La rosa que en mayo
posó su esplendor en la tarde
se transformó toda en espinas.
Gota a gota sus pétalos
fueron cayendo teñidos de silencio
lágrimas en los labios trémulos
a la orilla de un verso.
Nadie podrá decir que no fue llanto,
porque se estremeció la tierra
y el perfume de su herida
inundó las calles.