Revista Literatura

La rueda

Publicado el 29 junio 2011 por Netomancia @netomancia
Kalana y Arturo10 se conocieron en un chat. Felices fueron sus meses de contacto diario, de horas trasnochadas sabiendo un poco más del otro. La alegría de encender la computadora y encontrar aquella alma gemela conectada.
El tiki tiki de las teclas resonando en las habitaciones vacías, con un entusiasmo que crecía en cada nueva charla virtual. La compañía mutua, el consuelo en las tristezas, el milagro de haberse topado un día. El destino, la casualidad, decían.
Pasó un año y decidieron conocerse, romper esa barrera idiomática de ceros y unos, hacer realidad la virtualidad, poder acariciar más que las teclas o el monitor, de verse en pantalla pixelada, de oírse en la lejanía de un par de auriculares.
Kalana se convirtió en María Ana y Arturo se quitó el diez. Los kilómetros que los separaban dejaron de existir, cayendo como una barrera invisible que de pronto los dejaba cara a cara. Y fueron felices, juntos. Hasta que un día se dieron cuenta que ya no tenían de que hablar, que todo lo que sabían uno del otro, se lo habían dicho en esos interminables diálogos por chat.
Los gestos comenzaron a molestar, las actitudes fueron cambiando. El colorido de la vida fue tomando un sepia alarmante. Las caricias se esfumaron, como el calor del café que muere esperando en un bar. El otoño fue más duro, el invierno un crudo verdugo. Y un buen día, todo terminó. El dolor hizo las valijas, sin un adiós.
Otra vez las habitaciones solitarias, luces ténues y heridas en el corazón. El pasado asaltando el vacío, ocupando el espacio de aquella constelación llamada amor. Y casi sin pensarlo, volvieron a las viejas salas de chat, tanteando con cuidado, evitando ser tentados por el abismo otra vez.
Male_C y Lalo se conocieron en un chat. Felices fueron sus meses de contacto diario, de horas trasnochadas sabiendo un poco más del otro. La alegría de encender la computadora y encontrar aquella alma gemela conectada. 
El tiki tiki de las teclas resonando en las habitaciones vacías, con un entusiasmo que crecía en cada nueva charla virtual. La compañía mutua, el consuelo en las tristezas, el milagro de haberse topado un día. El destino, la casualidad, decían, sin saber que en una vida virtual anterior habían sido Kalana y Arturo10.
El destino, la casualidad. La eterna rueda que gira sin que podamos hacer nada al respecto.

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