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La Resignación

Publicado el 20 noviembre 2009 por Eandres
La Resignación
Creo que fueron los chinos los primeros en definir una crisis: Problema u oportunidad. Viene esto a cuenta porque, en estos tiempos de turbulencias y malos augurios, los humanos tendemos con demasiada frecuencia a escudarnos en excusas y etiquetas como “no hay dinero, hay miedo, nadie compra..” o en el ámbito del deporte “los árbitros, la mala suerte, etc, etc.”.
Leyendo a Eduardo Punset, me quedé con una definición: “el cerebro humano no busca la verdad, sino que busca su supervivencia”. Precisamente esto explica como, ante una dificultad o un fracaso, todos buscamos una explicación fuera de nuestro comportamiento. Sin embargo, mi experiencia me dice que la solución o el problema casi siempre viene dictada por nuestra actitud ante esa dificultad.
Os contaré una experiencia para corroborarlo: Recuerdo que en año 2000, estábamos disputando el Campeonato del Mundo FIFA en Guatemala. El comienzo fue fantástico, ganando y mostrando una imagen muy sólida y postulándonos como un verdadero aspirante a destronar a los hasta entonces imbatibles brasileños (tres veces campeones del mundo de tres ediciones disputadas). Pero entonces llegó el infortunio: En el partido previo a la disputa de semifinales, nuestro segundo portero se lesiona en el calentamiento; avanza el partido y, cuando quedan unos minutos para el final, nuestro portero titular sale a cortar un balón largo y, en vez de golpear al mismo, lo hace al pie del rival. El dolor es inhumano y acaba el partido. Al final del mismo, ambos van al hospital y les hacen pruebas. Resultado: El primero tiene fractura de uno de los dedos de la mano y el segundo fractura de un dedo del pie. El ambiente en el hotel, una vez se saben los resultados, se convierte en drama: Los lesionados llorando, observando que se les escapa un sueño, y el resto del equipo contagiado, llorando por sus compañeros y, en su interior, pensando que se desmorona el trabajo realizado.
Imagino que todos vosotros os habréis encontrado en alguna situación similar en vuestras carreras profesionales, y la experiencia nos dicta que la solución dependerá de nuestra capacidad de tomar la decisión adecuada. En este caso particular, recuerdo que no bajé a cenar y me quedé en la habitación pensando qué hacer. Al final de la cena, aparecí y pedí por favor al Presidente de la Federación Española de Fútbol y al Secretario de Estado para el deporte que nos dejaran solos. En ese momento descubrí en mí una fuerza y convicción que no conocía y les dije, con una rabia incontenida, que ningún éxito en la vida se consigue sin dificultad, que debíamos confiar en el trabajo realizado previamente y que debíamos encontrar en nuestro interior la fuerza necesaria para ganar por nuestros compañeros que estaban lesionados.
Mano de santo, que diría mi abuela. Al final de la charla surgió un deseo irrefrenable de doblegar a las circunstancias y manejar nosotros nuestro futuro. En ese momento observé de manera clara que seríamos campeones, como así sucedió, ganando por primera vez en la vida a los invencibles brasileños ¡Y jugando con el tercer portero!
Ahora, con la perspectiva del tiempo, observo que lo más común hubiera sido resignarnos y apelar a la mala suerte, a la adversidad , de este modo, hubiéramos sido perdonados por la opinión pública, pero nos hubiéramos quedado sin un preciado logro que cambió totalmente nuestro futuro y, más importante, que nos demostró que las circunstancias exteriores pueden ser manejadas desde nuestra fuerza interior.
Por tanto, si hubiésemos hecho caso a nuestra carga genética, nos hubiésemos conformado con una derrota de las circunstancias sobre nuestra voluntad, pero demostramos que puede ser de otra manera.
La lectura es bastante clara: La resignación es una muerte en vida y la lucha es un deseo de seguir viviendo con dignidad. A partir de ahí, el resultado da igual porque habremos ganado.

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