En Julio de 2007 tuve ocasión de realizar una breve visita a Baden Baden (y a la Selva Negra en general, Schwarzwald). Dada mi inveterada afición al ferrocarril, no pude resistir la tentación de estrenar la nueva línea TGV Est de los ferrocarriles franceses. Volé a París, y viajé a Estrasburgo en el TGV. Por cierto, el tren se paró a mitad de camino sin razón (conocida) alguna, y acabamos llegando a destino con veinte minutos de retraso.
Me alojé en Estrasburgo, alquilé un coche (un BMW Serie1, de esos que se les para el motor en los semáforos, ¡pero nadie me avisó!) y me hice varias excursiones desde ahí por la Selva Negra. Visité Baden Baden y Freiburg im Breisgau, y me paseé por las carreteras y valles desiertos (bueno, salvo por la espesísima niebla de Julio; espero que no sea habitual, que me la pusieran especialmente para mí). La verdad es que los paisajes de toda la zona son bellísimos, con esas suaves laderas de un verde hiriente (claro, el verde viene de serie con la lluvia y la niebla). Y esos pueblecitos encantadores, que a los latinos siempre nos han sugerido el paisaje centroeuropeo.
Mis conocimientos de alemán son escasísimos y toscos. Nunca lo he estudiado, y las poquitas palabras que conozco se han filtrado en mi por el método de la ósmosis. Sólo una vez conseguí que el alemán me sonara familiar. Con ocasión de un viaje en tren (Inter-Rail) a Copenhague, a la vuelta a Alemania, intoxicado por lo esotérico de las lenguas escandinavas, el alemán me sonaba ya casi familiar.
Afortunadamente, soy bilingüe nativo, desde niño, de castellano y catalán. Este hecho hace que en la parte de la mente que lidia con los idiomas, tenga una matriz de 1 a n para relacionar las cosas y las palabras que las describen, en los distintos idiomas. Por tanto, tengo creado el hueco donde poner la palabra que describe una cosa conocida, en un idioma desconocido. Tengo el hardware preparado para aprender con cierta facilidad otros idiomas.
Porque para moverse por Alemania es prácticamente imprescindible alguna noción del alemán, conocer al menos unas docenas de palabras que forman parte de las necesidades básicas de supervivencia. Como en la mayoría de países grandes de Europa, el conocimiento de otras lenguas (por ejemplo el inglés, ese bálsamo para el viajero) está limitado a los principales circuitos turísticos.
Perdido, es un decir, por los verdes valles de la Selva Negra, llegué a un pueblecito encantador, de casas blancas y verdes laderas. Y llegué con hambre. Me metí en un bar que parecía acogedor, para ver de comer alguna cosa. La única persona que atendía el establecimiento era un hombre ya mayor, que rebosaba rusticidad por todos los poros.
Tanteé, sin ninguna esperanza, esa es la verdad, con el inglés. Sólo para obtener una cara de estupor (¿había incluso algo de temor en el fondo de su mirada?). Para ganar tiempo, conseguí pedir una cerveza (seguro que debí cometer algún error de género, pero al minuto tenía una agradable cerveza frente a mi). Le hice entender al hombre que quería comer alguna cosa, y me pasó un menú en perfecto (supongo) alemán. Bueno, ahora el desafío lo tenía de mi parte.
Miré y remiré la carta varias veces, intentando encontrar algún patrón en el texto que me sugiriera la imagen de un plato apetecible. Identifiqué una palabra, schinken, que me sugiere alguna variante del jamón. Junto a ella venía algo así como schwarzbrot, bueno brot y bread, eso era pan, fijo. Y lo de schwarz, como en la Selva Negra, sería pan negro con jamón. Lo pedí y, aunque el hombre me miró con algo de indecisión, se fue y volvió al rato, efectivamente, con un plato de pan negro y mantequilla, con una especie de jamón agradable.
Bueno, la ósmosis de los idiomas, y la relación inapelable de unos con otros, me había salvado el hambre en ese pueblecito de la Schwarzwald. Recordé la norma de aBoGaDo, PaQuiTo, FiJeZa. En los idiomas de la misma raíz, su evolución se marca por el cambio de las consonantes de la primera, a las equivalentes de la segunda, y luego de la tercera. Así, bread (pan, en inglés), termina en D (como abogaDo), mientras que brot (pan, en alemán), termina en T como PaquiTo. Lo mismo aplicaría a door (puerta, en inglés) y tor (puerta, en alemán). Bendije allí mismo mi memoria selectiva, que me permite recordar tonterías como esta.
Terminé mis excursiones por la Selva Negra, volví a Estrasburgo, y luego de nuevo a París en el TGV (otros veinte minutitos de retraso). Y vuelo de vuelta a Madrid.
Hoy es el momento de apelar a mis rudimentos de alemán, para improvisar lo que me gustaría poder decirle a Alemania esta noche: ¡¡¡Auf wiedersehen, Deutschland!!! .
Que la Final con Holanda, esa la veo ganada ya.
JMBA