
Los recortes están afectando muy seriamente al conjunto de las políticas activas de empleo y especialmente a la formación para el empleo. Más allá del obvio debate sobre la necesidad y la racionalidad de esos recortes parece un buen momento para plantearse reformas en profundidad, necesarias aquí como en muchos otros ámbitos.
Los condicionantes de la homologación de aulas, la falta de información y agilidad de la formación, la desconexión con la empresa, la rigidez de un sistema muy poco permeable a la actualización de determinados contenidos, la necesidad de reforzar la internacionalización de, por ejemplo, los centros integrados, de apoyar procesos de emprendimiento... son sólo algunos de los factores sobre los que se debe actuar y sobre los que parece necesaria una búsqueda de alternativas más eficaces y económicas.
El problema del desempleo no sólo refiere a aspectos formativos, ciertamente, pero en el escenario global en el que se desarrolla la economía y, cada día más, el mercado de trabajo, la formación y la cualificación es un factor competitivo diferencial clave.
En estos momentos en los que crece el impulso en la implantación del modelo dual de formación profesional, en el que algunas comunidades autónomas dan pasos significativos, también parece buen momento para introducir cambios, más agiles si cabe, en la gestión y en la oferta de formación para personas en desempleo. Las ventajas del modelo dual, presente ya en muchos países, ayudarán a dar un paso importante en la formación profesional en el futuro próximo, pero será necesario abordar nuevas propuestas en la formación profesional ocupacional.
En la entrada mencionada se hablaba del Stem inglés. Pero también Alemania es consciente de la necesidad de personas formadas en un marco laboral global y de la importancia de buscar el conocimiento y el saber hacer allí donde esté, para lo que continúa dando pasos, estableciendo servicios específicos, poniendo en marcha buenas prácticas y reforzando y adaptando su vocational training o sus servicios de orientación.
Por la contra en Galicia, en España en general aunque de forma desigual, apostamos por reducir esta formación, por no dar pasos en el papel de las empresas como entidades formadoras, por eliminar los servicios de orientación laboral y por mantener la formación para personas en desempleo como un listado de cursos para los que hay procesos de selección realmente competitivos.
El camino que elegimos es el de ahorrar en los servicios de empleo, en la orientación y en la formación. Desaparecen los programas de formación y empleo, salvo la nueva modalidad de obradoiros de seis meses aún sin convocar. Desaparición sin ninguna justificación, como señala el Consello Galego de Relacións Laborais, a quien también le extraña esta nueva situación de los programas mixtos, instrumentos potencialmente útiles si se rediseñan en el marco actual. Es justo lo contrario de lo que está funcionando en otros países, como señala la OIT, que menciona el bajo costo de los programas de garantías para jóvenes en relación a sus recompensas.
Esperemos que la influencia alemana vaya más allá de los mini jobs y los acuerdos en la FP y que logremos una población trabajadora capaz de competir en este marco globalizado. No se trata sólo de formación para personas en desempleo. Es la respuesta a uno de nuestros principales problemas, que se da en el marco de un mercado laboral mundial con 75 millones de jóvenes en desempleo y 6 millones que han abandonado la esperanza. Se trata de contribuir a corregir otra de las nuevas y grandes dicotomías, la que se está produciendo con una gran cantidad de jóvenes en todo el mundo. Un mundo que les niega sus posibilidades de desarrollo.
No extender la formación, especialmente a las personas más jóvenes, que en Galicia no sobran, imposibilita una respuesta eficaz en la lucha contra el desempleo, provoca una desventaja competitiva como país y condena a muchas personas al desapego con el mercado laboral y a no ejercer su derecho a un desarrollo pleno.