El salón ha amanecido lleno de hormigas. Están por todas partes. La hora va ganando su pulso a la mediocridad. Llueve. Ya no existen los poetas, España está repleta de gilipollas que hablan con la boca ancha y recitan romances seculares.
El tiempo, la razón y la verdad, las tres consecuencias de una ofrenda a medias. ¿Razón vital o sistema? Sistema, no lo dudes. Los profesores universitarios de filología citan por citar, y la cita es el pecado del vacío, la identificación de la no autenticidad.
Si el presente hubiera tenido memoria todos escucharíamos la información, aunque quede rezagada. Las hormigas muestran sus imágenes, la condición humana que nunca está dispuesta, la presencia de la esperanza, la significación.
Pero no, las hormigas avanzan despacio. Mato a algunas y vuelven los pensamientos que tropiezan con la memoria, con el recuerdo, con aquello que hoy es inmanente y mañana difunto.
El poeta desaparece y no renace. Ni responde a la llamada. El poeta es fragmento, nunca ética.