Revista Diario

La Resistencia

Publicado el 05 mayo 2010 por Rkornhauser

Ahí estábamos todos sentaditos, muy atentos, riendo y pensando: “ah, cómo tiene razón este señor”. “Este señor que tiene el mejor trabajo del mundo”; “este señor que es guía y es espejo”; “este señor que es crítica y es descaro”. Ahí estábamos todos nosotros deseando ser como él, o mejor dicho como ellos.

Un joven, como lo era yo cuando tuve esa edad, pregunta ansioso para recibir una respuesta por parte de los expertos. Y los expertos generalmente nunca pueden responder con certeza a las preguntas fundamentales de un escritor potencial, porque como todos terminamos sabiendo, no hay certeza. No hay certeza para escribir, no hay certeza para pintar, no hay certeza para hacer ciencia. Tenemos pequeñas certezas físicas comprobables que se pueden anteponer a mi certeza/deseo, pero entre unas y otras hay incontables posibles historias. Y la vida que parece tan certera.

Somos la resistencia escuché decir, y casi salgo corriendo a comprar todos los libros que me encontrara y entonces me encontré con la verdadera resistencia. La mía a crecer y a lograr mis sueños. Todos los libros contados por otros son maravillosos (bueno no todos, los buenos contados por amantes de las letras). He amado gran parte de los libros que he leído, aunque he odiado unos pocos. Y hablo de odiar a tal grado que no quiero ni escuchar el nombre del autor. Odié la Sonrisa del Gato de (olvidé el nombre, una pena). No entiendo como puede tener una calle, como puede tener un busto, como puede tener libros. Odié a Volpi y no entiendo cómo puede ser figura central de las letras mexicanas actuales. No es tan difícil, ellos en algún momento de sus vidas comenzaron a escribir y escribir y escribir y escribir…

Todo lo que no he escrito es maravillo en el sentido de que es una gran fantasía, un gran sueño, un gran futuro, pero al momento de presentarlo en la realidad, en hilar ideas, en formar con palabras mis grandes sueños no resultan tan maravillosos. Como la idea esta del químico que por alguna razón recibía un elemento que por alguna razón cambiaba el estado de ánimo de las personas que se encontraban cerca de él, lo que llevó a asesinatos inexplicables y la paulatina solidificación del desventurado investigador… O todos mis grandes inventos y desarrollos tecnológicos. Como un sensor en las calles que regule el cambio de los semáforos dependiendo de la densidad de automóviles que transiten cada cruce. O mis grandes negocios emprendedores como las papas “Spätie”, papas en forma de dona. Todos aman las donas y todos aman las papas, éxito seguro.

Entonces, después de años de análisis personal y asistido, porque soy muy analítico, porque soy muy miedos he llegado a varias sabias conclusiones: si quiero pintar debo pintar, si quiero escribir debo escribir y sobretodo mostrar lo que pinto y lo que escribo. ¿Por qué? Porque no hay certezas, no hay certezas para el éxito y no hay certezas para el fracaso. Ha sido una lección muy difícil de aprender. De alguna manera siempre me he sentido diferente al resto (como todos), pero siempre he necesitado pruebas que lo confirmen y entonces cuando tengo las pruebas, cuando elaboro las pruebas cuando soy diferente quiero ser como el resto porque me aterra estar solo (como a todos).

Somos la resistencia, pero en esa resistencia no he sabido vencer la mía.

En cierta forma me identifiqué el chico que preguntó sobre la literatura, pero afortunadamente ya no busco las respuestas en otros que presumen tenerla, la he encontrado en todos los buenos libros que he leído, en todas las buenas poesías que me han tocado el alma, en todas las letras que han formado lo que soy.

Al parecer me ascenderán y tendré muchas responsabilidades nuevas en el trabajo y ayer me sentía aterrado porque no conozco mucho del procedimiento y todo parecía una maraña de relaciones interminables. Después de lidiar con tantas ideas irracionales, llegué a la misma conclusión de siempre: la única forma de salir de la ansiedad que produce no hacer cosas es hacer cosas. Ahora no puedo estarme quieto, necesito hacer algo todo el tiempo. No está nada mal para alguien que creía que era un bueno para nada, para alguien que pensaba que las cosas buenas nunca le pasarían. He sido muy afortunado, pero ahora debo salir al mundo a buscar mi fortuna en lo que en verdad deseo ser afortunado.

Así que lo diré: me da vergüenza decir que quiero escribir y no hacerlo y no mostrar mis trabajos, me da vergüenza tener tantos planes increíbles y nunca concertarlos, me da vergüenza tener un sueño y no luchar por él. Después de varios años de disertaciones internas sin cuartel me he dado cuenta que no voy a dejar de soñar y dejar de querer todo esto, por lo que no queda otro remedio que comenzar la lucha y comenzar la otra resistencia. La resistencia de alcanzar mi éxito y disfrutar lo que me gusta hacer.


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