recorre mi esófago el solo hecho de poder contarla.
Aconteció que vivía en Venezuela, en un viaje que hice al exterior conocí a un italiano, mantuvimos una relación a distancia durante un poco más de un año, yo viviendo en Venezuela y él en Italia, durante ese periodo nos encontramos intercaladamente dos ocasiones en Italia y una en Ecuador, al final me propuso matrimonio y nos casamos.
El comienzoEl primer contacto que tuve con mi suegra fue en una comida familiar, mi marido quien para entonces estábamos conociéndonos me invitó a venir a Italia a pasar unas vacaciones, de ahí que me llevó almorzar a la casa de su madre y la primera impresión que tuve de ella fue la de una señora agradable, enérgica, cocinaba delicioso y tenía una bonita sonrisa, ese primer acercamiento parecía ir bien.
Unos meses después estaba de regreso en Italia y un segundo contacto alertó a mi suegra que la relación con su hijo no parecía ser una relación pasajera, así que un nuevo almuerzo familiar sirvió de escenario para hacerme muchas preguntas personales presentadas en un tono hostil que manifestaba su desagrado. En esa comida familiar estaban presentes otros miembros de la familia, y yo quien no solo no era de la familia, era extranjera y no hablaba casi nada la lengua, aunque la comprendía bastante bien me encontraba en una condición de gran vulnerabilidad. Mi suegro intentó intervenir para neutralizar la situación pero ya era tarde, el ataque ya se había suscitado. Describir cómo me sentí ese día es difícil, solo recordarlo se me hiela el corazón.
Un día antes de mi vuelo de regreso a mi país pasé por su casa a despedirme, lo que me esperaba eran las palabras de rechazo más contundentes que yo había escuchado jamás, en esas palabras se construía el siguiente mensaje "no vuelvas más", el episodio anterior fue difícil de describir, este episodio es más fácil porque al oír esas duras palabras simplemente me desplomé, salí de su casa y rompí a llorar, dolor, cuya presencia me acompañaría una larga temporada, haciendo su determinada entrada, por lo que se vislumbraba en el futuro cercano luego que su hijo días antes me había propuesto matrimonio y entregado el anillo de compromiso.
Para mi esposo fue un momento difícil el tener que darle esta noticia a su madre, lo había pensado mucho y no se había atrevido a decírselo, por lo tanto, me esperó a que regresara a Italia para ir juntos a darle la noticia.
El disgusto de mi suegra por la relación que teníamos su hijo y yo llegaría a su momento cumbre cuando estaba de vuelta en Italia y esta vez para anunciarle nuestro matrimonio.
El estallidoHay cosas que son difíciles de contar, porque el dolor no solo era mío que lo había dejado todo atrás para comenzar una equívoca, ambigua e incierta vida nueva, era el dolor de una madre que ama a su hijo y quiere lo mejor para él y eso mejor no lo estaba viendo en mi, el dolor de un hijo que desea el apoyo que no está teniendo de su madre en una decisión tan importante y de alto riesgo.
Allí estábamos los tres reunidos en el salón de su casa, y las lágrimas no se hicieron esperar y los gritos tampoco tardaron en llegar. Ahí estaba yo, consternada en un incólume silencio, en medio de los gritos desesperados entre una madre y un hijo. Salimos de ahí sin acuerdos, se dio el anuncio, se entregó la invitación, la cual una vez sosegados los ánimos aceptó, decidió asistir al matrimonio y se alzó una silente voz que dijo " ese matrimonio no va a funcionar".
Un largo periodo de esperaEl tiempo comenzó a pasar, las reuniones familiares eran parte de mi vida matrimonial, mi marido hizo un lugar para mí, con el silencio respondí a muchos de sus comentarios aunque se me estrujara el corazón, no había otra forma mejor de responder, soportar en silencio.
Soportar en silencio era para mí, aceptar y respetar sus creencias y conceptos, en esa concepción no me aislé, mi presencia estuvo ahí.
Un día inesperadoPasaron los años, he comido innumerables veces en su casa y ella en la mía. Un día en una de esas comidas me dijo " te doy las gracias porque mi hijo está feliz contigo" sus palabras venían acompañadas con un regalo, cuando lo abro avisto una delicada y fina pulsera de oro, no lo podía creer, un milagro se había entretejido lentamente por años, entre cálidas y bonitas palabras la abracé.
En la actualidadNos llevamos muy bien, es muy respetuosa, mi marido me cuenta que dice cosas bonitas de mi y me sigue dando regalos.
Tomó años llegar hasta aquí, esperar y soportar en silencio ha valido la pena y ha dado buenos frutos. Mi respeto para mi suegra.
¡Hasta la próxima!