“Ocultos a los ojos del mundo, dos amantes se persiguen, buscan y encuentran entre las columnatas, aspidistras y el rumor del agua en las fuentes de un palacio del siglo XVI. La sala japonesa, en lo más recóndito del palacio, es testigo mudo de su mayor secreto”. (Anantes).
Un escaso par de días ha sido el tiempo empleado en beberme el último libro del escritor y periodista Javier Compás, titulado “LA SALA JAPONESA Y OTROS RELATOS”. Aún digiriendo la resaca de una presentación propia, con las emociones a flor de piel, y un agridulce sabor de recuerdo, he disfrutado -de su mano- con quince relatos cortos sobre este sur nuestro, que tanto se puede llegar a adorar y detestar a la vez. Han participado de ellos mis cinco sentidos y, si me apuran, también ese sexto que tenemos las mujeres, y que nos invita a paladear no solo lo que es, sino lo que pudiera llegar a ser.
Descriptiva, detallada, aromática, embriagadora, sutil, sensual, decadente, mágica… son algunas de las palabras adecuadas para la prosa de Compás, que en el interior de su íntima sala nos deleita, una y otra vez, lejos del hastío de un texto farragoso que canse y empalague. Su especialización en vinos y gastronomía es patente desde la primera historia, y así consigue satisfacer al lector de múltiples y variadas formas, hasta situarlo al borde de ese vertiginoso precipicio llamado Síndrome de Stendhal.
Quien lo leyó -vive Lope- lo sabe. Enhorabuena, Anantes. Felicidades, Javier Compás.