Sentí, no ahora, sino desde hace mucho tiempo, como se despojaba tu enojo, y descansaba en mi lecho de amor por ti. Muchas veces, protegí mi espacio, y retiré tu enojo.
Ya es de tarde, y la rendija de la puerta, deja entrar la brisa húmeda, esa brisa que hace retoñar nuevos nacimientos de los árboles, recubre el esplendor de las flores del jardín. Tantas cosas buenas, caben por esa rendija, en ese olor a húmedad… la misma rendija por donde salieron los vicios, los sonidos de deseos, productos del sentir de tus caricias, afectos.
Ojalá pudieras ver, la grandeza de las cosas que veo pasar por la rendija… Aún siento un beso tatuado en mi cuello, y el sonido de tu voz.
Lo que más siento, y hace arder la soledad aquí presente, es el recuerdo de tu imagen, cabizbajo, haciendo una pausa en el nacimiento de la escalera, caminando hacia otra historia que ahora te esperaría.