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La revolución del cangrejo

Publicado el 11 agosto 2012 por Perropuka
La revolución del cangrejoTodos somos revolucionarios. Empezando de mí que hoy me he levantado por el lado izquierdo de la cama rompiendo la costumbre. Hace unos días el perro de casa se ha sentado sobre sus cuartos traseros en actitud pedigüeña sin que yo se lo pida. Revolucionario. El canciller Choquehuanca descubrió hace poco que la papalisa (tubérculo pariente de la papa) es más efectiva que el Viagra. Al ser un cultivo milenario ¿cómo es que los brutos científicos occidentales no se dieron cuenta antes? O será que no cualquier mortal posee la sabiduría revolucionaria del canciller.
Revolucionaria es nuestra justicia que acude al oráculo de la coca para dirimir sus fallos. Como hace más de dos mil años en la antigua Grecia acudían a Delfos. Revolucionaria fue la proclama de nuestro presidente que hace algún tiempo dijo que en diez años íbamos a vivir como en Suiza. Ya van más de seis años de su presidencia y de Suiza no conocemos ni el chocolate. Aunque siendo clarividentes, es que quizá ya vivimos desde siempre como los suizos: entre montañas. Hace unos días durante las fiestas patrias volvió a vaticinar que hasta el 2025 (bicentenario de la independencia) erradicaremos la extrema pobreza en el país. El reloj corre con precisión suiza.
Revolucionaria fue la Parada Indígena-Militar (así como suena) que el Gobierno organizó en la ciudad amazónica de Trinidad el día posterior al aniversario patrio celebrado en Oruro como si no fuera suficiente para el sufrido tesoro público. Como me temía, al no tener aviones de combate, desplegamos algunos helicópteros en formación frente a la muchedumbre que arrobada contemplaba el multicolorido desfile de campesinos llevados del altiplano y otras etnias locales luciendo atuendos típicos en agudo contraste con los uniformes prusianos de las tropas. Todos con aire marcial y a paso de ganso. Para que el pueblo sienta su bolivianidad, dijeron los coreógrafos del espectáculo.
A pedido del presidente, las FFAA se declararon revolucionarias y antiimperialistas. De un cornetazo adoptaron proclamas guerrilleras como el “¡Patria o muerte: venceremos!”, del cual el Che Guevara hacía de bandera y a quien combatieron en la campaña de Ñancahuazú, como olvidando que cayeron medio centenar de camaradas. Si vamos por el otro lado, al alma del Che, tampoco le haría gracia que se apoderara de su grito de guerra el ejército que lo ejecutó. Se pisotea la historia y la memoria de todos los caídos, sin importar sus ideologías. Revolucionario.
“Queremos unas Fuerzas Armadas respetadas, amadas, queridas por su pueblo, pero temidas por el imperio”, estas revolucionarias recientes declaraciones de nuestro presidente están originando un verdadero terremoto político en Washington y seguramente el Pentágono ha de pensar mil veces antes de provocar a nuestro aguerrido ejército que nunca ha ganado una guerra a lo largo de su historia. Por si fuera poco, Evo Morales confirmó también la creación de un “batallón ecológico” de las Fuerzas Armadas que acudirá al Parque del Tipnis para resguardarlo del avance de los cocaleros y de otras actividades ilícitas como el narcotráfico. Como todos saben, si hablamos de defender a la Pachamama, el primer mandatario es el más acérrimo defensor frente a los micrófonos.
El país anda a mil revoluciones. Hacia atrás. Hacia un pasado supuestamente esplendoroso y perfecto, en el cual todos los seres vivían en armonía con la madre tierra. La revolución de la vida o la filosofía del Vivir Bien como punto de partida. Una moda new age con tintes indigenistas andinos, empezando por los coquetos trajes de diseño exclusivo. Enseñar -por decreto desde las escuelas- los saberes ancestrales porque el conocimiento occidental está contaminado, es colonialista y capitalista; es la más grande Revolución Cultural que se ha dado en Bolivia, para ejemplo y admiración de todas las naciones. Estamos haciendo historia, dicen a menudo sus insignes profetas.
Construir una cancha de césped artificial  a 5.000 metros de altitud es revolucionario. Nadie lo ha hecho antes: en el techo del mundo es preferible una alfombra verde antes que mejorar las condiciones de vida de los mineros. Para que se distraigan de su triste realidad a medida que se van envenenando hasta los huesos en los claustrofóbicos socavones. Mostrar algunos tractores nuevos, en un acto a toda pompa discursiva, fue bautizada como la Revolución Productiva Comunitaria Agraria. En este extraño Nuevo Mundo que el estado plurinacional propone, nada viene sin florituras, cuanto más largo e incomprensible el título, mejor.  Los campesinos no necesitan de intrincadas teorías socialistas de la producción. Urgen semillas, mecanización y asistencia técnica. Hace decenios que distintas ONG vienen brindando apoyo e investigación para el mejoramiento del agro, en silencio, sin pasarse de revoluciones. No se reconoce su trabajo y se las acusa a menudo de ser instrumentos del imperialismo. 
En fin, tratar de “hermanos y hermanas” a los indígenas amazónicos llevándoles motores y celulares en vez de espejitos para quebrar su resistencia es lo más revolucionario que se ha visto en quinientos años. A los que se oponen, siempre está la vía revolucionaria del garrote, empezando por enjuiciar a los hermanos dirigentes que son unos traidores al Proceso de Cambio. Se persigue judicialmente a las víctimas, los victimadores andan libres, y algunos hasta exigen compensación material para la comunidad. Eso es revolución. El país patas arriba. Las normas y leyes al tacho. Los pícaros al poder.
Así entendemos por “revolución” en esta burbuja impoluta de la naturaleza conocida como Bolivia. Mientras estamos enfrascados en vivir de la nostalgia del pasado, afuera el mundo está cerca de colonizar Marte, y nadie habla de revolución porque el conocimiento no tiene marcha atrás. A no ser que se siga la huella del cangrejo.   

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