Revista Diario

La siguiente mañana

Publicado el 16 octubre 2011 por Jans_braender @jansbraender

Si pudiera recordarte tal como eras entonces todo sería más fácil. Ese fue mi primer pensamiento al despertar. Recordarte era más sencillo que añorarte, infinitamente  más. Saber que en cualquier momento podrías volver a aparecer por la puerta, descubrirte otra vez.

La vida es difícil, demasiado para un hombre débil como yo. No destaco en nada, en ninguna tarea, ninguna habilidad, y sin embargo tú me querías por eso, o quizás a pesar de eso.

Con los primeros acordes de cavalleria rusticana decidí incorporarme de la cama. La mañana era una mañana normal de un mes otoñal, te diría que da lo mismo que fuera octubre o noviembre para poder repetir al vacío lo mucho que entonces te quería.

Saberte lejos, tan lejos me hace definitivamente pensar en ti de otra forma, de una manera más egoísta y pensar como entraste en mi vida, en mi vida y en mi corazón y cabeza hasta hacerte imprescindible, hasta ser incapaz de dar un paso sí tú estabas a mi lado.

No es fácil haber vuelto a esta casa solo, no es fácil dejar que las paredes se desplomen sobre mí con la infinidad de recuerdos que contienen.

Camino a pies descalzos, sin importarme que el suelo esté frio, aquí en el norte las casas de verano son de un suelo de terrazo que las hace frescas y habitables en verano, pero muy desasosegadoras  cuando esta estación muere.

Sólo  traje conmigo una lata de café instantáneo, un cartón de leche y unas galletas de oferta.

Un pensamiento flojo me recorre – ves otra vez, la expresión “pensamiento flojo” es una expresión que me hiciste familiar, tú cuando te costaba decirme que lo que pasaba por mi cabeza era una solemne tontería- la cabeza, acerca las ofertas y estas galletas insípidas.

Con un café la mañana parece diferente, después de una ducha estaré dispuesto para organizar y ordenarme a mi mismo si es que estoy dispuesto a pasar aquí una temporada larga.

Son ya las once y vestido como estoy, parezco un escapado de ciudad, un pobre naufrago en una isla que no es la suya, pero no tengo otra ropa, siempre seré un ratón urbanita, el campo nunca fue lo mío

Tú tampoco eras la perfecta descripción de una campesina, pero eras mucho más capaz de vivir con cierta soltura en esta casa, lo demostrabas cada mañana, al levantarte.

De repente esto se convierte en un reto para mí. Ser capaz de resistir en esta casa, una semana, un mes, un año o toda la vida, es como una prueba con mi orgullo, es una prueba contra ti. Contra ti o en tu honor.

Las mañanas eran más solitarias que las noches a tu lado, tu despertar era malhumorado, no eras capaz de hablar hasta que hubieras terminado el desayuno.

Ahora me siento torpe, torpe en un mundo que no es el mío, sin ti y sin nuestro hijo, solo en un mundo que pertenece a otros, por el que deambulo sin saber muy bien si tiene sentido habitar en el.


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